"Valentía no, tristeza un rato"
El joven montañero que intentó salvar a un camionero en la A-1 acudió ayer al tanatorio a conocer a la familia
Vicente Sánchez arriesgó el viernes su vida para salvar a Rubén, cuyo camión se precipitó por un puente en el kilómetro 55 de la A-1. El montañero madrileño intentó rescatar de las llamas al joven camionero de 23 años, que murió en sus brazos instantes después. Ayer, a las 15.30, se acercó al tanatorio del cementerio de Colmenar Viejo, Madrid, para conocer a la familia de Rubén, que expresó a este periódico su deseo de conocer a Vicente.
Criado en el madrileño barrio de Usera, hijo de fruteros y universitario que hizo dos carreras a base de becas, asegura que la rapidez de reflejos que demostró el viernes se la enseñó la montaña: "Me siento afortunado porque hay mucha gente que hace cosas así y pasan inadvertidas; pero tengo la tristeza de haberme mostrado impotente: si lo hubiera podido salvar, hubiera sido un orgullo perfecto".
"Es valiente y arriesgado en todos los aspectos de la vida", dice su novia
Vicente es secretario de salud laboral en CC OO. El sindicato es para él una "vocación"
La infancia de Vicente fue difícil. Sólo tiene tres fotos que la documenten: una del bautizo, otra de la comunión y una tercera de una fiesta de Reyes Magos en la guardería. Dice que de pequeño apenas veía a sus padres, que estaban todo el día trabajando en la frutería Miguel y Tina, en el mercado de Jesús del Gran Poder, en el madrileño barrio de Usera. No había tiempo demasiado tiempo para fotos de familia. Su independencia y su autonomía, dice, se forjaron en aquellas tardes solitarias.
Lo que sí heredó de sus padres fue la idea de anteponer los valores comunes a los individuales. Una idea que le empujó el viernes a deslizarse sin pensarlo dos veces por un terraplén y acercarse a un camión en llamas para socorrer a un hombre en apuros. No consiguió su objetivo, pero al menos hizo todo lo posible mientras otros sólo miraban.
Cuando ayer por la noche quedó con Rebeca, su novia, le contó la historia sin darse ninguna importancia. De hecho, ella sólo se dio realmente cuenta de lo que había hecho su novio cuando abrió este periódico, ayer por la mañana. "Es valiente y arriesgado en todos los aspectos de la vida", dice Rebeca, caminando por una pista de tierra de Cabanillas de la Sierra, a pocos metros de donde el viernes se produjo el accidente. Vicente interrumpe a su chica. "Valentía, no; tristeza un rato". Y ella prosigue: "Es muy lanzado y tiene una serenidad que le permite actuar: yo creo que todo eso le viene de la montaña".
Ramón Callejo, su amigo escalador que el viernes colaboró en la maniobra de rescate, se funde en un abrazo con él. Quieren ir juntos a ver a la familia del camionero, al tanatorio de Colmenar Viejo. Ramón habla de su amigo: "Me gusta ver que es prudente y responsable, y admiro que tenga esa templanza para reaccionar en el momento adecuado. En la montaña, es igual, siempre mantiene la calma".
Vicente y Ramón entran en el tanatorio del cementerio de Colmenar Viejo a las 15.45 de la tarde. Sale a recibirles Lourdes, la hermana mayor del camionero fallecido, que quiere conocer al hombre que intentó salvar a su hermano. La familia entera se abraza con ellos. Preguntas, abrazos, lágrimas. Ramón y Vicente aguantan el tipo con serenidad. El padre de Rubén les dice que espera que vayan pronto a visitarle pronto a Nava de Roa, el pueblo burgalés en el que horas más tarde recalarán los restos de su hijo. Los hermanos pequeños y la novia de Rubén están destrozados.
"Me ha impactado que la familia fuera tan joven", cuenta más tarde Ramón, sentado en un banco en Colmenar Viejo. "No sabía bien qué decirles, además de lo siento. Ellos nos han agradecido mucho el esfuerzo".
Lourdes, la hermana mayor, de 30 años, hace un retrato emocionado de su hermano: "Rubén era una bellísima persona y un chico muy trabajador. Tan trabajador que podría haberse tomado el viernes por la tarde libre, pero prefirió estar en el camión. Sólo vivía para su novia y para sus hermanos, era una ejemplo de hermano".
Vicente se acaba de comprar una casa en Carabanchel, pero todavía no ha podido instalarse en ella. Sigue viviendo en casa de sus padres, le cuesta reunir el dinero necesario para empezar a poner muebles y acondicionarla. Su sueldo de secretario de salud laboral de la Federación de Construcción de Comisiones Obreras tampoco da para mucho.
Se afilió a los 20 años y le dedica todas las horas necesarias de lunes a viernes. "El sindicato no es un trabajo, es una vocación, trabajas por unas ideas. Cuando llega el fin de semana, la mejor manera de desconectar es irse a escalar. Lo que me hace crecer es la montaña, ahí experimentas tus propios límites, aprendes a saber retirarte a tiempo".
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