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En busca de la imbecilidad

Una veintena de personas participa en el curso de 'clown' del miembro de Els Joglars Pep Vila

Sudado, con el pelo revuelto y la cómoda vestimenta deslavazada, el actor Pep Vila se esforzaba a la una de la tarde del viernes en transmitir a sus alumnos la importancia de la contención, buscar la nada para "ascender desde ella y explotar, volver a la nada y volver a subir". Vila pertenece a Els Joglars como actor desde 1999, cuando se incorporó al espectáculo Daaalí. Aprovecha la estancia de la compañía en el Teatro Arriaga de Bilbao, donde finaliza esta noche las representaciones de En un lugar de Manhattan, para impartir un curso sobre técnicas de clown por las mañanas, con el sugestivo título de La búsqueda del estado de imbecilidad.

"Todos tenemos un imbécil dentro. Podemos esconderlo o sacarlo y aprender de ello, como de la locura", indica Vila, que procura montar este tipo de cursos cada vez que la gira de la compañía le permite recalar al menos una semana en una ciudad. "Reconozco que lo que yo hago, trabajar sobre la imbecilidad y la expresión del propio ridículo, se puede utilizar con fines terapéuticos, pero ese no es el objeto en mi caso. Los alumnos de mi curso son personas del mundo del teatro, que están ya trabajando o en la escuela. Y luego siempre hay alguien que acude porque el tema le gusta", apunta.

"Todos tenemos un imbécil dentro. Podemos esconderlo o sacarlo y aprender de ello, como de la locura"

La veintena de alumnos de Vila caminan en círculo a las órdenes del actor siguiendo las reglas del juego infantil Simón dice..., que para ellos se ha convertido en El señor Blas dice... Todos llevan colgada del cuello una nariz roja de payaso, que se quitan y se ponen según ordene el señor Blas. "La nariz es una protección, una máscara. Trabajo intentando darles un poco de caña a los alumnos y detrás de la nariz se encuentran a salvo", comenta Vila. El objetivo del curso, dice, es ayudar a los estudiantes "a que le den un punto de imbecilidad" a lo que hacen, "que logren bajar un par de grados su nivel de inteligencia".

El viernes quince personas habían acudido a la clase. Vestidos extrañamente, dando rienda suelta a la imaginación disparatada, atendían las instrucciones de Vila, pero también intentaban sacar del interior su alma de payaso. "El clown necesita de un estado, el que yo llamo de imbecilidad, que cuando no existe no hay nada más, por mucho que te pongas una nariz roja", explica Vila.

"Señorita, no piense. Así está maravillosamente bien. No piense. Pensar la hace extraña", conmina el actor a una de las presentes. Cuando termina el trabajo en círculo, se centran, en dos grupos, sobre cómo realizar la entrada al escenario desde detrás de una puerta. Tras la actuación, Pep Vila le indica a cada actor qué ha hecho, dónde se ha sobrepasado y en qué aspectos de su actuación ha de incidir. "Si no tienes capacidad de parar, de detenerte y no hacer movimientos, no vas a llegar a nada. Tienes que volver a entrar y ahora tu ejercicio va a ser no hacer nada", le apunta a uno de ellos. Vila es certero en cada apreciación. Luego reflexiona sobre cómo llamar la atención del espectador haciendo sólo los gestos necesarios, los menos previsibles.

El ambiente en la sala polivalente del teatro Arriaga es distendido y atento a un tiempo. A pesar de que ya llevan más de dos horas de curso, el ánimo no decae. La hora tope de las dos de la tarde se rebasa con mucho. La misma intensidad se desprende de profesor y alumnos.

"La palabra imbecilidad, si la buscamos en el diccionario, hace referencia a aquel que no sabe, y es por ahí por donde yo la tomo. Enseño a utilizar la imbecilidad como herramienta. Si no sabes nada, tienes mucho recorrido por hacer", explica Vila. En su ya larga experiencia como profesor de clown, el actor de Els Joglars afirma haber hallado que los hombres tienen más facilidad para ser payaso. "La mujer siempre ha tenido un punto de pundonor. Los hombres tenemos menos vergüenza. Es algo que también va con la educación. Desde pequeños nos enseñan que hay que hacer las cosas bien. Y las chicas, que maduran antes, son más conscientes de este mensaje. Por eso les cuesta más reírse de sí mismas: son más conscientes", razona.

De la enseñanza, Vila dice haber obtenido muchos y buenos réditos. "Como actor, ves cómo trabajan los demás, qué cosas no hay que hacer, e incluso hay cosas de los alumnos que luego incorporo yo a escena".

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