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Crítica:FLAMENCO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Morente rompió el cuadro

Enrique Morente rompió el cuadro. Cantando por derecho, con todas las de la ley. Hizo una tanda de siguiriyas cabales, por ejemplo, que fue una maravilla; siguiriyas aceleradas, a un ritmo muy rápido, que en su voz se convirtieron en una maravilla. Hizo otras muchas cosas, y todas muy bien. La malagueña sin ir más lejos, en la que puso sentimiento a raudales. Otras siguiriyas, alegrías, etcétera. Por no hablar de las dos secuencias que hizo a palo seco, para empezar y para terminar el concierto, que fueron sendos hallazgos musicales. Cosas así sólo se le pueden ocurrir a Morente, un hombre que investiga constantemente, y que saca cosas bellísimas allí donde otros no hubieran hallado más que un cante convencional.

En la sesión del día siguiente -es decir, anteayer-, la oferta fue mucho más variada. Israel Galván, con el cante de Fernando Terremoto y la guitarra de Alfredo Lagos, montó una originalísima serie de bailes fiel a su forma de bailar. Pequeños fragmentos, apenas pinceladas, de danza personalísima, que al final se convirtieron en una verdadera antología del baile. Fernando Terremoto estuvo inmenso en su cante, y Lagos muy bien igualmente con su guitarra. La gente tarda en entrar en el tema, pero cuando se deja enganchar por él ya no cesa de disfrutarlo.

José Menese estuvo solamente regular. Agobiado, sin ganas de cantar -o por lo menos eso me pareció-, dijo los cantes sin poner mucho entusiasmo ni convicción. Hizo, también, un recital corto, cinco cantes, no más, y ya fueron suficientes.

Pardo, Benavent y Di Geraldo dieron un concierto rotundo y muy bello. Siempre en la frontera entre el jazz y el flamenco, sus toques de gran longitud entusiasmaron a una audiencia que, pese a lo avanzado de la hora, estaba entregada. El número homenaje a Diego Carrasco, por ejemplo, o el que era de la autoría de José Antonio Galicia, fueron modelos de una música inconcreta en cuanto al género a que pertenecía, pero de una contundencia sin paliativos. Música vivaz, llena de encanto, que salva las apetencias de un público receptivo y entregado.

Los tres estuvieron entregados en sus toques. Pardo, con flauta y saxos, tuvo momentos afortunadísimos. Lo mismo Benavent, con un bajo infatigable que se introdujo en todas las partes con decisión. Por último, Tino di Gerardo se movió en la batería incansable y matizando sensiblemente. Trío ejemplar, que supo estar a la altura de unas circunstancias modélicas.

Enrique Morente.
Enrique Morente.

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