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MIRADOR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Napolitano

El acuerdo finalmente no se ha producido en el antagónico escenario político italiano. Han sido necesarias cuatro votaciones parlamentarias -en la última bastaba la mayoría simple- para hacer del ex comunista Giorgio Napolitano, de 80 años, el próximo jefe del Estado, respaldado por el centro-izquierda de Romano Prodi, pero no por el bloque conservador de Silvio Berlusconi. La elección permite respirar a Prodi, que no puede ser encargado de formar Gobierno, más de un mes después de su estrechísima victoria electoral, sino por el nuevo presidente electo, que sustituirá a Ciampi el próximo lunes. Los poderes del presidente de Italia son limitados, pero entre ellos figuran disolver el Parlamento y devolver a las Cámaras la legislación que estime inconstitucional, lo que le convierte de hecho en árbitro político durante los próximos siete años.

Napolitano, ex miembro del que fuera mayor partido comunista de Europa occidental, va a tener un papel importante, habida cuenta la presumible inestabilidad derivada de la mayoría mínima con la que Prodi se dispone a gobernar, que le exigirá el apoyo sin fisuras de una dispersa coalición que va desde católicos centristas a izquierdistas duros. Enfrente, un Berlusconi políticamente fuerte, que parece no haber digerido su derrota en las urnas, y cuya pesadilla de los comunistas al copo de las instituciones comienza a materializarse con Napolitano, más Fausto Bertinotti al frente de la Cámara baja. La prolija agenda italiana prevé ahora que Prodi reciba a comienzos de la próxima semana el encargo de formar Gobierno. Después el primer ministro electo deberá obtener la confianza separada de ambas Cámaras parlamentarias.

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