Henin, el triunfo del tesón

La tónica que marcaban las estadísticas no se rompió. La tenista belga Justine Henin, de 24 años, superaba a la rusa Svetlana Kuznetsova por 10-1 en sus enfrentamientos particulares antes de la final y la tónica no cambió. Pero esta vez, la victoria fue especialmente importante para Henin, puesto que le abrió las puertas de su tercer título de Roland Garros. Ahora, la jugadora belga, procedente de la zona valona, suma cinco títulos del Grand Slam -Open de Australia en 2004 y de Estados Unidos en 2003- y le falta solamente ganar en Wimbledon, donde perdió la final en 2001, para redondear un palmarés de los más brillantes del circuito actual.

Henin se impuso por 6-4, 6-4 en 1 hora y 36 minutos, en una final que no pasará a la historia. No fue un gran partido y la belga lo tuvo siempre bajo control. Dominó las dos mangas por 5-3 y las concluyó ambas la primera vez que sirvió para ganarlas. "El momento crucial fue con 3-3 en la segunda manga", explicó Henin, porque justo después logró el break que le permitió encarar la recta final de su victoria. "Lo más importante es que fue entonces cuando jugué mi mejor tenis".

El suyo volvió a ser el triunfo del tesón. Henin siempre ha tenido que luchar contra los mil inconvenientes que se han ido cerniendo en su camino. Primero fue la muerte de su madre a los 13 años, después de haberle prometido, a los 11, cuando viajaron juntas a París que algún día jugaría una final en Roland Garros. Después, los problemas con su padre que la obligaron a emanciparse. Luego prosiguió el fallecimiento de su abuelo, justo el día en que debía disputar la final de Wimbledon. Y en 2004 vivió uno de sus peores años, marcado por las lesiones y la afección del virus cytomegalo.

Su drama no acabó ahí. Esta misma temporada alcanzó la final del Open de Australia, pero tuvo que abandonar cuando perdía por 6-1 y 2-0 ante la francesa Amelie Mauresmo, como consecuencia de unos problemas gástricos. Afortunadamente, la ocasión de ganar otro grande se repitió acto seguido. París le abrió de nuevo las puertas del título y ella fue escalando eslabones de una forma espectacular, hasta convertirse en la primera jugadora que gana el torneo sin haber perdido ni una manga desde que lo lograra Arantxa Sánchez Vicario en 1994. "No es que hubiera ninguna revancha. Simplemente quería olvidar lo que había pasado en Melbourne y seguir con mi tónica de ganar un título grande cada temporada", indicó Henin. "Pero en toda esta historia hay detrás el trabajo de un hombre fundamental para mí y es mi entrenador, Carlos Rodríguez. Hace 10 años que colaboramos y siempre encuentra las palabras justas para motivarme. Sin él ni siquiera sé si habría sido tenista. Hemos pasado por momentos difíciles, altos y bajos, pero seguimos juntos y espero que así continuaremos".

Henin parece débil y enfermiza. Pero en la pista posee una fuerza que nadie sabe exactamente de dónde procede. "Puede que la muerte de mi madre forjara mi carácter", señaló recientemente en una entrevista. Ayer le ofreció su tercer título en Roland Garros.