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El ex jefe del Ejército afirma que ignora el motivo de su cese

Alonso dice que "es un cambio de conductor, pero no de dirección"

Miguel González

En el Salón de Embajadores del palacio de Buenavista, el mismo lugar donde su antecesor le entregó el mando del Ejército de Tierra hace sólo 22 meses, el general de Ejército José Antonio García González cedió el testigo a su sucesor, el recién ascendido Carlos Villar. No hubo en esta ocasión palabras de reproche o resentimiento, aunque sí de incredulidad por las razones de su destitución, que aseguró ignorar.

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Fiel a su proverbial optimismo, García González presentó su pase anticipado a la reserva (tiene 63 años, y la edad media de retiro de los generales es a los 65) como el inicio de una nueva etapa en la que podrá atender mejor a su familia. "Sólo puedo sentir agradecimiento y orgullo por haber mandado una organización excepcional y modélica, a veces poco reconocida", dijo.

Reconoció, no obstante, que el jueves por la noche, después de que el ministro de Defensa le comunicara su inminente relevo, tuvo momentos de "ansiedad y desazón", preguntándose por qué se le destituía, pero "duró muy poco", agregó, porque la razón no tenía "ninguna importancia".

Las palabras que, momentos antes, pronunció el ministro José Antonio Alonso, durante la jura del cargo por parte del nuevo jefe del Ejército, Carlos Villar, no arrojaron mucha luz sobre los motivos.

"Es un cambio de conductor, pero no de dirección. Me ha parecido oportuno el relevo para recorrer este nuevo tramo del camino, que es distinto del anterior pero persigue la misma meta: unas Fuerzas Armadas cada vez más eficaces, profesionales y operativas", afirmó.

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Alonso tuvo palabras de agradecimiento para el cesado, de quien dijo que ha hecho "una tarea eficaz desde el honor y la honestidad". Villar reconoció a su antecesor como "inspirador, si no autor material de las reformas que han hecho posible la modernización del Ejército en el último cuarto de siglo". La última de ellas, aprobada el 7 de abril.

No fue posible recoger las opiniones de los generales y mandos asistentes ya que se impidió el acceso de los periodistas a la tradicional copa, aduciendo falta de espacio.

No obstante, la práctica totalidad de los militares consultados asumen con naturalidad el relevo, conocedores de que el jefe del Estado Mayor del Ejército (con rango administrativo de subsecretario) es un cargo de confianza política, que depende del Gobierno de turno.

Por el mismo motivo, aceptan el nombramiento de Carlos Villar, ascendido para la ocasión a general de cuatro estrellas. El ministro aseguró que su profesionalidad está acreditada y "cumple con creces los requisitos para asumir tan alta responsabilidad"; saliendo así al paso de los que creían que su prolongado alejamiento del Ejército suponía un obstáculo.

El jefe de Estado Mayor de la Defensa, Félix Sanz, pidió al nuevo jefe del Ejército que, más allá de su capacidad técnica, reconocida por todos los oradores, cultive "las virtudes tradicionales" de la milicia.

Villar juró el cargo en la sede del Ministerio de Defensa y tomó el bastón de mando en el Cuartel General del Ejército. Al primer acto asistió José Antonio Alonso y al segundo, el secretario de Estado de Defensa, Francisco Pardo, a quien Villar agradeció su confianza como director general de Armamento y Material, un cargo que ocupaba desde 2001.

No hubo, en ninguno de los discursos, una sola alusión al caso Mena que, según admiten en privado fuentes gubernamentales, fue el detonante del cese de García González, a quien se le achaca una actitud pasiva ante este brote de indisciplina.

García González se limitó a decir que "hay que mirar al futuro y no distraerse con esas pequeñas piedras que te vas encontrando cada día y te parecen rocas". Y concluyó recordando los versos de Calderón: "Aquí la más principal hazaña es obedecer. Y el modo como ha de ser es ni pedir, ni rehusar".

Más allá de sus causas, la principal característica del relevo fue la celeridad. Como si el Ejército tuviera vértigo al vacío, Villar tomó posesión a las pocas horas de publicarse su nombramiento. El relevo al frente de la Guardia Civil no está previsto hasta el jueves.

El general Carlos Villar, a la derecha, habla con su antecesor, José Antonio García González.
El general Carlos Villar, a la derecha, habla con su antecesor, José Antonio García González.MANUEL ESCALERA

Quinta del 45

Con 63 años, García González era el mayor de los miembros de la cúpula militar. Su sucesor, Carlos Villar, nació en 1945, el año que empezó la guerra fría, igual que los otros componentes de la Junta de Jefes de Estado Mayor (Jujem). Por unos meses, es el más joven, pues cumple el 29 de diciembre, mientras que el jefe de Estado Mayor de la Defensa, Félix Sanz, lo hace el 20 de enero.

Aunque de la misma quinta, Villar parte con desventaja. Los otros miembros de la cúpula militar fueron nombrados en 2004 y, cuando se celebren las próximas elecciones, en 2008, llevarán cuatro años, el doble que él.

Tras ensayar varias fórmulas, se optó por la sustitución conjunta de los miembros de la Jujem al inicio de cada legislatura para que formen un equipo. El relevo a mitad de partido rompe esta filosofía y abre incógnitas de futuro.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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