"Confío en que toda la Iglesia apoye esta oportunidad para la paz"
Joseba Segura es, además, de un profundo conocedor de la situación política vasca, delegado episcopal de pastoral social; conciliario de Cáritas en Vizcaya; máster en Economía por la Universidad de Boston (USA) y profesor de Moral Social en la Universidad de Deusto. Actualmente se encuentra en Quito (Ecuador) en labor pastoral. En la entrevista, realizada por correo, se muestra muy esperanzado de que este nuevo proceso, que conoce bien, culmine con el fin del terrorismo.
Pregunta. La Iglesia vasca medió en la tregua de 1998-1999. ¿Qué enseñanzas sacaron de aquella experiencia?
Respuesta. Algunas. La primera es que, para avanzar en estos temas, las partes implicadas han de tener claro los compromisos que están dispuestos a asumir y los que no, y han de mantener una coherencia fundamental con la palabra dada. En segundo lugar, que una decisión de este calibre no se puede gestar en una reunión de varias horas. La improvisación es síntoma de que las decisiones no están maduras o de que se adoptan por razones distintas a las publicitadas. Se dijo que la tregua de 1998 había surgido de un acuerdo entre el PNV y ETA gestado en una sola reunión. Efectivamente, pero ¿alguien puede creer que sólo ese fue el motivo del alto el fuego? ¿Es lógico pensar, tal y como se afirmó, que ETA volvió a las armas en 2000 porque el PNV no había cumplido sus compromisos? Esto nos lleva a la tercera lección: aunque la seriedad en los procesos de gestión de una tregua sea esencial, las organizaciones tienen su ritmo de maduración que no se puede acelerar. La decisión de ETA de 1998 no estaba suficientemente madura.
"En los próximos meses, la izquierda 'abertzale' va a dar importantes pasos que la pondrán de modo irreversible en la normalización política"
"No considero que esa primera reacción [la del portavoz Martínez Camino] refleje bien la posición de la Conferencia Episcopal"
"Zapatero, que ha demostrado la valentía y prudencia necesarias, está siendo el gobernante que la situación y el momento requerían"
"El mayor obstáculo es la confrontación entre el PSOE y el PP"
"Creo que esta vez las expectativas razonables no se frustrarán"
P. Si no estaba madura ¿Por qué declaró ETA la tregua?
R. Se habló de "tregua trampa" pero la realidad fue más compleja. Había gente en ETA convencida de que era necesario poner fin a la actividad armada. Los portavoces del anuncio de alto el fuego explicaron en la BBC que era una decisión adoptada para mantenerla durante mucho tiempo. Nos anunciaban que otra generación podría en circunstancias adversas volver a la violencia pero daban a entender que pasarían muchos años antes de que eso sucediera. Resultó que la otra generación estaba ya en Francia dispuesta a retomar las armas a los 18 meses Algunas detenciones en ese tiempo contribuyeron a que la nueva generación accediera a puestos clave de decisión en pocos meses.
P. ¿Qué papel ha jugado la Iglesia en el alto el fuego permanente de ETA del 22 de marzo?
R. La Iglesia no ha jugado ningún papel de intermediación directa en este proceso. No ha hecho falta porque las organizaciones y personas implicadas han fijado las líneas de comunicación sin intervención de terceros. Pero las relaciones fijadas en 1998 han estado abiertas estos años y se han abierto otras. La confianza generada en años de contacto nos ha permitido estar al tanto de lo gestado. Pero hemos tenido claro quiénes eran los únicos protagonistas del proceso y hemos respetado su autonomía.
P. ¿Qué diferencias ve entre este proceso y el anterior?
R. Muy importantes. En lo que a la maduración de ETA se refiere, las tragedias de Nueva York y de Madrid no sucedieron en vano. Hoy ETA sabe que el recurso a la violencia no sólo no promueve sus objetivos políticos sino que los deslegitima de modo radical. Esta conciencia ha generado un cambio cuya importancia no se ha destacado: a fines del 2004 en Anoeta se hace público que ETA no tiene ya responsabilidad de supervisión política. Esto es algo radicalmente nuevo. Por primera vez, las cuestiones políticas quedan en manos de los políticos y ETA asume sólo responsabilidades de negociación relacionadas con aspectos técnicos (presos, desmilitarización, etc.). Es un paso clave porque a partir de ese momento las vicisitudes del proceso político en el País Vasco, por complejas que sean, no van a poder ser utilizadas para justificar la vuelta a las armas. Además, para abordar las "cuestiones técnicas" era esencial contar con el Gobierno de Madrid. Ello excluye la estrategia de confrontación de bloques y, por el contrario, abre líneas de comunicación entre nacionalistas y no nacionalistas. Muchos votantes de Batasuna no entendieron el final de la tregua y los asesinatos que se retomaron en enero de 2000, pero acabaron resignándose. Esto no volverá a suceder. La futura Batasuna no va a aceptar una vuelta a la lucha armada decidida por unos pocos en una reunión secreta. Es una decisión imposible de entender. La decisión del alto el fuego permanente es enormemente comprometida para ETA. Lo ha percibido con toda claridad y tal vez por eso la comunicación se ha retrasado a marzo. Sé que en los próximos 12 meses asistiremos a importantes cambios en la izquierda abertzale que le pondrá de modo definitivo en el camino de la normalización.
P. ¿Cuáles son los obstáculos principales que puede tener este proceso?
R. El mayor obstáculo es que esta oportunidad para acabar con la violencia se convierta en tema de confrontación entre el PSOE y el PP. Deseo sinceramente que no sea así. Una gestión exitosa del proceso inevitablemente refuerza al presidente Zapatero, lo que genera una incomodidad en el PP fácilmente comprensible. Confío en que el paso del tiempo confirme la esperanza suscitada con el encuentro del presidente con Rajoy. Eso permitirá abordar con mucha más serenidad las cuestiones complejas del proceso.
P. ¿Cree que este proceso está maduro y se corresponde con las expectativas abiertas?
R. Creo que esta vez las expectativas razonables no van a verse frustradas, pese a que las polémicas están garantizadas. Además, las expectativas generadas en Euskadi y en España son diversas. Unas demasiado expansivas, las otras excesivamente constreñidas. Ojalá los líderes políticos puedan mantener la calma y el buen juicio para saber acompañar a la opinión pública en el proceso de ajuste de expectativas que se producirá.
P. ¿Reivindica la Iglesia vasca un papel en este proceso?
R. La Iglesia vasca siempre ha mantenido que había que dar una oportunidad al diálogo y ha llegado. Confío en que toda la Iglesia apoye esta oportunidad para la paz, que explore en serio si aquí hay una posibilidad que merece atención y respeto. Es comprensible el escepticismo de muchos. Pero sé que la mayoría de los obispos y creyentes van a concederse un tiempo para ver lo que puede haber de positivo en la nueva situación. Hoy por hoy, no creo que se pueda pedir mucho más. Más adelante y suponiendo que las cosas progresen, la Iglesia deberá plantearse en serio su contribución al proceso de reconciliación ya que constituye una parte ineludible de su responsabilidad social.
P. ¿Podrá armonizar la Iglesia vasca su posición con la negativa reacción del portavoz de la Conferencia Episcopal?
R. No considero que esa primera reacción, casi inmediata, refleje bien la posición de la Conferencia. Pienso que la gran mayoría de los obispos se ven mejor representados en el presidente, monseñor Blázquez, que se ha manifestado cautamente esperanzado de que el alto el fuego permanente, se confirme con el tiempo como el fin definitivo de las armas.
P. ¿Cree que la Iglesia puede contribuir a que en el PP predominen las posiciones más favorables al proceso?
R. No creo que la decantación de la estrategia del PP en este tema dependa de tomas de postura episcopal. Tampoco creo que la posición de la Iglesia española vaya a ser muy nítida. Muchos obispos, como amplios sectores de la opinión española, no tienen aún claro lo que este alto el fuego significa. Algunos pueden pensar incluso que la importancia de este anuncio sólo se confirmará a cambio de alguna contraprestación inaceptable. Estoy convencido de que semejantes contraprestaciones, ni se han producido ni se producirán, pero con el nivel de información existente, las dudas son comprensibles.
P. ¿Cree que la izquierda abertzale esta preparada para que el proceso llegue a buen puerto?
R.Vienen preparándose desde hace casi una década en una lenta ciaboga. Se trata de un proceso progresivo que pronto va a resultar irreversible. Muchas personas de la izquierda abertzale no son aún conscientes de las consecuencias de lo que está sucediendo. La nueva fase va a obligar a Batasuna, un fenómeno político peculiar en Europa, a transformarse de modo significativo. Pero el apoyo fiel de un importante sector del electorado vasco en un contexto sin violencia, lo tiene asegurado. Para muchos fuera del País Vasco esto resulta incomprensible, pero así es.
P. ¿Y al presidente Rodríguez Zapatero? ¿Qué le diría?
R. El presidente ya ha demostrado algo importante: tiene la valentía suficiente y la prudencia necesaria para llevarnos hasta donde estamos ahora. Está resultando ser el gobernante que la situación y el momento requerían. No era fácil encontrar esa persona en medio de un clima político donde muchos argumentos justificaban el escepticismo y la parálisis. Por lo que hemos visto, hay motivos para confiar en su capacidad para gestionar adecuadamente lo que resta de camino. Eso sí, espero que sea capaz de mantener hasta el final la apuesta que ha hecho y actuar en todo momento de modo coherente con esa apuesta.
P. ¿Cuál debe ser el papel del lehendakari en este proceso?
R. En lo que al final de la violencia se refiere, la responsabilidad de gestionar el proceso es de Zapatero. Confío en la capacidad de comunicación fluida que han demostrado ambos hasta ahora.Van a ser necesarias muchas conversaciones entre los líderes de los partidos para consensuar qué y cómo proceder en lo que a la mesa política se refiere. A nosotros no nos corresponde sino insistir en que todas las sensibilidades sean escuchadas, así como de las preocupaciones de los que no ven su necesidad.
P. ¿Qué le parece separar la negociación del Gobierno con ETA sobre los presos de los temas políticos para los partidos?
R. El alto el fuego permanente ha sido posible sólo porque ETA ha aceptado la separación entre ambos temas. Finalmente, ha resultado ser una clave esencial para la normalización del País Vasco, pero para demostrar su eficacia ha sido necesario que ETA acepte esa distinción.
P. Una mayoría de la opinión es reacia a las medidas de gracia para los presos de ETA. ¿Cómo afrontar esta cuestión?
R. No ha llegado el momento de intentar modificar esa sensibilidad. Hay que respetar los ritmos. La prioridad ahora es confirmar la solidez del alto el fuego y dejar que la opinión pública asimile la importancia de lo sucedido. Cuando llegue el momento, no creo que se plantee como medidas de gracia sino como fórmulas de reinserción de acuerdo con la legalidad, supuestos determinados requisitos y distinguiendo tipos de delito. Hay muchas experiencias de las que se puede aprender. Cada conflicto tiene sus peculiaridades pero en todos cuando se llega a la fase resolutiva es inevitable hablar de presos del modo más sereno posible.
P. ¿Será posible la reconciliación de la sociedad?
R. Creo que sí. Tampoco aquí caben las prisas ni obligar a nadie a entrar de manera forzada en un proceso que debe respetar las decisiones personales. Pero es esperanzador observar que la mayoría de la sociedad vasca, y lo que es más importante, un número significativo de víctimas y familiares, comparten un deseo muy vivo de refundar la convivencia, no sobre el olvido, sino sobre la posibilidad de aprender de lo vivido y basar una nueva convivencia sobre el respeto al pluralismo. Los rencores que generó la Guerra Civil y las vendettas posteriores cerraron en falso en el País Vasco. Casi siete décadas después tenemos otra oportunidad que vamos a aprovechar. Las heridas necesitan tiempo, pero esta vez las cicatrices quedarán limpias.
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