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Reportaje:

Vicente no se lo pensó dos veces

Un montañero intenta salvar al conductor de un camión incendiado que cayó desde un puente de 30 metros en la A-1

"Sacadme de aquí", gritó Rubén, medio cuerpo fuera de la cabina de su camión en llamas. Los brazos de Vicente Sánchez, un escalador aficionado de 27 años, se desplegaron hacia él. Eran las 17.45 de ayer, en el kilómetro 55 de la A-I, en Madrid. Vicente descendió por un terraplén de 30 metros cuando vio el humo. El fuego y una inminente explosión no le arredraron. Vicente se cargó al camionero, de 23 años, a la espalda y lo llevó a resguardo. Él y otro conductor intentaron reanimarle. No pudieron.

Vicente sale magullado de entre la espesa humareda negra con su camiseta roja desgarrada. La cara ennegrecida, la mirada triste. "Ha muerto", dice con una pasmosa serenidad. En sus brazos acaba de fallecer Rubén, un conductor de 23 años cuyo camión se ha precipitado 20 minutos antes por el puente del kilómetro 55 de la autovía de Burgos (A-1), en el término municipal de Cabanillas de la Sierra, en Madrid.

"El tema no es tener un problema sino cómo reaccionar ante él", dice uno de los rescatadores
"Quiero ir a dar un paseo" fueron las últimas palabras de Rubén

A Vicente no le tiembla la voz ni el pulso. Pide alejarse del lugar de los hechos para contar su crónica de un salvamento frustrado. Todo sucede con la fugacidad propia de un accidente. El camión de Rubén circula cuesta abajo por la A-1. Son las 17.45 de ayer viernes. El suelo está mojado, caen pequeñas tormentas por los alrededores del Puerto de Somosierra y el camión, de gran tonelaje y portador de una carga de madera, choca contra la mediana y se precipita desde un puente de unos 30 metros, por un terraplén.

La primera explosión y las grandes llamas, que suben 20 metros arriba hasta el asfalto, es lo primero que ven Ramón Callejo , de 29 años, y Vicente Sánchez, de 27, dos madrileños que vuelven de un día de escalada frustrada (por la fuerza de los relámpagos) en el Pico de la Miel, en La Cabrera. "Párate después del puente", le grita Vicente a Ramón, tras un rápido análisis de la situación y viendo que hay un terraplén por el que poder bajar a prestar socorro. Ya hay una decena de coches, cuentan, detenidos en el puente. La gente contempla boquiabierta las llamas.

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Ramón y Vicente se bajan a la carrera del coche y entre gritos se reparten con asombrosa rapidez de reflejos los papeles. Ramón se queda arriba por si Vicente le tiene que dar instrucciones desde abajo. Vicente, ante el peligro que ofrece el terraplén, baja haciendo una ese hacia el camión, que está ardiendo con el conductor dentro. Sus conocimientos de escalada le ayudan a ejecutar la maniobra con velozmente, con agilidad.

Se acerca a unos diez metros, vigilando dónde queda el depósito de gasolina para no exponerse más de la cuenta a una posible explosión. Sin conocer la carga del camión, se dice a sí mismo, en cualquier momento puede haber un petardazo. En ese instante, Rubén consigue sacar medio cuerpo fuera del camión. "Sacadme de aquí", grita. Vicente se acerca, los brazos extendidos. Carga a Rubén sobre sus hombros. A los dos segundos llega otro joven, que resulta ser técnico de la Cruz Roja. Le ayuda a llevarse al hombre accidentado 50 metros más allá.

"Nos colocamos detrás del pilar, que era de más de dos metros de anchura, para que nos tapara por si había más explosiones", cuenta media hora más tarde Vicente, en un restaurante de carretera, con una taza de manzanilla en la mano. Tiene un pequeño corte en el dedo índice de la mano izquierda y rastros de sangre en el pantalón.

Vicente y su espontáneo compañero de rescate intentan reanimar al conductor del camión. Le colocan de lado para intentar que respire mejor. Suenan dos explosiones. Los neumáticos del camión han estallado. La cartera del accidentado ha caído al suelo. Comprueban que se llama Rubén y empiezan a llamarle por su nombre. "Me muero, me muero, quiero ir a dar un paseo", son las últimas palabras del joven camionero.

"Suele ocurrir", explica Vicente, que como buen escalador ha seguido cursos de primeros auxilios. "Es el clásico shock de supervivencia". Una subida de adrenalina que se reparte por todo el cuerpo, explica, es la que permite a una persona como Rubén sobreponerse a sus heridas, por unos instantes y reunir fuerzas para salir de la cabina. Después, una vez hecho el descomunal esfuerzo, las consecuencias del accidente se acaban imponiendo. "Tenía el brazo roto y una costilla hundida. Pero sobre todo, debía de haber respirado mucho humo", dice Vicente.

Durante todo el rescate, Ramón, que trabaja como impresor de artes gráficas, sigue el suceso desde arriba, pregunta a gritos por el estado del conductor del camión. "Vivo y estable", grita Vicente. Sabe que cuando hay una situación de peligro en la montaña, los mensajes claros y escuetos son los mejores. Un guardia civil aparca su moto en el arcén apenas cinco minutos después del accidente.

Más intentos de reanimación, cada vez menor respuesta. "Yo me seguía agarrando a la esperanza de que estuviera vivo", cuenta Vicente, "hasta que han llegado los servicios de emergencia y nos han confirmado que estaba muerto". En efecto, unos 20 minutos después del accidente llegaban la ambulancia de urgencias y los bomberos. El cadáver de Rubén tuvo que ser subido por agentes de la Guardia Civil desde el fondo del barranco.

En ese momento, viernes por la tarde, los coches que salen de Madrid de fin de semana se empiezan a agolpar en la autovía. El accidente provoca el corte de la autopista, en dirección a Burgos. A las siete de la tarde, las colas alcanzan los 11 kilómetros.

La serenidad con la que cuenta el suceso Vicente Sánchez obedece, dice, a dos factores: 1) Su experiencia como escalador, "en la montaña siempre pasa algo", dice; 2) su familiaridad con la muerte, que casi a diario se cruza en su vida: trabaja como secretario de salud laboral de la Federación de construcción del sindicato CCOO: "Este año llevamos ya 100 muertos en la construcción, todos los días me llaman para decir que ha muerto otro trabajador".

El cadáver de Rubén fue trasladado ayer al tanatorio de Colmenar Viejo, donde hoy se le practicará la autopsia, informa Francisco Javier Barroso. Rubén, el segundo de cuatro hermanos de una familia de Burgos, no había tenido nunca un accidente de tráfico. Ayer viajaba por la A-1 procedente de la localidad burgalesa de Navas de Roa, con su carga de madera hacia la capital.

Rubén llevaba dos años trabajando con su camión. Estaba soltero.

Una de sus hermanas se enteró anoche en el tanatorio de Colmenar por este periódico de que un montañero se había jugado la vida para intentar salvar a un hombre que no conocía: "Agradecemos al montañero todo lo que ha hecho aunque al final mi hermano haya muerto. Perdone", continuó, "no puedo seguir hablando. Mi madre está destrozada".

Varias horas después del suceso y poco antes de cenar, Vicente, por teléfono, confesaba que todavía no se había hecho del todo a la idea de lo vivido. Queda la imagen de este montañero, emergiendo con su barba y su pelo desaliñados, entre el humo negro, apesadumbrado y sereno.

La asombrosa rapidez de reflejos de la pareja de escaladores la explica Ramón, el impresor, el que se quedó arriba, apoyando a Vicente durante el rescate: "Lo importante es saber reaccionar", dice con aplomo, "lo lamentable es quedarse ahí, mirando, sin hacer nada. El tema no es tener un problema sino cómo reaccionar ante el problema".

Vicente Sánchez, en el momento de sacar al camionero.
Vicente Sánchez, en el momento de sacar al camionero.CLAUDIO ÁLVAREZ

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