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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Queridos hermanos

La nueva Ley de Reproducción Humana Asistida aprobada el jueves corrige algunas de las disfunciones de la norma aprobada en la anterior legislatura, al tiempo que introduce un nuevo enfoque, más acorde con los avances científicos registrados en la materia. Entre las correcciones destaca la desaparición de algunos condicionamientos directamente inspirados por la doctrina de la Iglesia, como la prohibición de utilizar para trabajos de investigación los embriones sobrantes de los tratamientos de fecundación in vitro si eran posteriores a la fecha de entrada en vigor de la ley.

También se elimina el límite máximo establecido para el número de óvulos extraídos en cada ciclo de fecundación in vitro. Son los médicos, de acuerdo con las posibilidades tecnológicas del momento, quienes determinan ese número. Lo deseable es que sea el mínimo posible para evitar la acumulación de embriones sobrantes, pero modulado por la conveniencia de que haya un único proceso de extracción, caro y doloroso para las mujeres que deben recurrir a esa técnica.

Pero quizá el elemento que puede suscitar un mayor debate es la posibilidad, contemplada en la ley, de seleccionar uno de los embriones obtenidos en un proceso de fecundación in vitro, de forma que sea compatible con un hermano aquejado de alguna enfermedad sin otro tratamiento que un trasplante. El recién nacido, gracias a esta selección, podrá contribuir a salvar la vida de su hermano. Por razones de tipo confesional, pero difíciles de comprender para una mentalidad proclive a la compasión y a la solidaridad entre humanos, la Iglesia considera que esta posibilidad es moralmente rechazable. Al parecer, vale más el ciego azar de las fuerzas naturales, que pueden, de forma imprevisible, tanto permitir salvar al hermano enfermo como condenarlo a la enfermedad y la muerte.

Los niños así nacidos no serán objetos instrumentales, como se afirma con mala fe. La considerable experiencia existente, y el sentido común, muestran que serán personas queridas y que seguramente tendrán un motivo añadido de satisfacción y felicidad, cuando tengan edad de comprender, por haber contribuido a la salvación de un hermano. Las parejas tienen hijos por los más diversos motivos, algunos de ellos espúreos, y muchos nacidos son incluso no deseados. La suerte de esos niños parece preocupar menos a los celadores de la moral dogmática que la de los nacidos mediante una decisión racional y un procedimiento respetuoso con la integridad y la dignidad del nacido y autorizado en cada caso por la Comisión de Reproducción Humana Asistida, que introduce un factor del más alto valor humano. No hay, por ello, argumentos de peso que oponer a la nueva ley.

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