Manuel Capdevila, pintor expresionista y orfebre

Con Manuel Capdevila desaparece un pintor particularmente independiente, ante cuya obra es inevitable preguntarse si procedía de la tradición moderna del noucentisme, si era un precursor del espíritu de las vanguardias, un renovador, un neofauvista a la catalana o un expresionista meridional. El caso es que el fulgurante éxito del informalismo, hizo que fueran marginados todos aquellos artistas que procedían de la tradición figurativa y buscaban otros caminos de renovación de sus lenguajes, dentro del espíritu de la modernidad.

Y esto es lo que llevó a Capdevila, como a algunos de sus compañeros de generación (Mompou, Villà, Figueras y Rogent, Ràfols, Valls o Hernández Pijuan, más tarde) a emprender una trayectoria propia que no buscaba la ruptura, sino la evolución natural y aunque unos derivaron hacia la abstracción narrativa, otros, como Capdevila se decantaron por una pintura instintiva, suelta, de marcado expresionismo, tan irónica como sincera que, según él mismo, buscaba la esencia de las cosas, de una manera natural y espontánea, sin complicaciones. Con él desaparece el último discípulo de la Academia de Francesc d'A. Galí, de la que también salió Miró, que fue el núcleo avanzado de la pintura catalana moderna.

Pero más allá de la pintura, Capdevila ha sido también el gran innovador en nuestro país de la orfebrería, en especial después de su estancia en París en 1926, en lo conceptual y en lo formal, como se pone de manifiesto en la serie de piezas surrealistas que hizo en 1937.

Hoy forman parte de las colecciones del Museo de las Artes Decorativas, en la Corona per a un mártir, de madera, cobre y guijarros, que tanto entusiasmó a Eugeni d'Ors, y en los objetos litúrgicos que se conservan básicamente en el monasterio de Montserrat. Y es que tanto en la orfebrería civil como en la religiosa, Capdevila supo dar una dicción propia que ha creado escuela. Fue profesor de la Escola Massana y fundador de Orfebres FAD.

Daniel Giralt-Miracle es crítico de arte.