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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Para terminar con ETA

Por sorpresa, y sin filtraciones previas, el presidente Zapatero ha hecho un cambio de Gobierno con una clave central: consolidar el proceso del fin de la violencia en Euskadi. Cubierta la primera mitad de la legislatura, encaminados los temas más delicados de su ambicioso programa de reformas y con los sondeos de opinión de nuevo a favor, Zapatero se ha ganado la autoridad y la confianza de su partido, de modo que ya no tiene que pensar en equilibrios de familias y en reconocimiento de baronías a la hora de cambiar el Gobierno. Han bastado tres movimientos para que este Gobierno sea todavía más suyo que el anterior y garantice la cohesión indispensable para afrontar el final del terrorismo. Es una pequeña remodelación que sólo afecta a tres ministerios, pero se trata de un gran cambio desde el punto de vista político.

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Hay en el Gobierno algún ministro tanto o más merecedor del cese que la ministra San Segundo, pero éste sirve de aviso para navegantes. Zapatero no ha querido hacer un relevo de ministros de perfil bajo, sino una operación entre pesos pesados con un mensaje muy directo: prioridad al proceso de fin de la violencia. El presidente ha elogiado la gestión de su antiguo competidor, que se estrenó con la retirada de tropas de Irak, y Bono ha insistido en que su salida del Gobierno -y de la política- se producía a petición propia y por razones personales. Tiempo habrá para contrastar con la realidad su frase de que no es el Estatuto catalán el que le echa de la política o hasta qué punto han podido influir sus desencuentros con algunos ministros. En todo caso queda cerrada la etapa en la que algunos alentaron a Bono para erigirse en alternativa a Zapatero. El presidente puede afrontar el proceso vasco con perfecta armonía entre Interior y Defensa, donde coloca a dos políticos de su máxima confianza.

Rubalcaba ha sido el hombre del presidente en el complejo itinerario que ha conducido al alto el fuego de ETA, y tiene lógica que lo sitúe al frente de Interior en la nueva fase. El ministro Alonso ha ejercido con eficacia y discreción, completando el proceso de acorralamiento y debilitamiento de ETA, y goza de la confianza personal del presidente. Desde Defensa podrá controlar órganos tan importantes en el periodo que empieza como los servicios de información. Es imprescindible que nadie entorpezca el proceso de paz, como sucedió en otros momentos.

Con el trasvase de Rubalcaba se desviste un puesto clave: el de jefe del grupo parlamentario socialista, desde el que ha salvado más de una crisis, aunque a favor del cambio cabe argumentar que las principales leyes de la legislatura ya han sido aprobadas. Diego López Garrido, que ejercía de portavoz adjunto, parece perfilarse como candidato a un cargo muy complejo cuando se gobierna en minoría.

Rajoy no ha sabido salir de la clave partidista en su reacción: si en el PP no se fían y dicen que es una mala noticia, en el PSOE pueden tener la tentación de pensar que es un síntoma de acierto. Es una pena que la oposición no sea capaz de tener más sentido de Estado ante el final del terrorismo.

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