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La nueva cultura urbana

La separación entre las políticas urbanas y culturales y los procesos reales de la sociedad civil, los barrios y las comunidades va en aumento, y tiene su máxima expresión en la pervivencia del urbanismo del despotismo ilustrado, ahora en condiciones de mayor complejidad, ya que tiene la responsabilidad de servir a la comunidad y, al mismo tiempo, algunos de sus gestores intentan participar en las estrategias financieras e inmobiliarias del crecimiento económico y de las intervenciones de mayor escala. Una gestión del urbanismo que necesita mostrarse muy complicada, maquillando la realidad de los hechos y volviéndose borrosa.

En este contexto no es casual que gestores de las políticas públicas, cuando las abandonan, tengan la tentación de pasar a trabajar con los operadores privados a los que han favorecido desde su etapa en la Administración; algo que las leyes de incompatibilidad van a controlar cada vez más.

Por esto, los auténticos políticos, los que proponen políticas sociales progresistas, como Salvador Milà, son relevados por ser tan insistentes en su fidelidad a unos principios éticos y a unas políticas sociales y medioambientalistas. Hay una lucha interna en las altas esferas entre los que viven la política como bien público en función de las necesidades, los derechos y las aspiraciones de los diversos sectores sociales y aquellos que entienden que ha de ser operativa a los intereses del poder económico y mediático.

De esta crisis está surgiendo una nueva cultura urbana, de momento minoritaria, impulsada por movimientos vecinales, alternativos y no gubernamentales, que entienden que el espacio público se hace a través de la práctica, que parten de una nueva concepción de ciudadanía que rechaza el papel otorgado como pasiva masa consumidora y que reclama ser protagonista activo. Las actividades de la Plataforma Can Ricart, reconocida con una medalla 2006 del FAD por su nueva manera de hacer política urbana, participativa y multidisciplinar, rigurosa en la investigación y creativa en las propuestas, o las reivindicaciones de la Plataforma Vecinal Contra el Plan Caufec son muestras de este renacer de una cultura urbana democrática basada en la multiplicación de redes de investigación y cooperación, debate, difusión y acción.

En los últimos días de abril se han presentado proyectos artísticos y sociales que demuestran esta nueva vitalidad social, más allá del anquilosamiento administrativo. Idensitat Calaf / Manresa 05, coordinado por Ramón Parramón, consiste en la realización de una serie de proyectos de investigación artística e interacción social en ambos núcleos urbanos, dirigidos a la crítica, a la pedagogía, a los proyectos sociales y a la creación de redes de debate y participación. Y Quórum ha presentado su catálogo y una segunda edición de actividades en las que confluyen los proyectos artísticos y los medios de expresión de las culturas y realidades sociales que conviven en el Raval de Barcelona. Su comisaria, Rosa Pera, tiene el encargo de la Secretaría para la Inmigración de la Generalitat de Cataluña de llevar este proceso de diálogo entre culturas, expresiones artísticas y medios de comunicación locales a los barrios de mayor complejidad cultural del territorio catalán.

Se está desvelando así cuál es el lugar metropolitano del arte, que ya no son la galería y el museo, sino el espacio público y la acción; lo importante ya no es la obra como resultado final, sino el proceso; ya no es un autor único el artista pretendidamente genial (generalmente hombre), sino un equipo, muchas veces multidisciplinar; y se ha abandonado el elitismo de las vanguardias para acercarse a la vida cotidiana.

Cómo aumentaría aún más la eficacia de la Ley de Barrios si dejasen de controlarla, de una vez, urbanistas, gestores y funcionarios que siguen actuando a la vieja usanza, que son incapaces de salir del modo compartimentado de afrontar cualquier intervención, que proyectan desde sus despachos sus a prioris y su cansina inercia, y que al no pisar los barrios en los que intervienen no pueden captar las diferencias. Cómo mejoraría si se tuvieran en cuenta las investigaciones multidisciplinares, los proyectos artísticos, las experiencias pedagógicas, los talleres dedicados a urbanismo y género, los movimientos contra la violencia inmobiliaria y urbanística o las dinámicas de mediación que promueven algunos sectores de artistas plásticos y visuales, arquitectos y diseñadores, pedagogos y profesores, geógrafos e historiadores, sociólogos y antropólogos que reclaman un modo participativo y sostenible de hacer ciudad y territorio, buscando unos medios de expresión para la alteridad, para los grupos sociales que tienen más dificultades para intervenir en la esfera pública.

La realidad, sin embargo, la siguen dominando los mismos "señores del urbanismo" de hace 30 años. Es ilustrativo el ejemplo de la gran maqueta de la exposición Barcelona in Progress, que desde que se realizó el Fórum 2004 pretende explicar Barcelona y que nos recuerda la afirmación del geógrafo André Corboz: "El mapa es más puro que el territorio porque obedece al príncipe". Ahora podríamos decir: "La maqueta o la foto aérea son mejores que la realidad porque obedecen a los nuevos príncipes". Sin embargo, la política urbanística de los herederos del despotismo ilustrado, que miran las ciudades en sus planos y trazas, renders y vistas generales, pero que difícilmente las pasean y las viven, las escuchan y las sienten, tiene los días contados. Queda pendiente soportar cuánta vida social y patrimonio histórico van a poder destruir para favorecer, de la mano de los operadores globales, la extensión de la ciudad genérica.

Josep Maria Montaner es arquitecto y catedrático de la Escuela de Arquitectura de Barcelona (UPC

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