Del sol a la pila de hidrógeno
Una exposición propone en Vitoria una reflexión divertida sobre las fuentes de energía y su actual consumo imparable
La exposición E de Energía, que ayer se inauguró en Vitoria, seduce al visitante desde la misma puerta de su carpa en la Plaza de los Fueros. Una breve película recorre la evolución del planeta Tierra de noche, durante los dos últimos siglos: si a principios del XIX, las manchas de luz se limitaban a Nueva York, París y Londres, un siglo más tarde, la superficie lumínica invade Europa, Japón y las grandes ciudades de Asia, para llegar al año 2000 con un planeta que irradia millones de focos de luz, salvo en zonas de África, Australia y Siberia.
Resulta una introducción animada para la reflexión que propone la muestra organizada por La Caixa y el Ayuntamiento vitorianoa: ¿es sostenible el modelo actual cuando la Humanidad actual consume en un solo año una cantidad de combustibles fósiles que la Naturaleza ha tardado 10.000 siglos en generar? Para explicar cómo se ha llegado a este consumo la muestra presenta un completo recorrido a lo largo del panorama de las energías en el siglo XXI, sin olvidar un guiño divulgativo a los estudios científicos sobre esta materia.
El hombre gasta en la actualidad 115 veces más energía diaria que hace un millón de años
Para comenzar, algunos conceptos básicos: el Sol es el principio, de ahí que haya sido venerado por todas las civilizaciones, como muestra la selección de distintos ídolos dedicados al astro que se exhiben. Una urna reproduce después el ciclo del agua, del hielo al vapor, mientras otra muestra el milagro de la fotosíntesis, y una tercera, la capacidad del Sol para mover molinos de aspas negras y blancas, alternativamente. Más adelante se presentan los principios de las energías eléctrica, eólica o cinética con curiosos artefactos interactivos muy entretenidos.
La reflexión de fondo impera en todo el recorrido por la muestra. Después de un pequeño homenaje a Einstein, el siguiente apartado se centra en el consumo humano de energía, de las 2.000 kilocalorías diarias que consumía un homínido hace un millón de años (lo que gastaba para nutrirse) a las 230.000 que implica el gasto diario de una persona en 2006.
Tal gasto se puede conseguir gracias al consumo de energías fósiles: el carbón, el gas o el petróleo, cuyo cercano final recuerda la exposición a través de un vetusto surtidor de gasolina de la marca Shell, a punto de expulsar la última gota. No falta una inquietante referencia a la energía nuclear con la exhibición de dos pedazos de minerales (autunita y torbenita), acompañados por un medidor Geiger que da fe de su capacidad radiactiva.
No obstante, hay esperanza: ahí están las energías renovables, como la eólica, la generada por las mareas o la fotovoltaica, que aportan esperanza a tan negro futuro, con una mención especial a la pila de hidrógeno. La muestra concluye con una referencia al protocolo de Kioto, que quiere regular la emisión de gases de efecto invernadero, junto a la considerada primera preocupación oficial de un gobernante por el medio ambiente: un edicto de Eduardo I de Inglaterra de 1307 que prohibía el consumo de un tipo de carbón por su alta capacidad contaminante.
Y antes de salir aún queda un momento para la sonrisa: una cámara térmica recoge al visitante y le proyecta sobre una gran pantalla convertido en un mosaico de colores en función de la temperatura de las distintas partes de su cuerpo.
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