Doctor Maragall

Los dos fenómenos televisivos de las últimas horas tienen algunos puntos en común: el doctor House y Pasqual Maragall. En el capítulo final de la segunda temporada de House (Cuatro), emitido el martes por la noche, su protagonista sufre un terrible dolor en la pierna que recrudece su cojera. Uno de sus colaboradores le dice: "El dolor entorpece tu discernimiento". El dolorido discernimiento de Pasqual Maragall también le ha llevado a tomar una decisión coherente con una vocación que, al igual que la de House, deslumbra tanto como indigna y convierte lo atípico en método. A veces los diagnósticos políticos de Maragall son brillantes, pero no encuentra la manera de expresarlos en unos términos respetuosos con sus electores o colaboradores y, en ocasiones, descoloca más por vicio que por convicción. Es, además, muy incómodo con la mediocridad burocrática del aparato del partido (hospital), tolera mal el conducto reglamentario, administra su poder con cierta torpeza expresiva pero es capaz de resolver grandes retos a cambio de crear, a cambio, muchos pequeños problemas. Debe de estar en su peor momento para que, en las últimas horas, se hable tan bien de él y se le trate con la condescendencia hipócrita de las necrológicas. Pero cuidado: habrá tercera temporada de House y apuesto a que también habrá tercera temporada de Maragall (la primera se tituló Los Juegos Olímpicos, la segunda, El Estatuto).

"¿Y si todo lo que vemos son señales de humo?", se pregunta House en el último capítulo. Es un interrogante cien por cien maragalliano, cargado de desconcierto poético y de curiosidad filosófica, nieto de aquella heroica vaca ciega que, con la misma cojera de House, arrastraba su grandeza en busca de agua. Ayer, en Los Desayunos de TVE, los tertulianos especulaban sobre la confusión sucesoria en el PSC mientras que Cuatro anunciaba, para cubrir el vacío que dejará House, la ya conocida Anatomía de Grey. Diagnóstico: Anatomía de Grey es a House lo que Montilla es a Maragall.