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Los 'ex' españoles, rumbo a las fundaciones

Puede que el poder sea una ficción, pero una ficción que engancha. Es raro que el jefe de un Gobierno salga discretamente de escena una vez concluido su mandato. Por irreprochable y honesta que haya sido su trayectoria, pertenecer una temporada a la cúpula del poder político permite manejar mucha información y establecer relaciones que pueden ser muy útiles al ex mandatario. En España, y desde 1992 hasta hoy, los cuatro ex presidentes que ha dado la democracia tienen un estatus especial con derechos vitalicios, tanto protocolarios como de actividad privada. El Estado corre con los gastos de su oficina, en la que pueden trabajar dos personas, y con los del coche oficial, con dos conductores, además de la escolta. También reciben una indemnización equivalente al 80% de su sueldo presidencial (es decir una suma de unos 68.000 euros anuales) durante dos años. Es una forma de compensar las incompatibilidades que les afectan durante igual periodo. Mientras ministros y secretarios de Estado gozan de una envidiable movilidad social, los ex presidentes deben manejarse por el mundo financiero con mayor discreción. Adolfo Suárez abrió un bufete de abogados al dejar La Moncloa, pero no dejó la política hasta 1991, tras el descalabro final del partido que fundó, el CDS. Pasó a trabajar como consultor en el exterior y aceptó en 1996 un puesto de asesor de Telefónica. Leopoldo Calvo-Sotelo (que le sustituyó en 1981 al frente del Gobierno) regresó a la banca tras su breve etapa en Moncloa. Fue consejero del Banco Central-Hispano y miembro del consejo de administración de Dragados y Construcciones, además de presidir la Fundación Ortega y Gasset. En 2002 el rey le concedió el título de marqués de la ría de Ribadeo.

Las fundaciones han sido también un refugio acogedor para sus sucesores, Felipe González y José María Aznar. En el caso de González, que estuvo al frente del Ejecutivo de 1982 a 1996 y se mantuvo como diputado hasta la pasada legislatura, desarrolló durante una etapa tareas de mediación en conflictos internacionales. Actualmente preside la Fundación Progreso Global, ligada a la Internacional Socialista. También Aznar, presidente de la fundación FAES desde que dejó el Gobierno hace poco más de dos años, se ha construido una nueva vida de conferenciante internacional.

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