Avisos del FMI

El Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de divulgar su informe sobre la economía española, que siempre es una muy valiosa referencia para contrastar diagnósticos y políticas. Desde hace años, el FMI extiende además sus análisis más allá de la situación macroeconómica convencional, para aportar trabajos sectoriales específicos (como el del mercado de la vivienda) y, en todo caso, una valoración acerca de la estabilidad del sistema financiero.

En ambos terrenos, el diagnóstico expresado en este nuevo informe es favorable, pero son significativas y relevantes las advertencias que emite acerca de la sostenibilidad del patrón de crecimiento de la economía española y de los riesgos financieros asociados. Éstos derivan, de hecho, que no por ser conocidos son menos inquietantes: la excesiva concentración en la demanda de las familias y en la construcción residencial, además de una muy marcada dependencia energética. A más largo plazo, el Fondo advierte de los costes fiscales derivados del envejecimiento de la población.

El déficit de la balanza de pagos por cuenta corriente es la manifestación más visible de las limitaciones de la economía española. Tienen gran parte de su origen en una erosión de la competitividad, en la que siguen incidiendo de forma muy significativa una tasa de crecimiento de los precios muy superior a la de los socios comerciales y un paupérrimo aumento de la productividad, impropio de una economía moderna.

El Fondo coincide con el informe reciente del Banco de España en advertir de las peligrosas consecuencias con que amenaza el elevado endeudamiento de las familias en un entorno de tipos de interés al alza. Aunque la superación de las tensiones financieras derivadas de esa excesiva relación entre deuda y renta disponible encuentra en la salud y eficiencia del sistema financiero español un muy importante paliativo, sería un grave error confiar en automatismos correctores y no propiciar con políticas activas de oferta la necesaria diversificación del patrón de crecimiento.

Reformas adicionales en el mercado de trabajo, la intensificación de la inversión en investigación y desarrollo, así como la desregulación de los sectores más protegidos de la competencia y de los sistemas de distribución, siguen siendo las recomendaciones, que no por repetidas han perdido su vigencia. La necesidad de muchas de estas medidas no son cuestionadas por nadie y algunas están incluso enunciadas en el Plan de Reformas del Gobierno -que es valorado positivamente por el FMI-. Pero parece evidente que, ante la evaluación general que se hace de la situación, sería muy conveniente acelerar la aplicación de algunas de ellas. Las advertencias y recomendaciones que hoy hace el Fondo tienen mucho sentido y han de tenerse en cuenta si se quiere impedir que al final acabe echándose a perder una de las décadas más favorables de la historia económica española.