Un corredor de fondo
A principios de agosto, David Jiménez-Blanco (Granada, 1963), corredor aficionado de maratones, asumirá la presidencia de Merrill Lynch en España. Será la última meta de una carrera en banca de inversión que dura ya 20 años y comenzó en 1986, cuando se incorporó a Banif, por entonces filial del Banco Hispano Americano. Tres años después dio el salto a Londres con Salomon Brothers (hoy integrado en Citigroup).
A partir de ese momento, este licenciado en Ciencias Empresariales por Cunef se incorporó a la primera división mundial del sector financiero. Seis años después, en 1995, la competencia, Goldman Sachs, llamó a su puerta. Permaneció en la City hasta 1999, año en que regresó con la misma firma a Madrid. Pero un lustro más tarde volvería a hacer las maletas y, ya de vuelta en la capital británica, se convirtió en responsable europeo del sector "industrial clásico".
En sus planes estaba no regresar a España hasta dentro de un par de años. Pero la fortuna quiso que Eva Castillo dejara vacante la presidencia de Merrill Lynch en España para convertirse en responsable para Europa del negocio de banca privada de la firma. Fue Castillo quien propuso a Jiménez-Blanco para ocupar el puesto que ella dejaba. "En banca de inversión, supongo que como en toda profesión, la gente de la misma edad nos conocemos y seguimos nuestras carreras", dice aquél.
En su nuevo cargo, Jiménez-Blanco tendrá bajo su responsabilidad más áreas, además de la pura banca de inversión que siempre ha desarrollado, como operaciones en mercados de capitales o banca privada. Pero su función, lejos de ser la de un mero gestor, lo mantendrá al pie del cañón. "Al final, lo que se valora en banca de inversión es que saques adelante operaciones", dice Jiménez-Blanco. Padre de tres hijos, de 13, 9 y 8 años, Jiménez-Blanco prefirió las finanzas a la tradición familiar, que lo empujaba por la senda jurídica, precisamente la que eligieron tres de sus cinco hermanos.
Aunque la política también forma parte de la vida del banquero. Su padre, Antonio Jiménez-Blanco, fue portavoz del partido de Adolfo Suárez, Unión de Centro Democrático (UCD), en el Senado en la primera legislatura. En 1979 ocupó la portavocía en el Congreso, hasta el otoño de 1980, cuando fue elegido presidente del Consejo de Estado. Protagonizó una de las anécdotas más destacadas del 23-F, cuando pidió entrar en el hemiciclo para correr la misma suerte que sus compañeros.
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