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Columna
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De cursillos

Es la vieja cuestión de si el artista nace o se hace. Y donde pongo artista podríamos decir (podríamos poner) cualquier oficio: logopeda, informático, contable, estuquista o experto en comercio exterior, yo qué sé, cualquier cosa, todo entra. Si uno ojea los anuncios verá que nada escapa al inmenso abanico de cursos y cursillos impartidos por empresas de todas las clases. La respuesta, a la vista de tan inmensa oferta formativa, parece clara: puede que la naturaleza nos adorne con algún que otro don, pero sin la preparación adecuada, sin el cursillo justo, el máster indicado o el taller preciso es difícil que lleguemos a nada. No es raro, por lo tanto, que las industrias cursillistas prosperen como flores en mayo. Ponga un cursillo en su vida, podríamos decir (recomendar) sin miedo a equivocarnos.

Hay cursillos para todos los gustos y economías. Uno puede aprender macramé en el centro cultural de su barrio, convertirse en poeta o escritor de novelas policíacas en cualquier academia de su ciudad o irse a Suráfrica, como algunos dirigentes de la izquierda abertzale llevan haciendo desde finales del año 2003, para hacerse perfectos negociadores en procesos de pacificación. ¿Los pacifistas nacen o se hacen?

Al menos en cinco ocasiones han viajado a Pretoria Pernando Barrena y Joseba Alvárez para entrevistarse con miembros del Congreso Nacional Africano, informaba John Carlin en estas mismas páginas hace un par de semanas. "Cursos de postgrado intensivo" en negociaciones políticas, así calificó un experto surafricano lo que los dirigentes batasunos hicieron en el país de J.M. Coetzee. Ya me hubiera gustado -permítanme el inciso- embarcarme a Suráfrica para que el autor de Desgracia me hubiera dado la fórmula magistral de sus novelas. Pero los tiros van por otro lado. Los tiros, esta vez, van por la paz. Alabado sea Dios. Cuentan que en una finca a 300 kilómetros de Pretoria los políticos vascos hicieron "un taller" en el que desglosaron los principales temas que, inevitablemente, acabarían surgiendo en la negociación. Puede que no se trate de un viaje iniciático, pero no cabe duda de que estamos ante un viaje de estudios importante. La noticia es esperanzadora. Para tomarse en serio los estudios nunca es tarde. Hay quien se matricula en la Universidad después de jubilarse y acaba la carrera con matrículas. La asignatura de la paz, ya lo ha dicho Rodríguez Zapatero, será "larga, dura y difícil". Aunque en algunas ocasiones se diría que lo que nos plantean, más que una asignatura a superar, es una oposición a Notarías. Pero la aprobaremos. Sacaremos la plaza. La gente hinca los codos, se apunta a las mejores academias o amplía estudios en el extranjero: Irlanda, Puerto Rico, Montenegro...

Los activos activistas de ETA, finalmente, han decidido que ha llegado la hora de la inactividad, es decir, de la paz. También ellos hicieron durante años y años de plomo cursillos para administrar el terror y la muerte con eficacia y profesionalidad. "La mili con los milis", se decía, recuerdo. Cursillos militares en los extensos y silenciosos campos de las Landas francesas, en la Cuba castrista, en el Argel de los años 70, en el Yemen o Líbano en los 80, en tantas geografías que les fueron propicias y que fueron perfectas academias militares para nuestros patriotas desnortados, que en los últimos tiempos recibían instrucción sobre el manejo de misiles en Afganistán, en un campo de entrenamiento de Al Qaeda (algo así, imaginamos, como la Universidad Pontificia del terrorismo). Afortunadamente, la violencia parece abocada a salir del programa lectivo. Con violencia, lo acaba de decir Rafa Díez Usabiaga, "no se puede desarrollar ningún proyecto político". Ha tardado en decirlo, pero lo ha dicho. Otra buena noticia que le debemos al alto el fuego de ETA.

Es curioso (o no tanto) que gracias a lo mismo (a la decisión de la banda famosa de dejar de apretar el gatillo) haya aumentado el flujo turístico en Euskadi. Y que hasta el gran Bob Dylan venga para ofrecernos un concierto. Corremos incluso el riesgo de creer que todas estas buenas noticias se las debemos a los terroristas que ya no quieren serlo, cuando lo lógico sería pensar que ha sido por su culpa o por su inexplicable retraso por lo que los turistas no han venido hasta ahora en mayor número y el gran Bob Dylan no ha corrido a Donostia para pedir la paz como quien pide plaza en un cursillo.

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