Goya y la economía
El Museo de Bellas Artes alavés presenta una muestra del pintor con motivo de la apertura de tres oficinas de Ibercaja
De las relaciones entre la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País y Francisco de Goya (Fuendetodos, 1746-Burdeos, 1828) surgen exposiciones como la que el Museo de Bellas Artes de Álava acoge hasta el 4 de junio. La muestra llega con motivo de la apertura de tres oficinas de Ibercaja, entidad bancaria que surgió en el seno de dicha Real Sociedad y que hoy atesora parte de sus fondos artísticos, en las capitales vascas. Un encadenamiento de vinculaciones entre la caja de ahorros y el artista aragonés que se remonta a fines del siglo XVIII.
Las conexiones entre aquella institución que fomentaba la Ilustración en Aragón y Goya fueron realmente fecundas. Los responsables de la Real Sociedad pronto vieron en aquel joven pintor que estudiaba en Zaragoza, en la Real Academia de Bellas Artes de San Luis, unas capacidades extraordinarias. Así que decidieron financiarle sus estudios en Italia e impulsar su formación. En agradecimiento, Goya les entregó dos copias completas de todas las series de sus grabados y varios cuadros, parte de los cuales pasaron a la Caja de Ahorros de Zaragoza (actual Ibercaja), que las ha conservado hasta hoy y que utiliza como tarjeta de presentación en su expansión por España, donde en el trienio 2005-2007 tiene previsto abrir 150 oficinas, una de ellas en cada una de las capitales vascas.
Las conexiones entre una institución que fomentaba la Ilustración en Aragón y el pintor fueron realmente fecundas
La muestra, integrada por el primer autorretrato y una selección de sus grabados, supone un resumen del pensamiento crítico y abrupto de Goya, que no olvida alguna de sus obsesiones, como el odio a la guerra, el gusto por los toros o su preocupación por los males de la sociedad de su tiempo. La exposición rescata además el espíritu de un tiempo en el que las élites económicas comenzaron a preocuparse por el progreso social y el fomento de las artes y las ciencias.
El magnífico óleo va acompañado por la serie completa de litografías Los toros de Burdeos, realizadas por Goya a los 79 años, en 1825. Es la única pieza que no procede de los fondos de la Real Sociedad: fue adquirida en 2000 por Ibercaja, que restauró ese raro conjunto de cuatro litografías del que se tiraron apenas cien ejemplares y que sólo los grandes museos y algunos coleccionistas conservan completo.
Se exponen además otros 28 grabados: nueve caprichos, dos tauromaquias, once desastres de la guerra y seis disparates.
El autorretrato fue realizado por el artista antes o tras su regreso de Italia y, en todo caso, antes de su partida definitiva a Madrid en 1775. El historiador del arte José Gudiol propone que Goya se retrató con motivo de su boda en 1773 con Josefa Bayeu, hermana del pintor Francisco Bayeu.
Goya tiene entonces menos de 30 años y se halla en un momento decisivo en su carrera. Hasta ese momento había sufrido dos fracasos en los concursos para la Academia de San Fernando de Madrid y ya había realizado el fresco de la Adoración del Nombre de Dios por los Ángeles, en la zaragozana basílica del Pilar, así como otras pinturas de temática religiosa.
Para entonces ya se había familiarizado con las técnicas habituales del grabado, sobre todo el aguafuerte, por el que sintió predilección, aunque también practicó el aguatinta y la aguada. La importancia de Los toros de Burdeos, que realizó en sus últimos años, reside, además de en la calidad de los dibujos, en el uso de la litografía, que en aquel 1825 acababa de aparecer. Según el historiador de arte Mayer, Los toros de Burdeos son "las mejores litografías que se han producido antes y después de Goya".
Su consolidación como grabador había llegado mucho antes, en 1799, con la serie de Los caprichos, 80 piezas que ofrecen un retrato del hombre y de la sociedad española en un momento de crisis histórica, que muestra la mirada lúcida y crítica del aragonés ilustrado, preocupado por el mal estado de su país. No faltan aquí las brujas, frailes, pobres, prostitutas, "asnos", los personajes de los que se servía para simbolizar la ignorancia y la superchería que quería desterrar por completo de España.
Entre 1810 y 1814, Goya prepara Los desastres de la guerra, su serie de grabados más dramática, que por razones políticas no fue editada hasta 1863. Son 82 estampas ejecutadas con técnicas distintas combinadas.
El profesor de la Universidad de Zaragoza Arturo Ansón, autor del prólogo del catálogo de la muestra, destaca que "Goya quiso plasmar la destrucción, violencia y horrores que él mismo contempló en Zaragoza tras el primer sitio y durante el viaje desde Madrid a la capital aragonesa".
La tercera gran serie de grabados de Goya fue La tauromaquia, compuesta por 33 obras y puesta a la venta en 1816. Despliega una magnífica visión de la fiesta de toros y sus distintas suertes junto a momentos de triunfos, accidentes y desgracias de los diestros.
El recorrido se cierra con Los disparates. "Se trata de unos grabados muy cuidados en su realización y técnicamente insuperables", afirma Ansón. Son unos trabajos difíciles de interpretar por sus enigmáticas imágenes y porque carecen de una unidad lógica narrativa.
La mayoría de los asuntos plasmados en Los disparates ya habían sido tratados por Goya en Los caprichos, pero ahora lo hace en un sentido más irracional y grotesco.
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