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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Eduardo Ripoll Perelló, último eslabón de una generación

Nacido en Tarragona en mayo de 1923, el prehistoriador Eduardo Ripoll Perelló falleció el 28 de marzo en su domicilio de Barcelona. Su larga trayectoria científica y académica le sitúa en un lugar destacado dentro de la historia de la disciplina arqueológica del país.

Cursó sus estudios en la Universidad de Barcelona a mediados de los años cuarenta, donde recibió el influjo paleolitista de Lluís Pericot, que le marcó de forma decisiva su trayectoria investigadora. Perfeccionó sus estudios sobre estos temas en el Institut de Paléontologie Humaine de París, en el que entró en contacto con otro de los personajes que le marcaron, el abate Breuil.

Entre 1947 y 1953 ocupó el cargo de conservador adjunto en el Museo Arqueológico de la Diputación de Barcelona, dirigido en aquel entonces por el profesor Martín Almagro Basch, del que fue discípulo y sucesor en diversos destinos; tras la disputada oposición ganó su plaza de conservador y en 1963 pasó a desempeñar las labores de director del museo y del conjunto de Ampurias.

Paralelamente, ejerció como comisario de la IV Zona del Patrimonio Artístico Nacional y como secretario de la Zona de Cataluña y Baleares del Servicio Nacional de Excavaciones.

En aquellos momentos Ripoll había iniciado ya su labor investigadora en el campo del paleolítico con dos polos de atracción: Cueva de Ambrosio (Vélez Blanco, Almería), donde descubrió un rico solutrense paralelo al encontrado por Pericot 30 años antes en el Parpalló; y el arte rupestre, una de las vocaciones satisfechas de su larga vida, con estudios y descubrimientos de largo alcance, desde los yacimientos del monte Castillo hasta el bóvido de la Moleta de Cartagena.

Al lado de su labor investigadora y museística, las tareas universitarias ocuparon un papel importante en su trayectoria a partir de 1968. La fundación de la Universidad Autónoma de Barcelona le catapultó hacia la responsabilidad de los estudios de Prehistoria y Arqueología en dicho centro hasta principios de los años ochenta; llegó a ejercer de decano de la Facultad de Letras de la UAB.

En 1981 trasladó su actividad a Madrid, al ser nombrado director del Museo Arqueológico Nacional, al frente del cual estuvo hasta 1986. Paralelamente, ganó la cátedra de Prehistoria de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, centro en el cual ejerció su docencia hasta su jubilación en 1993, e incluso en los años siguientes, al ser nombrado profesor emérito.

Los reconocimientos académicos e internacionales recibidos por Ripoll fueron abundantes. Fue miembro correspondiente de las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes; miembro de número del Deutsches Archäologisches Institut; miembro de la Comisión Permanente de la Union Internationale des Sciences Préhistoriques et Protohistoriques, que le nombró, a su jubilación, miembro de honor de dicha institución; académico de número de la Reial Acadèmia Catalana de Belles Arts de Sant Jordi (1981) y de la Reial Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona (1978), de la que fue su presidente desde 1996 hasta su fallecimiento.

La muerte de Eduardo Ripoll representa la práctica extinción de la generación que, en los años cuarenta, reavivó la llama que Pere Bosch Gimpera legó a Lluís Pericot para que su obra perviviera a través de lo que se ha dado en llamar Escola Catalana d'Arqueologia.

Después del último discípulo directo de Bosch, Joan Maluquer de Motes, una larga saga de arqueólogos y prehistoriadores del país, que estudiaron en la Universidad de Barcelona en los años cuarenta, copó buena parte del panorama español de las dos décadas siguientes: Miquel Tarradell, Pere de Palol, Antoni Arribas, Alberto Balil y tantos otros ganaron cátedras en el resto de España y ejercieron su labor docente extendiendo los postulados heredados de la conexión Bosch-Pericot.

Eduardo Ripoll era el último de esta saga, de una generación brillante que tuvo una difícil continuidad en los estudiantes de los años cincuenta y sesenta, una generación perdida que fructificó luego en la quinta del 75, la que hoy ocupa los lugares de responsabilidad en la prehistoria y la arqueología del país. Vaya, desde esta óptica profesional, pero también desde la personal, mi más sentido recuerdo para la figura de Eduardo Ripoll y para su familia.

Josep M. Fullola es catedrático de Prehistoria y director del SERP, de la Universidad de Barcelona.

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