Esfuerzo y recompensa
Leo y leo y otra vez leo. Llueve y hay una ventana y una calle que el narrador imagina y que no es sino la vida y la memoria de las cosas que han sucedido. Escucho las campanas de San Juan en el Maresme, pero también es Londres y hay niños que cantan en recuerdo de Guy Fawkes y la noche de la conspiración de la pólvora. Así se titula el libro y uno de los relatos que contiene. La noche de la conspiración de la pólvora es la última entrega como narrador de Juan Antonio Masoliver Ródenas (Barcelona, 1939), un libro inclasificable que descuartiza la idea de la lectura como placer sosegado, pues su autor, que es también poeta, traductor y crítico literario, nos ofrece cuentos a modo de recordatorio que revelan una memoria áspera, en ocasiones angustiosa. Historias inventadas, personajes reales, nombres propios, ¿qué más da?, lo que importa es el esfuerzo que hay que hacer para adentrarse en ese mundo poético, surrealista, poco nostálgico, aprovechable y escatológico de Masoliver.
LA NOCHE DE LA CONSPIRACIÓN DE LA PÓLVORA
Juan Antonio Masoliver Ródenas
Acantilado. Barcelona, 2006
230 páginas. 17 euros
El escritor es un magnífico creador de imágenes fascinantes que abordan con impudor no tanto la memoria sino las palabras que la señalan. Todo porque el juego y el deseo infantil no admiten metáforas. Hay culo y braga y coño y polla y follar y paja y raja y pito y ese orín constante que no es lluvia dorada sino curiosidad y placer. Cuentos densos los de La noche de la conspiración de la pólvora que contienen otros cuentos. Sólo un ejemplo: la increíble partida de frontón entre Armando y Galera dentro de La abuela aragonesa. Masoliver no escatima descaro y crueldad en esa memoria procaz donde las lágrimas y los orines van juntos. Ni tampoco preguntas: "¿Cómo puedo ver con tanta nitidez lo que antes me parecía no ver y desde luego no importarme?" "¿Cuánto tiempo puede estar esperando un ser humano a otro ser humano cuando lo necesita?" Hay esfuerzo, sí, pero es muy grande la recompensa.
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