My Space, el espacio juvenil que da pánico a los adultos
MY SPACE.COM FASCINA y da miedo. Es muy apreciado por los adolescentes norteamericanos y su tráfico lo sitúa junto a los sitios más visitados del mundo (con Yahoo, Google y MSN). Debe su éxito a la libertad con la cual los jóvenes se expresan, lo cual es precisamente lo que los atrae y lo que da miedo a los adultos.
Impulsado en sus inicios por fans de música independiente de Los Ángeles, My Space tiene hoy más de 67 millones de cuentas.
En febrero recibió 35 millones de visitantes, que vieron 22.000 millones de páginas. El usuario promedio mira 500 páginas al mes y 37 en cada visita. Por esto lo compró Rupert Murdoch, magnate de los medios, por 580 millones de dólares en julio del 2005. Desde entonces las entradas por publicidad se han duplicado cada seis meses.
My Space tiene hoy más de 67 millones de cuentas. En febrero recibió 35 millones de visitantes, que vieron 22.000 millones de páginas
La brecha generacional se ve agravada porque a los padres les cuesta entender un universo donde los jóvenes lanzan sus mensajes
La tecnología no tiene nada de excepcional. La diferencia está en el uso, en la libertad que tienen los adolescentes para crear su propia cultura.
Lo primero que hace una adolescente al llegar (la edad mínima para abrir una cuenta es de 14 años, cuando al principio, en 2004, era de 18) es crear su perfil para transmitir sus gustos y deseos, los músicos que más le gustan, los demás usuarios de My Space que conoce con enlaces a sus páginas, etcétera.
"Esos perfiles son cuerpos digitales, despliegues públicos de identidades", escribe en uno de sus ensayos Danah Boyd (Danah.org), pasante de doctorado en la Universidad de California en Berkeley y una de las pocas investigadoras del fenómeno.
"Una de las cuestiones clave para los adolescentes es saber si se representan a sí mismos de una manera atractiva", precisó durante una conversación telefónica. "My Space les permite describir su propia identidad gracias a esas increíbles páginas. Les da la oportunidad de mostrar una imagen de sí mismos y de tener reacciones". Luego pueden ajustar en función de ellas.
Con collages de clips, vídeo, fotos y textos de colores sobre fondo muchas veces oscuro, esas páginas transmiten una atmósfera particular. "Se parecen a cuartos de adolescentes", sugiere Boyd.
"La gente puede dejar comentarios, casi siempre públicos, sobre los perfiles de cualquiera", explica. "Cuando alguien piensa en otra persona, o cada vez que pasan por ahí, dejan un comentario. Esto es lo que hace que vuelvan a My Space cada día".
El sitio se vuelve un espacio público virtual, otra noción clave, según Boyd. "No es la tecnología lo que los lleva a pasar tiempo online, es la falta de movilidad y de acceso de la juventud a espacios donde pueden esta a sus anchas sin ser interrumpidos", escribe Boyd en uno de sus ensayos. La carencia de espacios públicos para encontrarse con los amigos es una de las características de la situación de la juventud estadounidense de hoy, y My Space la colma.
El escándalo, sin embargo, acecha por culpa de un puñado de viejos perversos. Algunos padres se preocupan y los medios inflan el problema.
"Existe el riesgo de que se instale un pánico moral", explica Boyd. "La cuestión entonces es determinar si corresponde a un problema real. No ha habido ningún rapto de extraños debido a My Space. Unos 20 adolescentes han sido incitados a encontrar hombres viejos que les pusieron en situaciones difíciles", añade. Reconoce que los casos han de ser más numerosos; pero, afirma "esas cifras son ridículas si se compara con el número de profesores, doctores, curas y padres que molestan a sus niños". De hecho, el FBI registró 15.700 violaciones en EE UU en el año 2000, según Wired News.
La tradicional brecha generacional se ve agravada por el hecho de que a los padres les cuesta entender este universo en el cual, a diferencia de lo que pasaba en su tiempo, los jóvenes no se satisfacen con consumir universos diferentes, sino que los producen. Lo que está en juego, en el fondo, es la negociación entre generaciones de espacios públicos inexistentes (o insuficientes) e indispensables para el desarrollo de los jóvenes.
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