Balaídos se da un homenaje
El Celta celebra la UEFA y el gran partido de Gustavo López
En un partido imaginado para celebrar la UEFA, Balaídos prefrió despedir a Gustavo López, firme candidato a dejar el equipo. Era la clásica tarde para la nostalgia. Tras cumplir sus objetivos con antelación, excedidos en el caso del Celta con su retorno a las competiciones europeas, estaba el campo plagado de gente que abandona, pero ninguno con el carisma ni el fútbol del argentino, representante de un juego de terciopelo en peligro de extinción. Como el resultado era anecdótico para el Celta y el Getafe, pudo más el adorno y la despreocupación. Fue un partido de guante blanco que reinvidicó al Celta, un recién ascendido que ha realizado una proeza. Con los de ayer, empató su récord de puntos en Primera. El de victorias lo pulverizó hace tiempo: veinte en total. Pinto opta al Zamora y la juventud de la plantilla permite intuir un futuro alentador. Pero por encima de todo eso se elevó la figura de Gustavo López, cuya renovación se convirtió ayer en el grito de guerra de la afición.
CELTA 1 - GETAFE 0
Celta: Pinto; Ángel, Contreras, Lequi, Placente; Iriney, Oubiña; Silva (Núñez, m. 65) Canobbio, Gustavo López (Baiano, m. 52); y Juan Sánchez (Jonathan Aspas, m. 43).
Getafe: Luis Garcia; Pulido, Belenguer, Tena, Pernía; Contra, Alberto; Redondo, Riki (Pachón, m. 71), Gavilán (Güiza, m. 46); y Paunovic (Jajá, m. 65).
Árbitro: Mejuto González. Amonestó a Gustavo López, Núñez, Alberto y Canobbio. Expulsó a Pernía por doble amarilla.
Gol: 1-0. M. 23. Contreras, de cabeza.
Unos 6.000 espectadores en Balaídos.
Gustavo protagonizó el partido de cabo a cabo. Su presencia en el equipo titular confirmó que se trataba de una despedida. El estadio, repleto de pancartas de agradecimiento al argentino, se rindió ante su ídolo, que en un partido de baja intensidad sacó lo mejor de su catálogo. Taconazos, rabonas, recortes, paredes, túneles y centros: centros milimétricos, marca de la casa; con el balón en juego o con él parado. Como en el corner que sirvió para que Contreras adelantara al Celta, y que Gustavo celebró como propio. Se quitó la camiseta y, en medio del delirio de Balaídos, corrió hacia el sancionado Giovanella para prometérsela. Lo que iba para pachanga acabó en tortura para Pulido, Belenguer y Contra, a los que hizo tanto daño como a Fernando Vázquez. Para él, Gustavo no cuenta. Corear su nombre en Balaídos tiene una carga de antivazquismo, y el éxito del argentino tuvo un reverso amargo para un entrenador que, pese al éxito, no engancha con la grada. El partido ya sólo daba para los siempre emotivos cambios y para un pique final que se llevó a Pernía al vestuario con antelación.
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