_
_
_
_
Reportaje:PROTESTA JUVENIL

Los precarios españoles protestan... pero en París

Un grupo de jóvenes viaja a Francia para recordar que España supera la media europea de contratos temporales

Antonio Jiménez Barca

Es ya casi de noche y en un autocar que circula por la carretera de Burgos, Silvia Torrijos, de 25 años, cuenta: "En tres años trabajando en el Banco Santander estuve en 87 oficinas distintas. Que se dice pronto. Me han dicho que superé el récord. Durante ese tiempo tuve todo tipo de contratos y sustituí a todo tipo de trabajadores: desde cajeras hasta subdirectores. Ahora tengo contrato, pero a mi lado trabajan chicos en las mismas malas condiciones que yo tenía".

El autocar de Silvia va cargado de biografías parecidas: las de la treintena de jóvenes afiliados a UGT-Madrid, de todos los sectores laborales, que acudieron el martes a la manifestación contra la precariedad en el empleo que se celebró en París. Durmieron a bordo, participaron en la manifestación y volvieron a España en el mismo autocar. No lo hicieron por amor al lumbago ni a los deportes de riesgo. "No, vamos porque si ahora les meten un palo a ellos, tarde o temprano nos lo intentarán meter a nosotros", explica Antonio Pascual, de 31 años, licenciado en biología y mozo de almacén de los supermercados Día desde hace nueve años. Cobra alrededor de 900 euros al mes, dependiendo de los incentivos. Y se siente afortunado comparándose con sus amigos y conocidos. Antonio comentaba esto en una parada del viaje de ida, ya en el País Vasco, de madrugada: "Yo llevo ya varios años en Día, y durante un tiempo que estuve en formación veía gente distinta casi cada semana: los contratos son de seis meses, y luego a la calle", asegura.

Despliegan la pancarta, que dice "UGT-Madrid, en París con los jóvenes y por el empleo digno", y salen a la calle en dirección a la marcha
"En el comercio, lo que se busca ahora son chicos y chicas de 16, 20 o 23 años para contratarles por tres meses", explica una chica que está ahora en el paro

España, a la cabeza

Las protestas de los jóvenes franceses tienen un objetivo claro: acabar con un contrato que permite al patrón despedir al joven menor de 26 años en cualquier momento sin justificación alguna. Nada de esto hay en España. Pero en cuanto a precariedad y contratos temporales, las estadísticas corroboran las historias que relatan en el autocar los jóvenes de UGT. Nadie tiene que enseñarles nada. En la Unión Europea, el 40,2% de los contratos para asalariados menores de 25 años son temporales, según Eurostat. En España esta cifra llega al 65,3%, la más alta de Europa. En Francia alcanzan el 48,3%. Sin tener en cuenta la edad, tampoco los datos son mejores. En España, los contratos temporales representan el 33,3%; en la UE no sobrepasan el 14,2%, y en Francia se quedan en el 13,3%.

Eso lo sabe Diana Rubio, que en el autocar, cerca ya de la frontera, cuenta la tortuosa historia del contrato de obra de su marido: "Una empresa grande decidió externalizar parte de su servicio de informática. Así que se lo subcontrató a otra, que a su vez se lo subcontrató a la empresa donde trabajaba mi marido. De modo que mi marido hacía lo mismo que otros informáticos de la primera empresa, pero cobraba menos, no tenía pagas y andaba siempre con contratos temporales. ¿Cómo lo ves?".

Muy cerca de Diana va sentada Virginia Rabadán, de 26 años. Desde los 19 años trabajó en la cadena de videoclubes Block Bluster, a tiempo parcial, cobrando 550 euros al mes. Ha ido a trabajar casi todas las fiestas, incluyendo los días de Reyes, Navidad o Nochevieja. Hace unos días, la parte española de Block Bluster se declaró en ruina.

Virginia piensa que no se pondrá a buscar un nuevo empleo inmediatamente: "La mayoría de los trabajos que podría conseguir son muy malos. Esperaré. Intentaré acabar la carrera de económicas". Piensa en sus compañeros y arruga el gesto: "Es gente que tiene entre 30 y 40 años la mayoría, y la empresa les va a dar cursillos con psicólogos para superar la situación y para aprender a redactar el currículo. Pero no sé si servirá de mucho. En comercio, lo que se busca son chicos y chicas de 16, de 20 o de 23 años para contratarles por tres meses, así que...".

Luego mira por la ventanilla, ve desfilar las luces de la carretera y exclama: "La verdad es que vamos a París a ayudar a los franceses, pero nos podíamos manifestar en Madrid perfectamente por nosotros mismos".

Hay quien está de acuerdo con Virginia y comenta que la juventud española se merece el aluvión de críticas que le ha llovido por salir a la calle a revindicar el botellón en vez de reclamar mejores condiciones laborales. "Pero es que ya salimos en su tiempo, cuando correspondía", replica Diana Rubio. "La última vez, en 2002, contra el decretazo de Aznar. Ahora no hay nada nuevo por lo que protestar: la precariedad se ha vuelto algo cotidiano", añade.

Ya es demasiado tarde y todos están demasiado cansados para discutir. El autocar deja atrás la frontera de Irún. Sigue avanzando durante toda la noche.

Por la mañana, en una gasolinera, Valentín Moreno y Marta Robledo, ambos de UGT, dos de los organizadores del viaje, sacan del maletero del autocar las banderas rojas del sindicato, y las pegatinas, y los impermeables con los anagramas.

Ya en París, la expedición es recibida por miembros del sindicato francés CFDT. Se intercambian experiencias y datos. Uno de los sindicalistas franceses recuerda que en España ya hay menos paro que en Francia. Es cierto: en 1994, la tasa general de paro en Francia era del 11,7%, y la de España, del 19,8%; ahora, España se queda en el 9,2% y Francia alcanza el 9,5%. Lo mismo ocurre con el paro de los jóvenes: en 1994, en España llegaba al 40% y ahora no supera el 20%; en Francia, en 1994 estaba en el 28,6% y ahora llega al 22,3%.

Banderas rojas y naranjas

Cogen las banderas, se colocan los impermeables, despliegan la pancarta -que dice "UGT-Madrid, en París con los jóvenes, por el empleo digno"- y salen a la calle. La manifestación ha congregado a más de 300.000 personas: sindicalistas, trabajadores, adolescentes de instituto, bandas de chavales vestidos con sudaderas enormes y encapuchados procedentes de los barrios pobres de la periferia incendiados en octubre... A todos ellos se suma la treintena de jóvenes españoles. Allí están Virginia, Antonio, Diana, Silvia..., cada uno con su historia. Detrás de ellos, un joven francés, Pierre Barthomier, de 24 años, deja en el suelo su bandera naranja de la CFDT para aplaudir a los de las banderas rojas. "Yo trabajo de animador en un centro cultural, en París. Gano un poco más de 1.200 euros. Les agradezco que vengan. Yo iré a Madrid cuando les ocurra a ellos", explica. Luego pide a una chica española que intercambie su bandera de UGT por la suya.

Mientras lo hacen pasa un grupo de estudiantes universitarios con la cara pintada de blanco y una pancarta con sólo una frase: "Generación precaria".

Algunos de los jóvenes de UGT-Madrid que participaron en la manifestación del martes en París.
Algunos de los jóvenes de UGT-Madrid que participaron en la manifestación del martes en París.A. J. B.

"Gracias por venir, camaradas"

EL SERVICIO DE ORDEN del sindicato francés CFDT colocó a la treintena de jóvenes de UGT-Madrid bien arropados y protegidos en medio de sus filas. Había razones para temer que bandas violentas de adolescentes quisieran reventar la marcha. Antes de que empezara la manifestación, además, uno de estos sindicalistas franceses advirtió a los españoles: "Cuidado con los móviles, las cámaras y el dinero; a estas cosas suelen venir muchos ladrones que aprovechan los descuidos y la masa para pillar todo lo que pueden". A las dos y media de la tarde, la multitud comenzó a moverse en dirección a la Place de la République.

A la media hora de marcha, más o menos, un hombre y una mujer de unos 50 años se acercaron a los jóvenes españoles. Tras preguntarles y enterarse de dónde procedían, llamaron desde allí por teléfono. "Su madre es española, tuvo que salir exiliada cuando la guerra. Cuando nos han visto, la han llamado, para explicarle quiénes éramos y por qué estábamos aquí", explicaba Alfredo, uno de los miembros de la expedición de UGT.

No fue la única muestra de afecto que recibió el grupo. A la altura de la Place de la Bastille, un hombre de unos 40 años, con una banderita republicana en la solapa de la cazadora vaquera, se acercó al portador de la pancarta española, y tras señalarle los tres colores del la insignia, dijo, en un español con mucho acento francés: "Muchas gracias por venir, camaradas".

Después, miembros del Partido Comunista Francés, al contemplar a los jóvenes españoles, ya casi al término de la marcha, con el puño en alto, exclamaron, sonrientes, también en español: "El pueblo, unido, jamás será vencido".

A las siete de la tarde, un centenar de metros antes de terminar la manifestación en la Place de la République, Valentín Moreno, uno de los organizadores del viaje, agrupó a los integrantes de la expedición y les indicó una calle lateral: "El autocar para la vuelta nos espera a las ocho". Enrollaron las banderas rojas, plegaron la pancarta, se sacaron los impermeables (calados de los intermitentes chaparrones que no dejaban de caer) y se encaminaron hacia Madrid.

Antes recibieron una ovación de sus colegas franceses.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_