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Reportaje:VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES

Liberia vive un rayo de esperanza, pero sólo uno

Tras una guerra en la que dos tercios de las mujeres sufrieron violencia sexual, sólo un hombre ha sido condenado

Tímida y avergonzada, Cecilia habla susurrando. En cierto momento de la entrevista, sin embargo, su voz se hace más firme. "No volveré a casa. Allí me encontraría con los chicos que me hicieron esto. Además, la gente, cuando me vea, sabrá lo que me ha pasado, y eso me daría mucha vergüenza".

A Cecilia, de 17 años, la violaron unos chicos de su pueblo el pasado enero, una noche que había ido a bailar a un local cerca de su casa. "Insistieron para que tomara una bebida", recuerda. "Después de tomarla, me sentí dormida, como ida... Me violaron. Eran siete".

Cecilia conocía a varios de sus agresores. Al día siguiente fue con su madre a denunciarles a la policía. Detuvieron a tres. Cuando el asunto llegó ante el juez, las familias de los agresores, muy conocidas en la comunidad, pagaron un dinero y todos quedaron en libertad. Desde entonces vive en una casa de acogida en Monrovia y no ha vuelto a la escuela.

En Liberia, la seguridad depende de 15.000 soldados de la ONU desplegados en el país y apenas se cuentan 55 médicos para tres millones de habitantes
En 2005, más de mil violadas fueron atendidas en el hospital Benson. En los últimos tres años, sólo un agresor ha sido condenado a prisión
En muchas ocasiones, el violador acaba pagando un dinero a la familia de la víctima o incluso casándose con ella. El caso de Tina es significativo
"Estos jóvenes crecieron durante la guerra, acostumbrados a tomar lo que querían; no tienen idea del bien y del mal", dice Marie Kolenky
"Es importante que los agresores sean llevados ante la justicia, para dar ejemplo", explica Benetta Tarr, viceministra de Género
Las violaciones de mujeres adultas se tapan. Según la creencia popular, cuando una mujer ha tenido relaciones sexuales, ya no puede ser violada

El caso de Cecilia no es aislado. Representa más bien la norma para las víctimas de violación hoy día en Liberia. Dos cifras resumen la situación. En 2005, más de mil víctimas fueron atendidas tan sólo en el servicio de violencia sexual del hospital Benson, en la capital del país, Monrovia. En los últimos tres años, únicamente un agresor ha sido condenado a ir a la cárcel.

Catorce años de guerra civil han dejado huellas muy profundas en Liberia. Han pasado cerca de tres años desde el fin del conflicto, y el país empieza, tímidamente, a levantar cabeza. Sigue sin haber luz ni agua corriente; la seguridad depende de 15.000 soldados de la ONU desplegados en el país, y apenas se cuentan 55 médicos para tres millones de habitantes. Pero hay algunas noticias esperanzadoras. El pasado noviembre, los liberianos eligieron a Ellen Johnson-Sirleaf como presidenta. La primera en África. Y la mayoría de la población parece dispuesta a darle una oportunidad. Además, a finales de marzo, el ex presidente Charles Taylor, considerado como uno de los responsables de las atrocidades de la guerra, fue arrestado y llevado ante un tribunal internacional.

La nueva presidenta ha puesto en marcha una ley que, por primera vez, penalizará con la cárcel a los violadores. Pero queda mucho por hacer y lo ocurrido son sólo primeros pasos. En las calles de Monrovia, grandes carteles avisan: "La violación es un crimen, busca atención gratuita", "No pegues a tu mujer, es tu amiga". Y se ha creado un Ministerio de Género y un servicio especial de policía. Además, organizaciones nacionales e internacionales empiezan a dar apoyo a las víctimas. Lo que no ha cambiado es la impunidad de los violadores.

Durante la guerra, la violencia sexual fue generalizada. Según un estudio del Comité Internacional de Socorro, casi dos tercios de las mujeres sufrieron actos de violencia sexual, desde la agresión sexual o la violación en grupo hasta la explotación o la esclavitud sexual.

La contienda acabó, pero el problema persiste. Aunque no se encuentran estadísticas nacionales al respecto -no las hay de nada hoy en Liberia-, todas las personas que trabajan sobre este asunto coinciden en que la violencia sexual sigue estando muy extendida. Uno de los legados de la guerra, los ex combatientes, son responsables de buena parte de estos actos. "Estos jóvenes crecieron durante la guerra, acostumbrados a tomar lo que querían; no tienen idea del bien y del mal", comenta Marie Kolenky, una liberiana responsable del programa de Violencia de Género del Comité Americano para los Refugiados.

En 2005, 1.214 personas fueron atendidas en el servicio de violencia sexual del hospital Benson, llevado por la ONG Médicos Sin Fronteras. Es uno de los pocos de este tipo en Liberia y el único en Paynesville, un distrito de la capital en el que malviven 300.000 personas. En los tres primeros meses de 2006, el número de nuevos casos estaba en ligero aumento. Pero, mientras hace un año la mayoría de las personas tratadas (70%) eran mujeres que habían sido violadas durante la guerra y seguían padeciendo trastornos, hoy más del 60% son casos de violencia reciente. "Es difícil saber si este aumento se debe al incremento de casos de violencia en general o al hecho de que la gente se ha vuelto ahora más sensible a este problema y denuncia más casos", explica Rebeca Singer, la responsable del servicio.

Otro factor que puede explicar esta opacidad es la fuerte presión del entorno para que los casos de violación se diriman por "la vía familiar". En muchas ocasiones, el autor acaba pagando un dinero a la familia de la víctima o incluso casándose con ella. El caso de Tina, de 18 años, es significativo. En las pasadas navidades, fue a pasar unos días a casa de sus abuelos. "Dormía en la misma habitación que el tío Amos. Una noche, mientras dormía, el tío se lió conmigo", recuerda. Cuando la familia se enteró de lo ocurrido, se armó una gran discusión. Uno de los tíos quería llevar a Amos a juicio, otro pariente pretendía que Amos se hiciera cargo de la chica. Finalmente, se decidió que Tina no podía seguir viviendo con su madre, que no había sabido cuidar de ella, y la mandaron a vivir con su tío Korvah, a las afueras de la capital. Hoy, Tina no va más a la escuela. Nadie quiere hacerse cargo de la matrícula.

"Las mujeres quedan apartadas de estos asuntos", explica Malinda Joss, la directora de la Asociación de Desarrollo para Mujeres y Niños de Liberia. "Cuando se produce una violación, el caso se arregla entre hombres", añade. Pero Joss apunta otro factor que puede explicar que la mayoría de los casos de violencia sexual nunca se denuncien. "La pobreza resultante de la guerra ha roto las familias. Cuando un niño ha sido violado, muchas veces los padres no tienen dinero para llevarle al hospital ni tampoco para ir a la policía, que les va a pedir dinero. Lo único que les queda es buscar un compromiso con el agresor".

Creencias populares

Las violaciones de mujeres adultas quedan aún más tapadas. Muchas personas entrevistadas aseguran que, según la creencia popular, cuando una mujer ha tenido relaciones sexuales, ya no puede ser violada. Este dato puede explicar que más del 80% de los pacientes del Benson son menores de 18 años. Las mujeres, sencillamente no van porque se considera que no pueden ser violadas. No todo es una cuestión de justicia. "La gente desconoce las implicaciones de una violación para la víctima y para la sociedad en general", lamenta Joss, cuya asociación organiza actividades de sensibilización en las comunidades rurales.

Lucía Kehwillian, una de las asesoras del servicio de violencia sexual del Benson, cuenta que muchas víctimas acuden al hospital para obtener un certificado médico. "Luego van a la policía y al final llegan a un compromiso con el agresor". Pero Kehwillian insiste en que el servicio ofrece mucho más que esto, y todo gratis. "Damos tratamientos profilácticos contra las enfermedades sexualmente transmisibles, como el VIH, y vacunación contra la hepatitis y el tétanos; proporcionamos también la píldora del día después si la víctima acude en las 72 horas posteriores a la violación, y les brindamos apoyo psicológico".

Benetta Tarr, la viceministra de Género, subraya los pasos que se han dado recientemente: una nueva ley, más dura con los agresores, ha sido aprobada; se ha creado una task force para la violencia de género, que coordina las actividades de las organizaciones, y se empieza a trabajar a escala local para sensibilizar a la población sobre este problema. Queda una gran asignatura pendiente. Que los agresores sean llevados ante la justicia, para dar ejemplo.

Aloïs Hug es encargado de prensa de Médicos Sin Fronteras

Chequeo a una liberiana en el hospital Benson de Monrovia.
Chequeo a una liberiana en el hospital Benson de Monrovia.JUAN CARLOS TOMASI
Tina, de 18 años, fue violada por su tío Amos en las pasadas navidades. Parte de su familia quería que el agresor se hiciera cargo de la niña, pero finalmente se decidió que fuera a vivir con otro pariente.
Tina, de 18 años, fue violada por su tío Amos en las pasadas navidades. Parte de su familia quería que el agresor se hiciera cargo de la niña, pero finalmente se decidió que fuera a vivir con otro pariente.JUAN CARLOS TOMASI

La historia de Benetta

CUALQUIERA SE HUBIERA hundido de pasarle lo que le pasó a Benetta. Refugiada, sin otro recurso que la prostitución, violada, robado su niño, Benetta ha vivido un calvario sin fin. Pero se mantiene firme y sigue creyendo en un futuro mejor. Su esperanza la pone en su hija Faithy en salir de la calle para poder cuidar de ella.

El pasado marzo, los soldados de la ONU la llevaron al hospital Benson, con unas bragas y una pieza de tela por única ropa y el cuerpo cubierto de heridas. "Esa noche había ido a un bar llamado Old Road con una amiga", recuerda. "Tenía que ir al servicio, pero no había en el bar. Así que salí. Ahí había un grupo de hombres. Me agarraron y me llevaron al cruce de carreteras. Entonces me violaron. Muchos hombres me violaron". Según Benetta, los agresores eran ex combatientes. Su amiga reconoció a uno y fueron a denunciarle a la policía. "Pero la policía nos pidió que nos olvidáramos del asunto", asegura.

No era la primera vez que Benetta acudía al hospital Benson. En febrero de 2004 ya había estado en circunstancias similares, llevada por los soldados tras haber sufrido una violación en grupo. Todas sus colegas que trabajan en la calle han sido violadas alguna vez,

asegura.

Benetta llegó a Liberia huyendo de la guerra en Costa de Marfil, en la que perdió a su hermana gemela. Venía con su hijo, Emmanuel.

En Monrovia conoció a una pareja (recuerda que él se llamaba

Jean-Paul), y le dijeron que iban

a ayudarla...

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