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Columna
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Scrupulus

Manuel Rivas

El otro día entró Scrupulus en un despacho y dimitió el delegado del Gobierno en Madrid. En otro tiempo, Constantino Méndez estuvo a cargo del Instituto Social de la Marina en Galicia y dejó una buena estela de gestión. Ahora también ha hecho bien en dejarse guiar por Scrupulus. No digo que sea raro que entren los escrúpulos en los despachos, pero lo que es muy excepcional es que se lleven a alguien.

Lo normal es que al escrúpulo se le confunda con una monja o con una china en el zapato y que se le despida con disculpas o sin más miramientos. Es una de las acepciones que aparecen en el diccionario de la RAE, la de china en forma de aguijón que molesta en el pie. La otra, la de sor, también aparece con la expresión "escrúpulo de monja". Un tipo de escrúpulo que se define como "exagerado y pueril". Todo escrúpulo que tenga que ver con el respeto a los derechos de la persona por parte de servidores públicos nunca entrará en esa categoría de lo exagerado o pueril, por más que moleste a quien ejerce el poder.

Ésta de escrúpulo (del latín scrupulus) es una de las palabras más fascinantes del diccionario. El de la RAE dice, como primer significado: "Duda o recelo que punza la conciencia sobre si una cosa es cierta, si es buena o mala, si obliga o no obliga". Por su metamorfosis, pertenece a ese tipo de palabras que debieran estudiarse en Ciencias Naturales, junto con lepidópteros, hemípteros, coleópteros y otros amigos de Charles Darwin. Según parece, scrupulus nombró en su origen al guijarro en forma de aguijón que llegaría a utilizarse como medida de peso y también como una especie de calderilla en el trueque. Ese guijarro puntiagudo derivó al campo de la moral. Para mí, el significado más interesante, en el uso latino, es el de "poner sobre aviso".

La saludable sensibilidad que han demostrado los dirigentes de la derecha española hacia dos de sus militantes en este caso de ilegalidad policial, según la sentencia, nos permite albergar todas las esperanzas de que estarán en la vanguardia de los derechos humanos y que no aceptarán, ni hacia el pasado ni en el futuro, ningún abuso de poder, ningún estado de excepción, ni la división de la sociedad en castas de afectos y desafectos. ¡Ánimo, Scrupulus!

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