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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Mañanita de San Juan

"Mañanita de San Juan,/ mañanita de primor, / cuando damas y galanes / van a oír misa mayor. / Allá va la mi señora, entre todas la mejor (...). El que cantaba en el coro / en el credo se perdió; / el abad que dice misa / ha trocado la lición; / monacillos que le ayudan, / no aciertan responder, non, / por decir amén, amén, / van diciendo amor, amor" (del Romancero).

A las 5.30 horas del sábado, en el espigón de la Mar Bella, la primera misa mayor del verano ya entona el Ite, missa est. La megafonía de las playas repite cada tanto el credo cívico: "Esta noche diviértete y colabora en la limpieza de la playa. Utiliza las papeleras...". A esa hora las papeleras ya están llenas. Bolsas, botellas, cajas y envoltorios pespuntean toda la arena de la Nova Icària. Prosigue el mensaje, cada vez más insistente: "A las seis, deja libre la playa para que los servicios puedan limpiarla y pueda ser utilizada por otros ciudadanos y ciudadanas". Otras damas y galanes de la urbe, se entiende, que han decidido pasar la mañanita de San Juan refrescándose y tomando el sol. Antes había una sola misa mayor, hoy hay muchas: están por ejemplo los que prefieren observar el precepto de caravana en la carretera. El rasgo común de estas misas es que en todas el abad se trabuca.

En el puesto de la Guardia Urbana, el intendente Chus Hernando Maldonado ofrece sus primeras impresiones de la verbena. "Parece que hay menos gente que el año pasado y que, en general, se comporta de forma más cívica. Hasta ahora hemos intervenido en alguna pelea menor y en la persecución de algún latero. Poca cosa". El operativo que dirige está perfectamente dispuesto a las seis de la mañana. Pero hay una prórroga cómplice. El cordón de agentes con la brigada de la limpieza por detrás no se forma junto al espigón de levante del Port Olímpic hasta media hora más tarde. Chus alienta a sus efectivos a mantener recta la fila que en dirección al Besòs irá liberando la playa de todo tipo de desechos, inermes y animados. Es una línea conceptual y mística que separa y protege los derechos de dos feligresías distintas y distantes, los verbeneros de los bañistas: por esto es preciso tratar de mantenerla recta. Por detrás de ella, dos imponentes tractores, un New Holland TM 140 y un John Deere 6910, lamen la arena levantando un estruendo de latas, vidrios y plásticos. En el mar, a una cincuentena de metros de la orilla, una barcaza de fauces abiertas rastrea indolente la superficie de plata con idéntico cometido: la Fura dels Baus podría montar un festival con semejantes monstruos mecánicos.

Informe visual del material preferente de consumo del personal: ganan por mayoría absoluta las latas y los botellones de plástico de litro y medio y de dos, seguidos de cerca por las bolsas de ganchitos, patatas, cortezas y asimilados. En vidrio, mantiene la primacía la xibeca -un respeto-, en dura competición con las botellas de vodka, ginebra y whisky (Ballantine's y JB mayormente, algún Jack Daniels). Cava y vino, poco con relación al total del cómputo etílico. En tetra-bricks, la sangría es la reina.

Por delante de la línea de guardias, que avanza a razón de unos 60 o 70 metros cada cinco minutos, han surgido dos sujetos que rastrean compulsivamente la arena con detectores de metales. No hablan con la prensa, están atareados. Sacan monedas, medallas, algún reloj si hay suerte. Hay un momento en que uno de ellos pide a Chus permiso para operar tras la línea de guardias y el intendente se la concede: un chico ha perdido unas llaves y necesita que el metalista le rastree una zona concreta. Ecologías de las mañanitas de San Juan, todo se aprovecha.

Los solitarios y las parejas tumbados en la arena se levantan y se encaminan hacia el paseo superior. La mayoría lo hace silenciosamente: la mañana despierta siempre viejas melancolías que quitan las últimas ganas de juerga. Pero alguno de estos rezagados es también un resalao. Está por ejemplo ese chico de melena lacia y pantalón de peto caído, pronto bautizado por uno de los agentes como "el último mohicano", que va preguntando con premura por el lavabo. "¡Toda la noche meando donde le ha dado la gana y ahora con estas prisas, no te jode!", bromea un guardia en voz alta, mientras sus compañeros se ríen. Tampoco falta el modelo broncas, un chavalín de sienes rasuradas y cresta ya desmontada a esa hora, enfundado en una camiseta con el ase català, que parece buscar gresca. Los guardias hacen como que no se enteran y el mozo acaba retirándose. Poca cosa, como dice Chus, cuya primera impresión acaba confirmada por las cifras oficiales: este año los verbeneros de playa han sido 110.000, frente a los 140.000 del año anterior y a los no contabilizados de 2003, que es cuando se desencadenó la moda de ocupar las playas.

A las 8.15 tres cuartos de la superficie de Nova Icària están ya libres de restos. Algunas parejas de amantes duermen abrazadas en los bancos del paseo marítimo cuando los bañistas instalan sus pertrechos sobre la arena. El agua está fresca y limpia, una niebla de calor oculta por un momento las torres del Port Olímpic. Mañanita de San Juan, mañanita de primor.

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