_
_
_
_
Reportaje:

Egipto, el cambio que no llega

El permanente acoso policial a la oposición contradice las promesas de apertura del presidente Hosni Mubarak

Ángeles Espinosa

Un egipcio que está haciendo un crucigrama le pregunta a otro: "¿Dos palabras que signifiquen cortina de humo?". "Reforma política", responde el segundo. La viñeta del diario opositor Al Wafd refleja la frustración de los egipcios ante un cambio que no termina de llegar. Cierto, hoy se habla de ello e incluso un puñado de activistas osan manifestarse a pesar de la ley de emergencia. Pero los desproporcionados despliegues policiales que les rodean y la brutalidad de que hacen gala contradicen las promesas de apertura de su presidente, Mohamed Hosni Mubarak.

"Al principio dejaron que nos manifestáramos debido a la presión exterior, pero tras el éxito de los Hermanos Musulmanes en las legislativas del año pasado y el triunfo de Hamás en Palestina, EE UU tiene miedo de los islamistas y el régimen se siente más libre para reprimirnos", asegura Abir, una abogada que simpatiza con la Hermandad. Al menos 600 personas han sido detenidas en el último mes en varias manifestaciones de apoyo a dos jueces sometidos a una comisión de disciplina por denunciar el fraude electoral con el que el régimen limitó su pérdida de escaños.

"El Ejecutivo sólo existe para proteger al turismo", opina un analista
"Si el Gobierno no cambia de actitud, hay que salir a la calle", dice un líder islamista

"Los ciudadanos egipcios han dado muestras de una conciencia y madurez política increíbles, buscan la justicia y la equidad", declara Mahmud Mekki, uno de los magistrados investigados, pero que finalmente ha sido absuelto. Su caso, y por extensión la defensa de la independencia judicial, se ha convertido en una prueba de fuerza entre Gobierno y oposición.

"Esperamos que sirva de catalizador para el cambio", afirma Mohamed Habib, número dos de los Hermanos Musulmanes, el grupo islamista ilegal pero tolerado que está capitalizando la mayor parte del descontento. Y también de las detenciones. "Si el Gobierno no cambia de actitud, la opinión pública tiene que salir a la calle. Sabemos que la libertad y la democracia no se regalan, deben ser conquistadas a través de un movimiento popular y pacífico", añade.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Sin embargo, la Hermandad no movilizó a sus bases en alguna de las manifestaciones recientes. Y se notó en la magra participación popular. "Han detenido a 600 hermanos y a muchos otros les han golpeado; hay que darles un respiro", explica Abdel Galil Shernopy, portavoz del grupo. "No es valiente protegerse detrás de los soldados; eso da idea del deterioro del ambiente", denuncia Mohamed Gamal Heshma, diputado islamista y profesor de la Universidad de Alejandría.

"No estamos ante una situación tan grave como para hablar de un punto sin retorno, pero [las protestas] reflejan la inquietud de la sociedad", interpreta Abdel Moniem Said, director del Centro de Estudios Estratégicos Al Ahram. En su opinión, lo que impide el avance es que "ambos campos están divididos". Por un lado, el partido en el Gobierno afronta una lucha interna entre partidarios y detractores de la reforma. Por otro, "en la oposición hay quien teme que se repita el caso iraní, que todos luchen por el cambio y los islamistas se hagan con el poder".

"El Gobierno ha convencido a EE UU y la Unión Europea de que o aceptan su dictadura o gobernarán los Hermanos Musulmanes; sólo trata de justificarse", denuncia Habib. "Es el pueblo el que tiene que elegir y las urnas deben ser el único juez", insiste tras subrayar que su grupo cree en la democracia y acepta la alternancia, algo que a muchos les cuesta creer.

"¿Por qué no dejan que decidamos nosotros?", pregunta Maryam Jabi, una secretaria que aunque no milita en la Hermandad votó por su candidatura en las pasadas elecciones. "Si incluso con las trampas del Gobierno han obtenido un quinto del Parlamento, no pueden seguir diciendo que se trata de un grupo ilegal", se queja indignada.

"Ahora mismo sólo existen esas dos alternativas", señala Said, "pero en el futuro no lo sé, porque hay un 75% de la población que no participa no ya en las elecciones, sino en ninguna actividad social, sean partidos políticos, ONG o clubes deportivos". Nada ha unido aún a las masas de la forma que lo hace la copa de África de fútbol. Y no parece que el apoyo a los jueces vaya a llegar tan lejos. "La política sigue siendo un asunto de las élites; el resto de la población está más preocupada con los problemas económicos", añade. ¿Quién va a hacerse con esa reserva de capacidad política? Said dice no saberlo. Otros observadores tienen menos dudas. "Los Hermanos Musulmanes van a hacerse con el Gobierno, no de inmediato, pero tampoco va a pasar mucho tiempo", afirma un periodista árabe con varios años de residencia en Egipto. "Fuera de los barrios residenciales y las zonas turísticas, no hay Gobierno. De hecho, da la impresión de que el Gobierno sólo existe para proteger al turismo", concluye.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_