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Columna
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La Trini

Los regímenes totalitarios suelen tener las arquetas de las alcantarillas tapadas. Si no llega el mal olor, es porque no existe la suciedad, aunque sea tan real como la vida misma bajo la tapa de la arqueta. Tapar las alcantarillas es uno de los ejercicios de hipocresía más repugnantes que acostumbran a ofrecer las dictaduras de cualquier signo. Tapando las alcantarillas se intenta impedir que el vecindario conozca la verdad. Pero conocer la verdad es un afán insaciable del que la naturaleza impregnó al ser humano, escribieron los clásicos. Por eso quizás, cuando tímidamente se destapa la alcantarilla, peligran los totalitarismos y las dictaduras. El ejemplo más reciente los tuvimos ayer mismo con el desmoronamiento como una castillo de naipes de la Unión Soviética, apenas un líder medianamente honesto empezó a hablar de glasnost o transparencia informativa. Con la tapa de la arqueta bien tapada y sin la transparencia en la información, la ciudadanía cae en la incredulidad o en la duda metódica, como las gentes que conocieron a la Parrala de la copla, que nunca supieron sobre Trini si era de Moguer o era de la Palma, o si lo que le gustaba era el vino o el aguardiente.

Y eso es precisamente lo que nos ocurre a una inmensa mayoría de valencianos: que desconocemos la verdad, que no sabemos si la tonadillas y coplas de quienes cantan en nuestro colmao público vienen a ser vino agrio y corrupto, o aguardiente digestivo. Porque aquí canta la oposición socialdemócrata que hubo vino pestilente en los sobrecostes de los proyectos megalómanos dedicados al ocio y en bancarrota; y silba el presidente autonómico de todos los valencianos que el dinero de más, y por lo demás público, está en las obras. Vale. Pues presenten o hagan públicas las listas de facturas y el listado de pagos detallados, y se acabó la historia. De lo contrario la única verdad que conocerá el respetable votante, es que las claritas del día siempre le dan bebiendo a Trini la Parrala, es decir, a nuestra clase política en bronca permanente. Una bronca harto desagradable que raya en muchas ocasiones los lindes de la estulticia humana. Ahí está sin ir más lejos la mención del presidente Camps a las comisiones del AVE Sevilla-Madrid y a los chanchullos en la construcción de cuarteles de la Guardia Civil: hechos delictivos que tuvieron lugar en mandatos socialistas, y que los socialistas pagaron caro en las urnas, y Santas Pascuas, y precisamente porque el respetable votante tuvo conocimiento de los mismos. Y ese mismo respetable votante necesita ahora conocimiento de sobrecostes y corruptelas, si las hay, en la concesión y construcción de los grandes proyectos sin igual, que el papanatismo denomina "emblemáticos". Al AVE y a Roldán y a otras lindezas, ya le pasó la ciudadanía factura en las urnas. La transparencia la necesitan los votantes de hoy, y no los de Lerroux y otros estraperlistas.

Pero, a lo peor, quienes se atrevan a solicitan transparencia se encuentren adornados con el calificativo de golfos y chorizos: títulos nobiliarios que reparte el provincianista presidente de la muy excelentísima Diputación provincial de Castellón a todos aquellos que solicitan y le solicitan que cuenten de una vez la verdad a la opinión pública, en vez de hablar de campañas organizadas contra él por los medios de comunicación, o de la confabulación judeo masónica universal, que tanto da.

Como nos suele dar los mismo que Trini la Parrala, la de la copla que cantaba Doña Concha Piquer, fuera de Moguer o de La Palma, que le gustase el vino o el aguardiente, o que supusiese o no de la pelea a navajazos entre dos de sus presuntos amantes una madrugá. Y como importan un comino las versiones diferentes de la relaciones tortuosas o tormentosas del inicial denunciante del llamado caso Fabra con su ex pareja que se exponen en los juzgados de Nules: para culebrones bastan los televisivos, alguno de los cuales sobre amores en tiempos revueltos resultan más interesantes que los de Nules. Pero no nos da lo mismo el culebrón actual de los sobrecostes o de los tráficos de influencias. Por eso hay que destapar la arqueta.

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