Un volante en la cabeza
Sordo, tercero, logra su segundo podio y confirma su meteórica progresión en el Mundial, dominado por Loeb
"Hemos terminado una carrera más en el podio. ¡Increíble!", se congratuló ayer Daniel Sordo (Torrelavega, Cantabria; 1983), subido al tercer peldaño del podio del Rally de Córcega. En lo más alto festejó el triunfo el campeonísimo francés Sebastien Loeb, compañero suyo en el equipo Kronos Citroën y cuya precisión en las trazadas es emulada por el español.
Tal parece que Sordo nació con un volante en la cabeza. El control que demuestra cuando está conduciendo uno de los potentes coches de World Rally Car (WRC) no está al alcance ni siquiera de muchos pilotos con más experiencia. Con 22 años, no sólo se sitúa ya entre los grandes en su primera temporada mundialista, sino que es capaz incluso de superar a su jefe de filas en más de un tramo cronometrado. Esto ocurrió en el Rally de Catalunya y volvió a suceder el pasado fin de semana en el de Córcega.
Y todo apunta a que va a repetirse y acentuarse en un futuro inmediato. "Es un superdotado para conducir", afirma su copiloto, Marc Martí; "aprende muy rápido y da la impresión de haber hecho esto toda la vida a pesar de ser su primer año con un WRC. Yo puedo aportarle mi experiencia, pero no le hace falta. Controla la situación con una pasmosa tranquilidad. Las notas que me dicta son precisas y lee los tramos muy bien. Sin embargo, debe acumular experiencias".
A pesar de su juventud, Sordo acumula experiencias desde su más tierna infancia, cuando acompañaba a su padre, Daniel, a los rallies muchas veces en condiciones bastante precarias. Éste nunca fue un gran piloto, pero sí el culpable de que él naciera con un volante virtual en su cerebro. "A los 11 años ya conducía un BMW viejo, convertido en todo terreno, por los alrededores de nuestra casa", recuerda su progenitor; "habilitado para la talla de un niño, el acompañante debía sentarse sobre una rueda o cualquier cajón. No era nada cómodo".
Sordo no fue un superdotado para casi nada. Pero sí para conducir. "Siempre ha tenido algo especial", prosigue su padre; "es como aquel niño capaz de tocar el piano a la perfección a los cuatro años. Él lo hacía con el volante. Todo lo que hacía parecía fluirle de dentro, de una forma natural, sin que nadie tuviera que enseñarle nada. Aprendía y sigue aprendiendo muy rápido. Y siempre mantiene la calma. Es tranquilo. Ha batido los récords Guiness en todas las categorías".
Es cierto. Desde que cogió una máquina de motocross en 1995 y se pasó luego al karting en 1997, no ha parado de crecer a una velocidad de vértigo. De una forma similar a la de Fernando Alonso, ahora ya campeón del mundo de F-1 a los 24 años.
Sordo comenzó a competir en pruebas locales y regionales muy pronto. Entró en el mundo de los turismos en 1999, con 16 años, y debutó rápidamente en los Campeonatos de Montaña de Cantabria, de los que fue campeón en 2000. Después llegaron los rallies. En 2001 debutó en esta modalidad. A los 18 años ganó el primer tramo del Campeonato de España absoluto. A los 19 se coló en el primer podio. A los 20 consiguió la primera victoria. Y a los 22, el año pasado, no sólo fue campeón de España absoluto, sino que se convirtió en el campeón mundial júnior más joven de la historia. Y ahora, aún con 22, es ya el segundo más joven en ganar un tramo del Mundial absoluto y amenaza con convertirse muy pronto en el segundo campeón mundial español, siguiendo los pasos de su mentor y asesor Carlos Sainz.
"No tengo prisa", afirma él; "tengo aún muchas cosas que aprender. Cuando llegue el momento será porque todo está en su punto justo. Pero es cierto que cada vez me veo más metido entre los mejores del mundo".
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