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Defensa cambia al jefe del Ejército para reforzar la disciplina tras el 'caso Mena'

El general Villar, sucesor de García González, ocupa un alto cargo en el ministerio desde 2000

Miguel González

Menos de media hora duró la reunión que el ministro de Defensa, José Antonio Alonso, mantuvo con el Consejo Superior del Ejército. Llegó, se presentó a los tenientes generales, recordó su reciente viaje a Afganistán y les anunció que iba a proponer de inmediato al Consejo de Ministros el cese del general José Antonio García González como jefe del Ejército y su sustitución por el general Carlos Villar. Alonso no dio ninguna razón para el relevo, que se produce con dos años de anticipación, pero fuentes gubernamentales admitieron que el objetivo es reforzar la disciplina y evitar nuevos casos Mena.

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Los tenientes generales no preguntaron a Alonso los motivos de la inesperada destitución de su jefe. La aceptaron con disciplina.

Los periodistas sí se lo preguntaron a la vicepresidenta del Gobierno María Teresa Fernández de la Vega en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. "Las razones por las que se ha producido el relevo vienen determinadas por la conveniencia de designar para ese puesto a una persona que, dada su experiencia internacional, encaja mejor en el impulso que se quiere dar a la Política Europea de Seguridad y Defensa", respondió.

El nuevo jefe del Ejército, Carlos Villar, tiene una dilatada experiencia internacional, pero también la tenía su antecesor, en posesión de varios diplomas y condecoraciones extranjeras, incluida una reciente de EE UU y, en todo caso, no corresponde al jefe del Ejército de Tierra la responsabilidad sobre la política de Defensa.

El cese de un jefe del Ejército con menos de dos años de mandato constituye un hecho insólito. Las Fuerzas Armadas se han acostumbrado a que la cúpula militar se renueve al inicio de cada legislatura, pero no cada vez que cambia de ministro. Por eso, Fernández de la Vega se apresuró ayer a aclarar que el Gobierno "descarta cualquier otro cambio" entre los máximos responsables de los ejércitos.

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Autoridad comprometida

Fuentes gubernamentales admiten que la pasividad de García González durante la crisis provocada por el caso Mena está en el origen de su cese anticipado. Aunque era el inmediato superior del teniente general de Sevilla, y el competente en primera instancia para actuar disciplinariamente, se mantuvo al margen de las medidas adoptadas por el entonces ministro José Bono, con el apoyo del jefe del Estado Mayor de la Defensa, Félix Sanz.

"El relevo no debe interpretarse como un castigo por su actitud de entonces, sino como una forma de asegurar que episodios de este tipo no vuelven a repetirse", alegan las mismas fuentes.

A García González se le reconoce el mérito de haber sido uno de los principales impulsores de los planes de modernización del Ejército de Tierra en las últimas décadas -desde el Plan Meta, en los años 80, hasta el incluido en el decreto de transformación que se aprobó el pasado día 7- pero, a juicio del Gobierno, no supo atajar el brote de indisciplina protagonizado por su amigo y compañero de promoción José Mena.

A partir de la crisis de la Pascua Militar -en su discurso del 6 de enero, el jefe de la Fuerza Terrestre aludió a una posible intervención del Ejército si el Estatuto de Cataluña desbordaba los límites constitucionales-, García González perdió la confianza política del Gobierno. Y ello dejó gravemente comprometida su propia autoridad en el seno del Ejército, lo que hacía inaplazable el relevo, según las mismas fuentes.

Pese a ello, el cambio pilló por sorpresa. Los tenientes generales, que acudieron a primera hora de la mañana al Cuartel General del Ejército, se enteraron por la segunda edición de EL PAÍS de que no iban a asistir a la presentación protocolaria del nuevo ministro.

El propio García González parecía convencido de que, tras la dimisión de José Bono, su rumoreado cese quedaba, como mínimo, aplazado. El nuevo ministro de Defensa, José Antonio Alonso, le sacó el jueves por la noche de su error.

Quedaba la duda de la identidad del sustituto. Alonso comunicó al Consejo Superior que iba a proponer al Gobierno el nombramiento de Carlos Villar y, en aplicación de la legislación vigente, pidió su opinión a los tenientes generales. Quizá por la inexperiencia del ministro, no se cumplió la costumbre de que el afectado abandonara la reunión mientras opinaban sobre él.

En todo caso, nadie habría podido poner reparos. Natural de San Sebastián, con 55 años, estuvo destinado entre 1968 y 1980 en la Brigada Paracaidista y en esa época, como teniente y capitán, se le consideraba próximo a la Unión Militar Democrática (UMD). Posteriormente, fue jefe del Regimiento de Transmisiones Estratégicas 22 y trabajó en el Estado Mayor del Ejército, antes de incorporarse, en el año 2000, al órgano central del Ministerio. Un año después, con el PP, fue nombrado director general de Armamento y Material, puesto que ocupaba ahora.

Su prolongado alejamiento del Ejército de Tierra era, a juicio de algunos compañeros, el principal obstáculo para que Villar ocupara el puesto del que esta mañana tomará posesión. Pero ni siquiera los más críticos le discuten la inteligencia y capacidad de trabajo.

José Antonio Alonso saluda al general Carlos Villar, en su toma de posesión como ministro, el pasado día 11.
José Antonio Alonso saluda al general Carlos Villar, en su toma de posesión como ministro, el pasado día 11.EFE

Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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