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Columna
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Resurrección patria

Las movilizaciones populares del Aberri Eguna, convocadas por el PNV desde comienzos de la década de los treinta, conmemoran el Domingo de Resurrección de 1882 en que un jovencísimo Sabino Arana recibió de su hermano Luis la revelación nacionalista -"¡bendito el día que conocí mi patria y eterna gratitud a quien me sacó de las tinieblas extranjeristas!"- y abandonó sus creencias carlistas. Como ha ocurrido en años anteriores, el Día de la Patria Vasca ha sido celebrado en actos separados por las diferentes familias nacionalistas, que subrayan con ese gesto litúrgico la autonomía de sus proyectos políticos y la interpretación ideológica propia del legado sabiniano. El PNV convocó a sus militantes en Bilbao para escuchar los contrastados mensajes del lehendakari Ibarretxe y de Josu Jon Imaz, presidente del partido; Eusko Alkartasuna (EA) escogió Gernika como escenario del mitin; y mientras Aralar optaba por la localidad vasco-francesa de Heleta para celebrar la conmemoración, Batasuna buscó el amparo de una asociación municipalista bajo su control para congregar en Pamplona a varios miles de seguidores sin la presencia de Otegi ni la intervención de otros líderes suyos.

La reunión organizada en vísperas del Aberri Eguna por el Foro de Firmantes del Acuerdo de Base -bajo la mirada redentora del padre Alec Reid- propició el encuentro de los dirigentes de Batasuna con destacados representantes de EA, el partido que concurrió en coalición -junto al PNV- a las elecciones autonómicas y que es socio del Gobierno tripartito de Vitoria presidido por el lehendakari Ibarretxe. El apoyo dado el pasado 1 de abril por EA a la manifestación en Bilbao de la izquierda abertzale ya había anunciado su doble maniobra de alejamiento del PNV y de aproximación al nacionalismo radical; ambigüedades de ese tipo le costaron en 1991 la expulsión del Gobierno de coalición con el PNV a los pocos meses de su constitución. Sin duda, el alto el fuego de ETA constituye la causa inmediata de ese viraje: consciente de que un eventual final definitivo de la violencia modificaría el mapa político del País Vasco, EA se dispone a cambiar de aliados en esa hipotética circunstancia. El probable crecimiento del voto del nacionalismo radical, cosechado hasta ahora en solitario y a la intemperie por Batasuna, serviría también de acicate a otras formaciones deseosas de pescar en ese ampliado caladero.

Por lo demás, las modificaciones en el formato del sistema de partidos vasco, que brindaría al PNV la oportunidad de recuperar el espacio transversal abandonado en 1998 (y de pactar otra vez con los socialistas como hizo durante el mandato del lehendakari Ardanza), sólo podrían consolidarse si el final dialogado de la violencia llegara realmente a producirse. Las variables en juego son tan numerosas y su interrelación tan complicada que los vaticinios sobre el desenlace de ese proceso basados sobre pálpitos optimistas o pesimistas sirven de escasa ayuda; ni el porvenir está escrito, ni los aciertos de pronóstico logrados en anteriores ocasiones garantizan hoy su repetición en el futuro. Pero, aunque la proyección de los deseos o de los temores sobre la realidad sea una fuente de engaño, la animosa voluntad de aprovechar todas las oportunidades disponibles para acelerar el fin de la violencia ayudaría seguramente a poner en marcha un movimiento de opinión de la sociedad vasca cuya dinámica terminase favoreciendo la consecución de ese objetivo mas allá de las intenciones iniciales de los interlocutores.

A los adjetivos de rigor -largo, duro y difícil- aplicados al camino emprendido para erradicar definitivamente los crímenes, las amenazas y las justificaciones del terrorismo sería conveniente añadir otras calificaciones referidas a las fuentes informativas. Parece inevitable que los avances y retrocesos del proceso negociador precipiten una polución de noticias inciertas, confusas y manipulables. No se trata sólo del carácter secreto de algunos contactos; los ruidos pueden ser provocados de manera intencionada para mejorar las posiciones negociadoras de los jugadores o para hacer descarrilar -sea cual sea la ideología de los saboteadores- ese delicado proyecto: la guerra psicológica siempre recurre a los rumores y a la desinformación para conseguir sus propósitos.

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