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Reportaje:

En memoria de los juegos perdidos

El Ayuntamiento recupera en un libro los divertimentos infantiles más tradicionales a través de los testimonios de mujeres

F. Javier Barroso

Los videojuegos, la televisión e Internet han acabado con los juegos tradicionales de los chiquillos en plazas y parques. Es raro hoy en día ver a niños jugar a las canicas, hacer bailar una peonza o incluso saltar a la comba. El Ayuntamiento de Madrid ha editado un libro en el que se recogen 38 juegos, gracias a la memoria de mujeres que pasaron su infancia entre los años treinta y cincuenta.

La idea surgió de la Dirección General de Igualdad de Oportunidades, dependiente del Área de Empleo y Servicios a la Ciudadanía. Para ello creó 21 talleres por los distritos de la capital en los que participaron mujeres de todas las edades y condiciones. El objetivo era recuperar los juegos y las tradiciones de las mujeres de la capital.

"Con estos talleres conseguíamos un doble objetivo. Primero, que las mujeres se reunieran, salieran de sus casas y tuvieran un punto de encuentro donde hablar de sus cosas. El segundo era poder sacar a la luz todos aquellos juegos que se están perdiendo", explicó la directora general de Igualdad de Oportunidades, Asunción Miura Biendicho.

Los seminarios se desarrollaron entre octubre y noviembre de 2004 en centros culturales. A raíz de estas reuniones, fueron recuperados los juegos que practicaron las participantes. Una ficha describe dónde y cuándo se juega.

Algunos llaman la atención, ya que se dejaron de jugar hace muchos años. Entre ellos están los alfileres de colores, también conocido como los bonis. Existen diversas variantes de este divertimento, en el que participan entre dos y diez chiquillos. Una de ellas consistía en depositar varios alfileres en el suelo. Cada participante apoyaba la mano sobre ellos y los que se le quedaban pegados pasaban a ser de su propiedad.

La variante "porra y tapia" hacía valer más el azar. Para ello bastaba con esconder dos alfileres en una mano. Si tenían la cabeza en el mismo sentido, era una porra. Si estaban opuestos, una tapia. El juego consistía en adivinar en qué posición estaban. Ganaba el que más acertaba. "Mi acerico era la envidia de mis amigas. Era un auténtico arco iris de colores", señaló una participante del distrito de Chamartín.

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Otra diversión que se jugaba en los soportales y en los patios de vecindad era las comiditas o cocinitas. Aquí no hay reglas de juego. Bastaba con levantar un fogón con los materiales que había más a mano, como un ladrillo, una caja de zapatos o envases de medicamentos. "Las niñas sacaban todo tipo de mejunjes mezclando agua con arena. El guiso era cuando menos catado por las jugadoras", señala el libro.

La publicación no tiene sólo juegos típicos de niñas. Hace un detallado repaso también a las diversiones más habituales de los niños, como las canicas, las chapas y las peonzas. "Lo fundamental es saber bailar, para lo cual hay que anudar fuertemente el cordel a la peonza y lanzarla con un golpe seco. Entonces se juega a ver quién la hace bailar durante más tiempo, quién puede hacer figuras más atrevidas o cómo pasársela de una mano a otra", añade el libro.

Algún juego recopilado en la guía ha servido de inspiración a pintores. Es el caso de la gallina ciega y del maestro Francisco Goya, que plasmó este divertimento en 1788.

A uno de los participantes le son tapados los ojos con un pañuelo, de manera que no pueda ver nada. Entonces empieza un diálogo con el resto de participantes del juego.

-Gallinita ciega, ¿qué se te ha perdido?

-Una aguja y un dedal.

-Pues da tres vueltas y lo encontrarás.

Los jugadores se desperdigaban por la plaza o el parque y la gallinita tenía que encontrarlos y adivinar de quién se trataba. "Muchas veces nos cambiábamos la ropa y el peinado para confundir a la gallinita", comentó una vecina de Hortaleza.

El libro repasa juegos como el escondite, los disparates, el diábolo, la taba, la zapatilla por detrás, la goma, la comba...

Los ejemplares han sido distribuidos entre las participantes en los talleres, en las bibliotecas municipales y en los centros escolares. "A los niños les ha sorprendido lo divertidos que son estos juegos y la cantidad de amigos que hacen", concluye Miura. "Ha tenido tanto éxito que no descarto que tengamos que reeditarlo".

También puede ser consultado en la sección de Publicaciones de la página de Internet del Ayuntamiento de Madrid (www.munimadrid.es).

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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