Huellas genéticas de los uros en las vacas actuales
Hasta ahora se creía que las vacas europeas eran descendientes directas de las reses domesticadas que fueran traídas desde Oriente Próximo por los primeros agricultores neolíticos, hace 11.000 años. Sin embargo, un amplio estudio comparativo demuestra que las reses del sur de Europa tienen huellas genéticas de otros antepasados autóctonos -los uros-, con los que fueron cruzadas por los primeros ganaderos de la prehistoria, así como de bóvidos africanos que llegaron a través del Mediterráneo por el estrecho de Gibraltar y Sicilia. Las conclusiones del estudio, en el que participa el biólogo español Carles Lalueza-Fox, especialista en ADN antiguo, se han publicado en la revista estadounidense Proceedings of the National Academy of Sciences.
"Las secuencias genéticas de los uros neolíticos del sur de Europa se encuentran en nuestras reses actuales", afirma Lalueza-Fox, profesor de Biología Animal de la Universidad de Barcelona. Los uros (Bos primigenius) son los antepasados salvajes de toros y vacas. Los últimos de su especie fueron cazados en Polonia en 1627. Se creía que, al haber sido domesticados los uros en la zona de Oriente Próximo conocida como Creciente fértil (de Egipto a Mesopotamia) durante el Neolítico y dar origen a la vaca doméstica (Bos taurus), eran los animales de esta área los que habían viajado hasta Europa acompañando los movimientos de población. Ahora tal visión se modifica sustancialmente: "Podemos decir que los uros siguen existiendo, al menos en el material genético de las vacas", dice Lalueza-Fox. El objetivo de quienes los cruzaron fue seguramente adaptar la especie al clima europeo, más frío, y conseguir una mayor producción láctea.
La trascendencia de la investigación está en que modifica la visión sobre los movimientos de población neolítica y los contactos entre los habitantes de diferentes continentes. Uno de los hallazgos llamativos es el de linajes genéticos típicamente norteafricanos en la actual cabaña vacuna del sur de Europa, lo que sugiere que hubo contactos transmediterráneos.
El trabajo se ha basado en el análisis de secuencias de ADN mitocondrial (que sirve como reloj evolutivo) tomadas de más de 1.000 vacas actuales de 19 países europeos y norteafricanos, que han sido comparadas con secuencias homólogas extraídas de cinco esqueletos de uros preneolíticos hallados recientemente en cuevas de Italia. En la recuperación de este ADN prehistórico es donde ha intervenido Lalueza-Fox, junto al italiano David Caramelli, de la Universidad de Florencia: "Han sido unos seis meses de trabajo muy complicado porque los ADN analizados tienen entre 7.000 y 17.000 años de antigüedad y en muchos casos estaban muy degradados, por lo que una vez extraídos a veces no servían y había que volver a repetir todo el proceso", comenta.
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