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Reportaje:DEPORTISTAS

¿Qué hay el día después de la medalla? Vértigo

Atletas de élite, entrenadores y directivos denuncian el vacío al final de la competición profesional

Patricia Ortega Dolz

La entrevista concluyó así: "... Es una pena que tenga que ocurrir lo que ha pasado con Jesús [Rollán] para que la gente se dé cuenta de que hay un día después". Fue la última frase de Ernesto Pérez, subcampeón olímpico de yudo en Atlanta y ahora técnico eléctrico en Telemadrid.

Han pasado 10 años desde que obtuvo aquella medalla y cuatro desde que se retiró. Cumplió los 30 años en el avión de ida a los Juegos Olímpicos de Sidney (2000). "En ese momento me di cuenta de que aquélla era mi última competición", dice. Pero tuvo que romperse los dos abductores de las dos piernas en el Campeonato de Europa de 2002 para emprender de verdad la retirada.

Nadie sabe exactamente cuándo llega el momento. Nadie lo quiere saber. Todos ellos, con sus vidas enteras dedicadas en cuerpo y alma al deporte, conocen la leyenda de "el día después". Un cuento turbio que han oído muchas veces y que empieza por "que esto se acaba" y termina con "que luego no hay nada". Se lo saben bien. La teoría se la conocen y, aun así, se aferran a un presente que se les escapa entre última y última competición.

Todos conocen la leyenda de "el día después". Un cuento turbio que empieza por "que esto se acaba" y termina con "que luego no hay nada"
"No hay nada. Ni durante ni después. No nos cambian ni los exámenes de la Universidad. Sólo piensan en los resultados", dice un compañero de Rollán

-Mira, por ahí va un campeón de Europa, señala Ricardo Leiva, director de Deportes del Comité Olímpico Español (COE).

El campeón, con mochila al hombro y anchas espaldas, es David Alarza, otro yudoca de 29 años en el camino de retirada. Sale del entrenamiento matutino en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Madrid.

"No espero nada"

-Habría mucho que hablar, pero yo no espero nada. Lo que me llevo de aquí es lo que yo he vivido y mis medallas. Yo no necesito mucho, el yudo ha sido mi pasión y he vivido por y para ello, pero no podemos vivir del aire. Tengo una beca de 17.000 euros al año por ser campeón de Europa, pero si no la revalido ahora en mayo en el Campeonato de Europa, me la quitan. Y entonces ¿qué...? Es algo irrisorio, pero en fin... Menos mal que Dios me ha dado buenos brazos y espalda para poder trabajar...

Como la mayoría de los deportistas de alta competición, lleva entrenando desde la niñez. Los años cruciales de su vida han coincidido con los años álgidos de su competición y, claro, como en la mayoría de los casos, los estudios acaban quedándose de lado. Se acerca ese día del final, pero... "Sólo pienso en Europa el mes próximo y en prepararme para entrar en la Olimpiada de Pekín en 2008. Nada más. Luego, ya veremos".

Esta manera de afrontar el fin de una carrera deportiva es muy común. Ven cómo se acerca ese día sin tener nada claro. A sus 36 años, Nacho Azofra, el base del equipo de baloncesto Adecco

Estudiantes, vive una situación similar, aunque quizá algo más desahogada porque los honorarios de los baloncestistas son superiores, con mucho, a los de los yudocas. "No sé... Bueno, yo empecé Físicas y luego lo dejé. Después empecé Óptica y también lo dejé. Me acomodé. Ésa es una espina que tengo clavada. En todos los deportes de alto nivel es muy difícil compaginar trabajo y entrenamiento, pero los estudios se pueden sacar, sólo que a otro ritmo", asegura ahora que ya firma contratos con su equipo año a año. "No sé lo que voy a hacer. Voy a acabar el año. Me gustan muchas cosas y me gustaría ensayar algo alejado del deporte. Estoy dispuesto a aprender. Ya veremos qué pasa", dice a la vez que recuerda a todos los compañeros que han tenido dificultades tras dejar el baloncesto.

"¿Qué pasa?, que se encuentran con 29 años sin la formación que se les requiere para reinsertarse en el mercado laboral y acostumbrados a una vida más o menos llevadera y, de pronto, les ofrecen un puesto de reponedor de cajas que desechan y empiezan los problemas...", comenta Leiva.

"A mí se me cae el alma a los pies cada vez que viene un chico a preguntarme qué puede hacer con su vida tras dejar la competición. Y tengo que decirle que, desgraciadamente, no puedo hacer nada o muy poco", apostilla Antonio Esteban, presidente de la Federación de Gimnasia.

Entrenadores, directivos deportivos y deportistas, todos coinciden en que es el momento más complicado y que se sienten sumamente "solos", "perdidos", "abandonados", "desorientados", "desubicados"... Hablan de pasar de un mundo conocido, en el que se sienten seguros y donde conocen las claves del éxito, a otro desconocido, en el que se sienten inadecuados. Paradójicamente desentrenados para la competición de su vida, tras pasar sus mejores años en el gimnasio. Se rompe la burbuja de la sala de entrenamiento, de los viajes de competición, de las concentraciones de deportistas, de los campeonatos nacionales e internacionales que les cubrieron de gloria y les llevaron a las páginas de los periódicos "y, de un día para otro, pasas de sentirte una estrella a un inútil", en palabras del ciclista Pedro Delgado. "El día después, es como se llama en el mundo del deporte. Te sientes perdido, vacío. Mi caso, que me he reconvertido en comentarista deportivo, es atípico y una excepción. Pero estoy harto de ver lo que ocurre. Nadie cuenta con esos deportistas después, aunque son un capital humano valiosísimo", añade.

Estas sensaciones y sus respectivas conclusiones no son nuevas. El suicidio de Jesús Rollán ha vuelto a sacarlas a la palestra. Porque todos saben que pidió ayuda cuando ya había hipotecado todo lo que tenía, cuando vivía una situación desesperada con su familia, y fuentes cercanas a su entorno aseguran que recibió, como otros, limosnas.

Cinismo. Hay quienes como José María Barca, compañero de Rollán durante 12 años, no tienen pelos en la lengua para ponerle ese calificativo a la situación actual. Barca, de 31 años, a diferencia de muchos de sus compañeros que dejaron los estudios a edades tempranas, dejó el equipo nacional de waterpolo después de haber conseguido sacarse dos carreras a base de aprobar todas las asignaturas en los primeros semestres de cada año, y con el fin de empezar unas prácticas en una empresa. "No hay nada, ni durante ni después. No se cuida nada. No nos cambian ni los exámenes en la Universidad. Nos concentran durante seis meses entrenando seis u ocho horas diarias. Eso no es compatible con nada. Hay un minucioso seguimiento de nuestros progresos deportivos y de nuestros resultados, pero nulo con respecto a nuestros estudios. Las becas son ridículas, las máximas son de 30.000 euros al año para los campeones olímpicos por equipos y de 60.000 para los individuales", asegura ahora que sigue compitiendo con su club. Y recuerda el estremecimiento que le produjo el otro día una reunión con los más jóvenes de su equipo que, a los 18 y 19 años, sueñan con ser nacionales: "Eran fotocopias de Rollán".

Pues ahí están éstos y otros muchos más, y más que vienen detrás. Jesús Carballo (29 años), campeón olímpico de gimnasia, retirado hace un año y que va a montar un gimnasio; Lerea Elso (32), campeona olímpica de gimnasia que trabaja en un gabinete de prensa; Cristian Bazán (16), en un centro de alto rendimiento desde los 13 y con la vista puesta en las Olimpiadas de Pekín... Los que traen medallas y los que no, todos los que entrenan seis horas diarias durante años y compiten en nombre de su país. La mayoría no esperan nada ese día después. Pero cuando David Alarza se despide del director de Deportes del COE lo hace con un: "Ricardo, no te olvides de mí".

Un gimnasta se prepara para el Campeonato de Europa de mayo, con la ayuda de su entrenador, en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid.
Un gimnasta se prepara para el Campeonato de Europa de mayo, con la ayuda de su entrenador, en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid.CLAUDIO ÁLVAREZ

La Oficina del Deportista

LAS DENUNCIAS que se han sucedido a raíz de la muerte de Jesús Rollán; la evidencia de que tras una vida de medallas luego los deportistas no encuentran nada salvo un pertinaz vacío administrativo, han hecho que el presidente del COE, Alejandro Blanco, se preocupe por dar una solución: "Los deportistas sufren un choque brutal. Es un tema de formación y de futuro, porque la ayuda al deportista debe venir mientras está compitiendo". Para ello han puesto en marcha, como recogía su programa electoral, la Oficina del Deportista. Un nuevo organismo que da sus primeros pasos y que coordina Ricardo Leiva, el director de deportes del COE. "Tiene un área informativa en el ámbito laboral (ofertas públicas de empleo) y otra de cursos y becas para un posible futuro profesional; un área formativa: convenios del COE con vistas a su integración laboral (acceso a la Universidad para mayores de 25 años, cursos de inteligencia emocional para adaptarse a la nueva vida, de gestión del patrimonio...); unos servicios psicológicos, fiscales y legales, y una bolsa de trabajo para que empresas del sector demanden a los deportistas". Los beneficiarios: los que fueron a Atenas y los que se preparan para Pekín, pero está abierto a otros, previa solicitud de sus federaciones. Pues eso: ver para creer.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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