Los bárbaros de Caro
La concesión del Premio Julio González 2005 a Sir Anthony Caro ha sido el motivo por el que el IVAM presenta esta "instalación escultórica" compuesta de seis figuras ecuestres y otra montada sobre un carro. De hecho, The Barbarians (1999-2002) es una serie de esculturas de materiales diversos -terracota, madera, cuero y acero- ensamblados, como es costumbre en Caro, pero, en contra de su costumbre, de carácter abiertamente figurativo.
El británico Anthony Caro (1924) es, como bien se sabe, uno de los más reconocidos escultores europeos contemporáneos. Durante años trabajó como ayudante de Henry Moore. Por fortuna, y tras una decisiva visita a David Smith en 1959, a comienzos de los sesenta se decidió a abandonar aquel universo amanerado de curvas y oquedades y dedicarse a la escultura como una praxis constructiva, determinada por los materiales y los procesos de inspiración industrial, como la soldadura.
ANTHONY CARO
'The Barbarians'
IVAM. Guillem de Castro, 118 Valencia
Hasta el 23 de abril
En un conocido ensayo de la eminente Rosalind Krauss, de los años setenta, se analizaba Una mañana temprano (1962), la célebre pieza con la que Caro comenzó su andadura como escultor de prestigio internacional. De ella destacaba, con razón, la incompatibilidad de los diversos puntos de vista con que podía ser abordada por parte del espectador. Vista de lado, parecía una estructura abstracta horizontal sustentada sobre el suelo, generadora de un espacio transitable. Vista de frente, sin embargo, los elementos tendían a superponerse y la escultura ganaba en verticalidad, aproximándose a una imagen (algo acentuado por el color) de cuyo espacio quedaba excluido el espectador. Caro siguió jugando durante años con esta clase de construcciones abstractas, compuestas de líneas y superficies, en donde algunos atisbaban una especie de trasfondo pictoricista, y otros, por cierto, una cierta debilidad decorativista.
Pues bien: lo más curioso es que nada de esto se puede apreciar en estos bárbaros. Parece que la idea surgió de un paseo de Caro por Londres, a la vista de unos viejos potros de gimnasio en una tienda de objetos de segunda mano. Sobre esos potros, convertidos por Caro en caballos, hallamos unas figuras amenazantes (llamadas Golom, Kharjaar, Jiloo, Saardag, Sulde y Doroo), acompañadas de Kharsag sobre un viejo carro mongol. Dave Hickey, en su presentación para el catálogo, evoca los versos de Kavafis (Esperando a los bárbaros, 1904) para justificar su necesidad, es decir, para sugerir la idea de que tal vez precisamos de los bárbaros con el fin de regenerar nuestra degenerada civilización.
Yo no estoy del todo seguro, al menos en la medida en que nosotros mismos, y desde hace demasiado tiempo, nos hemos hecho ya lo bastante bárbaros (es decir, extranjeros, ajenos, extraños a los presuntos fines de nuestra existencia) como para depositar nuestras esperanzas en asaltantes foráneos. Pero nunca se sabe. En todo caso, no está mal que Caro explore vías poco frecuentadas, y mejor aún está que quien así lo hace sea un artista al cabo de la calle, pero, por lo visto, todavía joven de espíritu.
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