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La solidaridad catalana es femenina

Históricamente la sociedad catalana ha dado amplias muestras de su capacidad para organizarse. Entre estas numerosas iniciativas encontramos la red de las denominadas ONGD (Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo) que nos hemos fijado el modesto objetivo de cambiar el mundo, transformar un mundo donde predominan las relaciones injustas e inequitativas entre los países y las personas, en el que las mujeres constituyen el 70% de los 1.500 millones de personas que viven en la pobreza absoluta. Es precisamente la situación de subordinación y exclusión de las mujeres el elemento más característico -subyacente al resto de injusticias- del sistema económico, político, social e ideológico dominante: el patriarcado.

Las ONGD, pese a su inequívoco compromiso con la lucha por la erradicación de la pobreza y la injusticia, no dejamos de ser reflejo de la sociedad a la que pertenecemos, por lo que no estamos exentas de reproducir en nuestras estructuras y trabajo las relaciones inequitativas entre los hombres y las mujeres. Por este motivo y en aras de la coherencia y de contribuir eficazmente a la lucha contra la injusticia, tenemos que ser suficientemente autocríticas para revisar nuestros discursos, evaluar nuestras estructuras y nuestra labor, buscar nuestras debilidades y la forma de superarlas. Este ejercicio lo ha hecho recientemente la Federación Catalana de ONGD -que agrupa a buena parte de las ONG de Cataluña- mediante un estudio-diagnóstico sobre el estado de la incorporación de la perspectiva de género en las organizaciones que la integran. Se entiende por perspectiva de género el planteamiento político, teórico y técnico que propone una modificación de las estructuras de desigualdad de género en todos los ámbitos de la vida. Esto significa el cuestionamiento de las estructuras y valores que reproducen la desigualdad entre hombres y mujeres, y comporta un compromiso institucional para modificar la condición y posición de las mujeres y conseguir relaciones más justas, equitativas y solidarias entre hombres y mujeres.

El estudio (en el que han participado 48 entidades) demuestra que el ámbito de la solidaridad no escapa de la realidad social en la que está inmerso. En este sentido, podemos citar algunos datos significativos del estudio. La presencia femenina en la cooperación para el desarrollo en Cataluña es mayoritaria: entre el personal contratado de las ONGD, las mujeres son más del doble que los hombres y hay 1,5 mujeres por cada hombre dentro del personal voluntario. En cambio, la vinculación en forma de voluntariado político (esfera de la toma de decisiones como las juntas directivas, patronatos, etcétera) es del 54% en el caso de los hombres frente al 29% de mujeres. Lo mismo sucede en los equipos técnicos, en los que en los puestos de dirección y coordinación general predominan los hombres, que además llegan a dichos puestos a edad más temprana que las mujeres, mientras que en el staff intermedio la predominancia es femenina. Y la pauta se repite cuando se analizan temas como contratación y jornadas laborales (mayoría de mujeres a jornada igual o inferior a 20 horas), mientras que cuando hablamos de grados de formación en términos absolutos es superior el número de mujeres con licenciaturas y masters de posgrado que el de hombres.

Ante este panorama las ONGD tenemos el reto de saber reconducir nuestra forma de organizarnos y trabajar, incorporando el cambio de paradigma que supone la perspectiva de género, para conseguir ser verdaderos agentes de transformación social. Se trata de una labor urgente y fundamental en estos momentos de economía globalizada que ahonda de forma brutal la brecha entre quienes se pueden permitir el lujo de despilfarrar y quienes nada tienen. Reconocer, apreciar y visibilizar el valor de la aportación de las mujeres al desarrollo de la sociedad es cuestión de justicia.

Josefina Manzano y Gustavo Duch, integrantes de Veterinarios sin Fronteras.

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