Mutua mutante
Los cambios societarios son siempre complejos y de espinosa ejecución. La transformación que anunció el pasado martes la mutua de seguros Mapfre, la primera de España por volumen de primas y la undécima de Europa, es especialmente complicada, puesto que pretende cambiar su carácter -fines sociales y propiedad repartida entre los mutualistas- y apostar por una salida a Bolsa que le permita captar en el mercado la financiación necesaria para crecer y competir con las empresas europeas del ramo de los seguros. El meollo de la transformación consiste en configurar un grupo que cotice en Bolsa, controlado en el 51% por una Fundación, de forma que su función social quede resguardada y, al mismo tiempo, se obtengan los beneficios de actuar en el mercado. El presidente de Mapfre intentó sintetizar la mutación con una frase al uso: "El que no crece se muere y el modelo de mutuas no sirve para ser líder".
Pero la pertinencia de las metáforas no excluye la dificultad de la operación, que existe sobre todo desde el punto de vista jurídico, puesto que la mutación empresarial exige que los mutualistas acepten convertirse en accionistas; o por los precedentes italianos, puesto que las cajas de ahorros en Italia intentaron la aventura y acabaron en su mayoría en manos de los bancos. Se trata pues de una operación que debe ser gobernada con mucho tacto. Si llega a tener éxito, la operación de Mapfre es un mensaje interesante para las cajas de ahorros españolas. Podría ser un primer experimento o ensayo para encontrar esa fórmula que convierta a las fundaciones, con su obra social incluida, en propietarias. Pero, por el momento, es tan sólo una idea; muy llamativa, eso sí.
