_
_
_
_
Tribuna:Alemania 2006 | México-Portugal
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un gol portugués

He leído que la selección española partió hacia Alemania en medio de la mayor indiferencia, aunque en Leipzig tuviera consigo al Príncipe de Asturias, al eterno Manolo y a millares de adeptos que vieron a su equipo realizar, contra Ucrania, la que hasta ahora ha sido la mejor exhibición de este Mundial. Aquí, en Portugal, todos hemos estado con nuestra selección. Y ella entra en nuestra casa a toda hora. En la cerveza, en el café, en el queso, en el bacalao, en el tinto y en el blanco; no hay producto de consumo habitual que no traiga consigo a la selección. Tanto entusiasmo lusitano y tanta moderación española sorprenderían ciertamente a don Miguel de Unamuno, que, en su incomparable Por tierras de Portugal y España, afirma que los portugueses son "un pueblo triste y trágico" al que le "gusta apoyar los codos en la nostalgia y mirar al pasado". Añade que hay que desconfiar de un pueblo así, capaz, de repente, de lanzar las tristezas al aire y con ellas tiranías y opresiones. Ha acontecido en algunas ocasiones y, como muestra, el 25 de abril portugués anticipó la transición democrática en España.

Para cantar, para escribir, para jugar al fútbol, hace falta llegar "al tronco negro del faraón"

Se me ocurre la idea, tal vez absurda, de que las manifestaciones de patriotismo a la vuelta de las selecciones podrían ser una respuesta instintiva a una globalización descontrolada que tiende a diluir identidades, uniformar comportamientos e imponer la hegemonía de los patrones dominantes. Nadie quiere perder el sentimiento de pertenencia ni disolverse en el mercado global. No cabe duda de que el fútbol es cada vez más una actividad sometida, entre otras cosas, a las grandes marcas. Hay jugadores cuya titularidad sólo se explica por razones comerciales. El fútbol no escapa a la ley del mercado. Paradójicamente, sin embargo, la televisión, que es uno de los instrumentos de homogeneización cultural, al llevar el Mundial a todas partes contribuye en cierto modo a la afirmación de la diversidad y la diferencia. Al globalizar el fútbol, el Mundial, transmitido por televisión, produce un efecto contrario al de la globalización homogeneizadora. Por más que las élites se olviden de las raíces, para los pueblos, aunque sea instintivamente, el fútbol, considerado a veces -en palabras de un intelectual francés- "el lugar terrible en el que se exprime todo lo más descaradamente estúpido que tienen las multitudes", funciona como un factor de reidentificación. Gracias al Mundial y a su teledifusión, los pueblos, a través de sus selecciones, afirman su nombre y su identidad.

A cada uno, sus españoles, dijo una vez el general De Gaulle en un contexto que es mejor no recordar. Uno de mis españoles preferidos es el cantaor de flamenco Manuel Torres, del que habla Rafael Alberti en sus Memorias. Decía él que para cantar flamenco "hace falta llegar al tronco negro del faraón". No me pregunten qué quiere decir. Es una metáfora extraordinaria y creo que nadie ha definido mejor la inspiración. Para cantar, para escribir, para jugar al fútbol, para todo hace falta llegar en ciertos momentos "al tronco negro del faraón". Yeats, el gran poeta irlandés, decía que se puede preparar un discurso como quien hace un poema. Lo mismo se puede decir respecto al fútbol. Maradona, por ejemplo. Bailaba el tango con el balón, había acordes de Piazzola en sus fintas y en sus regates rugía a veces uno de los tigres de Borges, a quien tal vez no le gustase el fútbol. O Di Stefano, que jugaba como quien escribe. O Garrincha, que regateaba como quien baila samba. O Eusebio, que tenía una gacela y todos los ritmos de África en cada pierna. Ojalá Figo, Deco, Pauleta, Ronaldo y compañía lleguen en el próximo partido con Irán al "tronco negro del faraón". Porque el pueblo necesita alegría. Inspiración en el fútbol, inspiración en la vida. Un poco más de poesía. Y un gran gol portugués.

Manuel Alegre es diputado del Parlamento portugués y poeta.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_