¡Feliz verano, 'monsieur' Ràfols!
Al entrar en la sala de conferencias del Ateneo Barcelonés me distraigo escuchando la conversación de unas chicas que acuden al mismo acto que yo, el homenaje al pintor Albert Ràfols-Casamada. Una de ellas dice: "Cuando oigo el nombre de Ràfols, en seguida veo ante ante mis ojos el azul y el rosa, colores suaves como el cielo. ¿También os pasa a vosotras?". "Yo veo espacios luminosos y pequeñas cosas", opina otra mujer. Nos ocurre a todos lo mismo, sonrío para mis adentros. En los cuadros de Ràfols hay un fulgor efímero de lo cotidiano, el instante en calma preñado de vida minúscula. Además de lo que han mencionados esas chicas, veo en Ràfols la naturaleza. Goya decía que la naturaleza era a la vez la musa y el maestro del pintor. De acuerdo con él Ràfols-Casamada sostiene que al pintor le hace falta llenarse de naturaleza para tonificar su sensibilidad, enriquecer su vocabulario y dar profundidad a su visión.
La sala está llena. Las chicas se sientan detrás de mí y hablan de las ilustraciones con las que Ràfols acompañó los cuentos de Mercè Rodoreda. Ojalá ilustrara a Proust... pienso, pero me interrumpe Oriol Bohigas, el presidente del Ateneo, que marca el comienzo del acto. Bohigas subraya la postura de Ràfols-Casamada como ciudadano, su impecable actitud cívica y ética, y menciona su actividad como fundador y director durante 12 años de la Escola Eina. El escritor Manel Guerrero, moderador y alma de este homenaje, resalta la vitalidad y energía que se desprende de las telas de Ràfols-Casamada, entre ellas el cartel que el artista pintó para el PEN catalán, Libertad, para dar voz y presencia a los escritores encarcelados. El poeta Carles Hac Mor, un viejo amigo del matrimonio de pintores que forman Ràfols-Casamada y Maria Girona, anima el homenaje contando numerosas anécdotas y leyendas sobre Ràfols: una de ellas es la del silencio que solía reinar en las clases del pintor, silencio que capitaneaba el propio enseñante; Carles Hac Mor caracteriza la obra de Ràfols-Casamada como el arte y la poesía de la nada. El profesor de estética y escritor Antoni Marí habla de Ràfols en palabras metafóricas como de un hombre extrovertido e introvertido a la vez y recuerda su importante faceta de intelectual y su tarea de enseñante. El crítico de arte Francesc Yvars describe a Ràfols como un ciudadano modélico, siempre sensible a las necesidades de su tiempo y como un pintor que convierte el espacio muerto en espacio vivo. La directora del PEN, Dolors Ollé, hace una paráfrasis del verso baudelairiano luxe, calme et volupté, refiriéndose al lujo de colores no sólo en la pintura, sino también en la poesía de Ràfols, a la calma de su armonía y, en vez de voluptuosidad, a su canto a la materia. Su apreciación me hace pensar en las palabras del mismo pintor al describir cómo trabaja un cuadro: "Voy avanzando por sensibilidad, y también por sensibilidad actúo, bajo la influencia de una luz que vi en el cielo o de un reflejo que entraba por la ventana... Los colores traducen estados anímicos. El azul tiene algo íntimo, como el rosa. Son colores que hablan en voz baja, como a mí me gusta que hablen".
Al salir de la sala, distintos grupos de personas prosiguen su homenaje al pintor hablando de él con sus amigos. De uno de esos grupos me llega un fogoso comentario: "¡Qué manía con eso de callado! ¿Ràfols? ¡Si es un hombre animadísimo!". Entonces pienso que Antoni Marí tenía razón al ver las dos facetas del carácter del pintor, y al mismo tiempo testimonio el hecho de que distintas personas pueden ver a ese -y cualquier- hombre de un modo radicalmente opuesto.
Observo a Ràfols: le felicitan, está fatigado y satisfecho. Y meditabundo: prefiere callar que mudar de personalidad deshaciéndose en gentilezas sociales. Recuerdo una idea suya: "El pensamiento es como un cristal empañado. El polvo del tiempo lo empaña". En Ràfols-Casamada la poesía se convierte en pintura, su pintura surge de la poesía, ambas se amalgaman, una nace de la otra y se nutre de ella. Al evocar los títulos de sus cuadros uno se sumerge en el poema: Ampit rosat, Interior en penombra, Transparència rosa, Horitzó verd, Cantata, Hivernacle, Remor de vent. Y, en el caso de Ràfols-Casamada, de la poesía a la pintura sólo hay un paso porque en su obra poesía y pintura se corresponden, como en el poema Correspondencias de Baudelaire se corresponden los perfumes, los colores y los sonidos. Así, el cuadro Cambra blanca puede corresponder a los versos: "Al mig de la cambra blanca la flor pètals i pol·len damunt la blanca taula", del mismo modo que la tela Nocturn urbà corresponde a este fragmento: "Brilla amb llums blaus la ciutat a la nit, ones de pols de plom pesen sobre les rodes dels taxis grocs...".
Una de las poéticas y reflexivas anotaciones en el dietario de Ràfols-Casamada -otra faceta importante de su obra- dice: "Cada verano es como una nueva infancia". En ello pienso mientras dejo atrás las voces de los felices participantes del homenaje, sumergiéndome en la cálida noche estival, esa larga fiesta que renace siempre. Y para despedirme de Ràfols me gustaría parafrasear el Bonjour monsieur Gauguin del cuadro homónimo del pintor francés, y saludar a Ràfols-Casamada deseándole "¡Buen verano, monsieur Ràfols, y una feliz nueva infancia!".
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