Una gota en el océano

La Agencia Pública de Alquiler (APA) empezó a funcionar en octubre de 2005 con el propósito directo de estimular el mercado de alquiler de vivienda en España, ignorado durante los últimos 50 años, y el indirecto de enfriar en lo posible la fiebre de precios en el mercado de vivienda en propiedad. De estos propósitos cabe dar cuenta aproximada seis meses después con un balance que no es apasionante ni catastrófico.

La APA declara haber gestionado hasta el momento más de mil operaciones de alquiler y disponer de unas cuatro mil peticiones para el futuro. No renuncia a su objetivo de intermediar 25.000 alquileres en los próximos cuatro años, aunque el ritmo actual parece demasiado lento. Los precios de la vivienda están desacelerando suavemente y es probable que en 2006 crezcan ya a tasas de menos de dos dígitos; pero es dudoso que en una parte sustancial de esta moderación tenga algo que ver el menguado volumen de alquiler gestionado por la agencia. El programa de alquileres para jóvenes de la Comunidad de Madrid lleva gestionados más de 1.400 pisos en un año.

Las dificultades de arranque del mercado de alquiler gestionado por una agencia pública probablemente tienen que ver con los problemas de organización, los escasos alicientes económicos y la tradicional resistencia de los propietarios a arrendar sus viviendas. No es fácil ordenar los cruces de oferta y demanda, cuidarse de los depósitos y atender las reclamaciones de inquilinos y propietarios. Quizá el coste de gestión -la agencia se queda con una parte del alquiler para sufragar sus costes- desincentiva la concesión de más viviendas a la institución; y las condiciones fiscales del mercado tampoco ayudan.

La única consecuencia positiva es que ya está lanzado el mensaje de que el mercado de alquiler también debe existir en España; y que hay mecanismos para reactivarlo, como los seguros y avales que ha puesto en marcha la agencia. El mercado y las comunidades autónomas seguro que ayudarán en esta tarea