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Reportaje:

La clase se va a la playa

La residencia escolar de Motril acoge a niños alérgicos de Jaén y de otras provincias en la época de polinización

Ginés Donaire

Felipe García, alumno de 15 años del Instituto Auringis de Jaén, se ha acostumbrado ya a tener dos centros en cada curso escolar: el suyo de origen y el de Motril (Granada), al que se desplaza cuando llega la primavera. Y no es sólo para poder continuar sus estudios, sino para algo mucho más importante: para poder respirar. Felipe es uno de los más de 150.000 jiennenses (el 25% de la población de la provincia) que se enfrenta a un auténtico calvario cada vez que llega la época de la polinización floral. La población infantil supone cerca de la mitad de los casos diagnosticados y se calcula que un 12% de ellos tiene alergia al polen del olivo.

"Poder ir a la playa es un aliciente porque echo mucho de menos a mis amigos de Jaén", comentaba Felipe en la residencia Federico García Lorca de Motril, convertida durante algo más de un mes en refugio de unos 40 escolares de seis a 15 años procedentes de Córdoba, Granada y, sobre todo, Jaén, con patologías alérgicas severas. Todos ellos forman parte del programa Aulas en la costa que la Consejería de Educación puso en marcha hace cuatro años por iniciativa de la asociación jiennense Alerja. Su promotora, María Victoria Palomares, destaca sus beneficios: "Antes, la mayoría de estos niños tenía un absentismo escolar superior al 80%, y ahora se les permite seguir las clases en otro centro sin que baje su rendimiento escolar".

Adonais y David, ambos del colegio Santo Tomás de Jaén, son otros alumnos que buscan en la humedad de la zona costera su mejor aliado en la primavera. Por la mañana, asisten a clase en colegios cercanos, y, por la tarde, comparten su estancia en la residencia con otros niños alérgicos y con los internos fijos del centro, procedentes de otros pueblos granadinos. "Por la tarde, tenemos talleres de ajedrez, música o danza, además de deportes", explica Adonais, con la aprobación de su compañero David, mientras ambos comparten juegos en la pista polideportiva con Manuel, Ilia, Violeta, Ana Belén e Inma, y con algunos de los cinco monitores contratados para cuidar de ellos.

Al principio, los niños permanecían en la residencia de lunes a viernes para marchar los fines de semana a sus domicilios. Nadie reparó entonces en que la alergia no tiene días inhábiles. "Venían peor que se iban los lunes, y muchos se exponían a crisis asmáticas agudas", reconoce Antonio Gutiérrez, director de esta residencia creada hace más de 30 años. Ahora la estancia se prolonga hasta el final de la floración, y son los padres los que acuden, una vez por semana, a visitarlos. El pasado sábado, con ocasión del viaje que organizó Alerja, no faltaron las lágrimas en el momento de la despedida. "Es un programa para la salud, porque les da la vida a los niños con sólo aproximarse a la playa", admite Enriqueta Alaminos, madre de niños alérgicos y actual presidenta de Alerja.

La delegada de Educación en Jaén, Angustias Rodríguez, que hoy visita la residencia, dice que el rendimiento escolar no se ve mermado por la "buena coordinación" entre los centros de origen y de recepción del alumno. La Junta no pone ninguna limitación de plazas ni de tipo presupuestario -la estancia de los niños en Motril es gratuita-; sólo exige un certificado médico que avale la necesidad de un cambio de residencia.

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