Portugal se enfrenta a la tisis
3.500 personas contraen la tuberculosis al año. Los barrios pobres sufren las peores tasas
Víctor no tiene dientes, pero sonríe a menudo. Su habitación está llena de colgantes de plástico y adornos de colores fabricados por él mismo. "Es un artista", dice su neumólogo, Antonio Domingos. "Algo hay que hacer; si no, el cerebro se pudre", responde él. Víctor lleva cinco años metido en este cuarto del hospital José María Antunes, un centro especializado en tuberculosis (TB) situado junto a Torres Vedras, 50 kilómetros al noreste de Lisboa.
Víctor sabe que no saldrá fácilmente de aquí. Tiene sólo 36 años, pero está enfermo de tuberculosis multirresistente (TBMR), la versión más difícil de curar ("tomo 50 pastillas diarias") y más contagiosa. Víctor, a pesar de pincharse heroína durante 10 años, se libró del VIH. "Con la TBMR no puedes ni salir a la calle. La transmites por el aire. Es un bacilo muy peligroso... El bicho te va royendo los pulmones, la medicación no es eficaz y la enfermedad te destruye poco a poco. Yo no tengo cura".
Víctor es uno de los 3.500 habitantes de Portugal a quienes se diagnostica cada año una tuberculosis. Según los cálculos de Sanidad, hay al menos un 16% más (al menos 500 personas) que contraen la infección y no lo saben. La tasa de cura en este país alcanza el 86% de los casos, pero la incidencia triplica la media europea (31 enfermos cada 100.000 habitantes en 2005, frente a 10 por 100.000 en el resto de Europa). En los depauperados barrios orientales de Oporto y las periferias más desfavorecidas de Lisboa y Setúbal, la enfermedad presenta números dignos del Tercer Mundo: 100 enfermos cada 100.000 personas.
España y Portugal ostentan los índices más altos de TB en Europa occidental, aunque España ha reducido su tasa a 25 casos cada 100.000 habitantes (entre un 20% y un 50% de los pacientes son inmigrantes).
El bacilo de Koch, la bacteria que descubrió en 1882 el científico alemán y que la iconografía del siglo XX llamó tisis y asoció con la creatividad, el mal de amores, la poesía y la posguerra, ha abandonado su carácter romántico. Los médicos (y los enfermos) del siglo XXI identifican la tuberculosis (que mata cada año a tres millones de personas en el mundo) con factores más prosaicos: hacinamiento, miseria, malnutrición, falta de diligencia en la atención médica, abandonos prematuros del tratamiento, escasa inversión de la industria farmacéutica...
Portugal puso en marcha en 1995 un plan de control y erradicación y ha logrado disminuir la incidencia a razón de un 5% anual. Según el catedrático Agostinho Marques, jefe de neumología del hospital de São João, "el combate contra la dolencia ha mejorado a un ritmo vergonzoso". Galicia, que hace 10 años tenía peores números que Portugal, ha revertido ya esa situación (aunque España sigue siendo el segundo país con más TB de Europa occidental).
El Gobierno socialista luso ha asumido ya que el plan ha fracasado y ha encargado al director del Plan Nacional contra el Sida, Henrique de Barros, que coordine un nuevo proyecto de acción contra el bacilo de Koch.
¿Pero qué se puede hacer que no se haya hecho hasta ahora?
Para empezar, dicen los especialistas, crear un centro nacional que coordine las inversiones del Estado. Antonio Domingos, jefe del servicio de neumología en el hospital José María Antunes, cree que en estos años ha fallado "todo menos el esfuerzo personal de los profesionales".
Un 15% de los enfermos no están diagnosticados, añade Domingos. "Uno solo puede contagiar a 100 personas. De esos 100, las estadísticas dicen que 34 se curarán sin tratamiento alguno, 18 morirán y 48 se convertirán en crónicos".
El paciente más veterano del hospital José María Antunes es Víctor. Su perfil encaja con el nuevo tipo de enfermo de tuberculosis: nació en la periferia de Oporto, en el seno de una familia pobre, no se alimentó bien, dejó pronto de estudiar, empezó a consumir heroína de adolescente y jamás tuvo trabajo fijo. "¿La tuberculosis, romántica? Para nada", dice. "Esos poetas pasaban mucha hambre. Ésta es la enfermedad de la pobreza".Víctor, dentro de todo, tuvo suerte. Pero su delgadez y sus ojos febriles no ofrecen un panorama muy optimista. Más bien lo contrario.
Acabar el tratamiento
"No es aceptable que una enfermedad tan simple de diagnosticar y tan fácil de tratar siga matando gente", dice el neumólogo Antonio Domingos. "La clave para mejorar esta lucha es realizar un diagnóstico rápido que evite que la bacteria se haga inmune a los fármacos, y lograr que los enfermos terminen el primer tratamiento entero, que dura seis meses y sólo cuesta 10 euros".
Es habitual, dice Domingos, que los pacientes tomen las pastillas un mes y al notar una mejoría las abandonen. Muy probablemente, una tuberculosis (TB) simple se convertirá en TBMR, es decir, en multirresistente a los fármacos. "Sabemos que la tuberculosis está muy asociada a situaciones de degradación: cárceles, residencias de la tercera edad, paro, alcoholismo, barrios donde se hacinan inmigrantes, drogodependencias... En algunos de esos entornos resulta muy difícil que los enfermos terminen el tratamiento". Cuando pasa al segundo estadio, la TB se hace resistente a dos medicamentos básicos: la isoniazida y la rifampicina.
A partir de ese momento, sólo es tratable con un cóctel de seis fármacos, cien veces más caro que el primero, que requiere más tiempo y produce más efectos secundarios. "Muchos de esos enfermos se convierten en crónicos o mueren. En casi un 40% de los casos de TBMR, ése es el final", dice Domingos.
Las cifras de la enfermedad
España, con 25 enfermos por cada 100.000 habitantes, ocupa el segundo lugar de Europa occidental en casos de la enfermedad.
La duración del tratamiento es de seis meses. Cuesta 10 euros.
Si no se realiza bien el tratamiento, se hace resistente.
Un 15% de los enfermos no sabe que lo está.
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