El Senado aplaza el acuerdo sobre la reforma de la inmigración

Con reproches mutuos de republicanos y demócratas sobre la voluntad de cada uno de sacar adelante la ley de inmigración, el Senado se fue ayer de vacaciones sin haber cerrado el principio de acuerdo al que llegó el jueves. "Muchos se preguntan qué ha pasado entre el optimismo que teníamos y el bloqueo en el que estamos", dijo Bill Frist, líder de la mayoría republicana, que se apresuró a culpar a los demócratas: "De las 400 enmiendas previstas, sólo han autorizado tres". Frist no mencionó las resistencias entre sus filas a un principio de acuerdo que podría parecer demasiado generoso para resolver la situación de los 12 millones de indocumentados.

Harry Reid, el líder demócrata, también lamentó "obstrucciones", y las atribuyó a la voluntad implícita de los republicanos de cargarse el proyecto de ley sin decirlo. "Las enmiendas fueron elaboradas por gente que no quiere que se apruebe la ley". Tampoco asumió que hay demócratas que no ven con entusiasmo el proceso de legalización, y también es posible, como señaló el republicano moderado Arlen Specter, que el proyecto no haya avanzado "porque los demócratas creen que obtienen ventajas políticas del hecho de que no haya ley de inmigración".

Los republicanos, que ganan cada vez más votos hispanos, se beneficiarían de esta ley en ciertos Estados, porque haría desaparecer del mapa las propuestas de la Cámara de construir una verja de más de 1.000 kilómetros y de criminalizar a los indocumentados. En la medida en que no haya texto alternativo, las protestas de los hispanos -que volverán a salir a la calle el lunes- se dirigirán contra esa propuesta, aprobada con el apoyo de los líderes republicanos de la Cámara. Por eso Bush insistió ayer en la necesidad de cambiar un sistema "que obliga a la gente a vivir en las sombras de la sociedad o que les deja a merced de criminales". Pero su disminuida autoridad entre los republicanos volvió a quedar de manifiesto.