La selva del sur
El Pacto Andaluz por la Dehesa tutela un millón de hectáreas de monte mediterráneo
Las dehesas, con un millón de hectáreas en el sur peninsular, ocupan el 10% de la superficie de Andalucía y constituyen el mejor ejemplo de bosque mediterráneo humanizado. Pocos ecosistemas como éste combinan una elevada biodiversidad junto a unos interesantes aprovechamientos agrícolas, ganaderos o forestales, lo que constituye el mejor ejemplo de desarrollo sostenible. El Pacto Andaluz por la Dehesa, emanado del Parlamento andaluz hace un año, comienza ahora a dar sus primeros frutos.
El pacto nació de una iniciativa de la comisión parlamentaria de Medio Ambiente de abril de 2005, que fue formalizada seis meses después por la Consejería de Presidencia. Como suele ocurrir en estos casos, los compromisos no dejan de ser un catálogo de buenas intenciones que necesita de acciones concretas. De hecho, durante otros seis meses apenas ha tenido trascendencia, aun cuando medio centenar de colectivos e instituciones se han adherido al pacto.
El documento vuelve ahora a adquirir cierto protagonismo gracias a que las consejerías de Medio Ambiente y Agricultura, llamadas a ser sus principales garantes, lo han suscrito a comienzos de abril. Ambos departamentos mantienen diversos programas orientados a la gestión sostenible de las dehesas, pero quizá la acción más trascendente es el diseño de una línea específica de ayudas que podrían financiarse, a partir de 2007, con cargo al nuevo Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural.
Desde hace años, los países mediterráneos integrados en la UE, con España a la cabeza, reclaman un cambio en la política forestal comunitaria. Las actuales directrices están inspiradas en las características de los bosques que crecen en el centro y norte del continente, quedando relegadas a un segundo plano las masas arboladas del sur, en general, y de la cuenca mediterránea en particular.
Los bosques del centro y norte de Europa cuentan con una biodiversidad relativamente baja y espacios vegetales muy especializados. En cambio, en los bosques mediterráneos, y en las dehesas en particular, se superponen las funciones: son espacios humanizados, en los que crecen un elevadísimo número de especies, muchas de ellas endémicas, y presentan una biodiversidad muy elevada. Su gestión, por tanto, es sumamente compleja. Pero es imprescindible para la debilitada economía rural, ayuda a fijar a la población y mitiga la pérdida de los conocimientos asociados al buen manejo de recursos naturales muy valiosos.
Las dehesas andaluzas presentan condiciones heterogéneas, ya que hay zonas sometidas a una intensa presión, fenómeno que conduce a un progresivo envejecimiento de encinas y alcornoques al verse obstaculizados los mecanismos naturales de regeneración. También hay que anotar, en el saldo negativo, el impacto de la seca o decaimiento forestal, una enfermedad compleja que en Andalucía registra ya más de 500 focos.
Las cuentas del bosque
Para la economía lineal más rancia, los recursos naturales no son más que materias primas que a través de los correspondientes procesos de transformación se convierten en productos que satisfacen las necesidades de los ciudadanos. Se miden, por tanto, en función de su valor productivo. Sin embargo, los más recientes modelos de economía circular incorporan otros valores.
Así, la importancia económica de los ecosistemas forestales no sólo se mide en función de su valor productivo (madera, corcho, frutos o caza) sino que, además, hay que contemplar sus valores recreativos, ya que los ciudadanos también satisfacen necesidades al contemplar un paisaje o disfrutar de un espacio natural. A este balance debe sumarse el valor de servicios que los bosques ofrecen de forma gratuita (fijación del anhídrido carbónico, protección y fertilización del suelo, regulación hídrica) pero que suponen un ahorro de costes a la sociedad y también, el "valor de no uso", es decir el beneficio actual que reporta mantener abierta la posibilidad de que, en el futuro, se encuentre utilidad a recursos naturales. La Consejería de Medio Ambiente aplicó este análisis y concluyó que, en 2003, los ecosistemas forestales andaluces rondaban los 21.000 millones de euros.
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