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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Erasmus iberoamericano

Los rectores europeos e iberoamericanos han firmado esta semana en Oviedo la Declaración de Asturias, un documento en el que proponen el intercambio de estudiantes como medida fundamental para fomentar "alianzas estables" entre universidades y como vía para completar la formación de personas que habrán de moverse en un mundo globalizado. Para un objetivo similar creó la Unión Europea en 1987 el programa Erasmus, que seguramente ha fabricado más ciudadanos europeos que cualquier ley antifronteras. El programa Erasmus, que ha propiciado la movilidad de cerca de dos millones de estudiantes entre 2.000 universidades europeas en estos años, mereció por sus resultados un premio Príncipe de Asturias en 2004.

Como buena experiencia merece ser compartida. Los rectores de un lado y otro del Atlántico quieren ahora clonar el Erasmus para que funcione dentro del continente americano y entre ambas orillas, y han pedido apoyo para ello a sus respectivos Gobiernos. Extender esos lazos hasta Iberoamérica es una idea loable que debe, primero, trenzar con firmeza algunos cabos sueltos. La formación de los estudiantes en otras universidades requiere una equiparación previa de planes de estudio que Europa aún no ha conseguido del todo. Cabe deducir, por tanto, que habrá tarea que hacer en Iberoamérica.

No pueden soslayarse tampoco las condiciones económicas, que tantas veces han sacado a relucir los rectores españoles. Si no se amplía la cuantía de estas becas de movilidad, difícilmente permitirán que viajen todos. Los erasmus españoles se ven obligados a pagarse de su bolsillo lo que no cubren las ayudas oficiales, que es mucho. Con frecuencia son los padres los que completan el dinero que falta, y no todo el mundo goza de ingresos suficientes. En otros casos, son los estudiantes los que trabajan durante unos meses de camareros, para completar el estipendio, por lo que es su formación académica la que puede verse resentida.

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La economía de los distintos países también está ocasionando alguna disfunción. Los mediterráneos acusan la carestía de vida de los lugares a los que viajan, mientras que los que estudian en el sur disfrutan, con la misma beca, de condiciones más holgadas. Habrá que aplicar la experiencia al proyecto iberoamericano, en el que las diferencias económicas son mucho mayores. Con una facilidad, inexistente en el caso de la UE, como es la comunidad lingüística iberoamericana, con dos grandes idiomas como el portugués y el español, que constituyen una oportunidad y una riqueza a potenciar.

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