Abbas convoca el referéndum palestino para el 26 de julio
Los electores votarán un documento que supone el reconocimiento implícito del Estado de Israel
El órdago se ha consumado. Los palestinos están convocados a las urnas el próximo 26 de julio para votar un documento que supone el reconocimiento implícito del Estado de Israel. El presidente y máximo líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Mahmud Abbas, lo anunció ayer en Ramala. Abbas opina que los electores (1,7 millones) tienen la última palabra ante el fracaso del diálogo entre las facciones.
El gobernante Hamás rechaza la consulta de plano y llama a boicotear este "intento de golpe de Estado". Los votantes deberán responder sí o no a "¿está usted de acuerdo con el documento de acuerdo nacional, el documento de los prisioneros?".
El Gobierno de Hamás rechaza la consulta y pide boicotear "este intento de golpe de Estado"
Los 46 días que restan "van a ser muy duros", advierte el profesor de Ciencia Política Alí Jarbaui. Opina que "pueden ocurrir dos cosas o ambas a la vez". "Todas las facciones están presionadas para llegar a un acuerdo y que no haya referéndum". Abbas recalcó que el fin no es la cita electoral, sino lograr un acuerdo sobre el futuro Estado palestino. Desde la victoria de Hamás, el Gobierno está sometido a un cerco político y económico, dijo Abbas, y añadió: "Si queremos un final feliz, tenemos que alcanzar un acuerdo". Pero Hamás aboga por seguir hablando. La segunda opción, según Jarbaui, es que "luchen en las calles, como está ocurriendo, para impedir la consulta". Considera "el momento muy peligroso". "Veo el referéndum como un catalizador de una guerra civil", dice.
Hay un término en el que coincide cualquier observador: conmoción. Resume el estado de Al Fatah. Y del que trata de recuperarse tras perder los comicios legislativos del 25 de enero, tras medio siglo de monopolio de la vida política palestina. Las disputas internas para la elaboración de las listas en el partido del presidente fueron a cara de perro. Y se presentaron divididos. Pagaron la factura en las urnas. Hamás cosechó 74 de los 132 diputados, y Al Fatah, 46. Ahora, el partido fundado por Yasir Arafat a finales de los años cincuenta comienza a ofrecer muestras de tibia unidad, después de que Abbas haya dado el puñetazo en la mesa. Una condición imprescindible para enfrentarse a los islamistas. El presidente ha decidido jugársela después de varias semanas de negociaciones que han sido más bien un diálogo de sordos.
Sólo hay una diferencia insalvable. No discrepan las facciones sobre los puntos recogidos en la propuesta acordada hace un mes por uno de los principales líderes de Al Fatah, Maruan Barghuti, y por Abdel Halek Natshe, figura prominente de Hamás, recluidos en una prisión israelí. Ambas partes suscribirían la inmensa mayoría de los 18 puntos del llamado Documento de los Prisioneros. La madre del cordero es el reconocimiento de Israel, implícito en el pacto. Éste recoge la fundación de un Estado palestino en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Oriental; el derecho al retorno de los refugiados; la liberación de los casi 10.000 presos encarcelados en Israel, y continuar la resistencia únicamente en los territorios ocupados. No supondrían estas premisas ningún obstáculo insalvable. Pero la legitimación por parte de Hamás de todos los acuerdos suscritos por la OLP, unido a la creación de un Estado en las fronteras anteriores a la guerra de junio de 1967, lleva implícito el reconocimiento del Estado judío. Y, por el momento, Hamás se muestra incapaz de dar ese paso.
El movimiento islamista modera su lenguaje, emplea el vocablo negociación -tabú hasta hace pocos meses- en referencia a Israel, aunque sea para cuestiones puntuales; y hasta ayer -tras la muerte de siete civiles la víspera- su milicia, las Brigadas de Ezzedin al Kassam, no pegó un tiro. "La OLP pretende crear un Estado palestino. Pero Hamás y los Hermanos Musulmanes promueven un plan mucho más duradero. Para Hamás, la recuperación de los territorios ocupados es sólo una etapa. Por eso no pueden aceptar el fin del conflicto", asegura el escritor y analista Ashraf Ajrami.
El referéndum será planteado como un voto de confianza sobre el Gobierno fundamentalista, pero puede desnaturalizarse si la participación es baja por el boicot de Hamás. También Yihad Islámica ha reclamado a Abbas que lo anule.
[Horas después de anunciar la fecha, el primer ministro, Ismail Haniya, se reunió con Abbas en Gaza para "explicarle los riesgos del referéndum, que podría causar divisiones históricas entre los palestinos". Abbas se mostró dispuesto a desconvocar la consulta si las facciones se ponen de acuerdo y aceptan el documento, informa Efe.]
Las encuestas ofrecen amplio margen al sí. Pero ya sucedió en las elecciones de enero. Y Al Fatah perdió. Sostiene Jarbaui que si Abbas gana "tendrá más munición para echar a Hamás; pero si pierde, deberá irse a casa". La inestabilidad política en los territorios ocupados -al borde de la guerra civil, según políticos y analistas- se refleja en los choques a tiros entre las facciones rivales. Hace tres semanas, Jarbaui aseguraba sobre las frustradas negociaciones: "No creo que se logre nada. Hay demasiada desconfianza. Lo que se necesita es que Hamás reconozca la crisis y que Al Fatah no la utilice para derribar al Gobierno, pero el presidente y el Ejecutivo caminan por diferentes vías". Y las milicias de ambos grupos se buscan las cosquillas.
La quincena de muertes en las cuatro últimas semanas puede convertirse en un pie de página, aunque tanto Abbas como Haniya aseguran que la guerra civil queda fuera del vocabulario palestino. "Sólo veo una salida, la formación de un Gobierno de independientes", destaca Jarbaui. Pero, como sucedió en las negociaciones para formar el Ejecutivo, los dirigentes ajenos a Al Fatah y Hamás más prestigiosos -Salam Fayad, Hanan Ashraui o Mustafá Barghuti- no se mostraron dispuestos a ser ministros si Hamás no reconocía Israel.
Abbas tampoco ha recabado apoyo internacional. Nadie ha salido a la palestra para respaldarle. Israel ya ha rechazado el documento que se someterá a referéndum, por mucho que se adecuara a las resoluciones de la ONU. Pero es que el destinatario no es el Estado sionista; la consulta se plantea para minar al Gobierno islamista. Sin referirse tampoco al plebiscito, sí es patente la preocupación en Egipto. En Jordania no hay temor, sino pánico a la desestabilización de los territorios palestinos.
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