Tutelas de ida y vuelta
Docentes y asociaciones denuncian la falta de plazas para menores con familias desestructuradas
Siete hermanos que viven en una chabola de 20 metros cuadrados y cuyos padres "no se preocupan absolutamente nada de ellos", según fuentes del colegio al que asisten, parecen ser candidatos ideales para ser tutelados por parte de la Generalitat. Sin embargo, no parece ser éste el criterio de la Administración. "Llevamos tres años pidiéndolo. Los dos mayores, un chico de 14 y otra de 13 los doy por perdidos, pero hay dos niñas de 11 y nueve que aún estamos a tiempo de poder salvarlas", apuntan estas fuentes.
El colegio es el Santiago Apóstol de El Cabanyal, un centro donde además de aprender a leer, sumar, restar, multiplicar y dividir, estos hermanos se duchan, desayunan, comen y meriendan "porque si no, muchos días no probarían bocado". Buena parte de los chavales que llenan estas aulas comparten un hogar desestructurado y en pocos sitios como en el colegio conocen sus necesidades tan de primera mano. Por eso se cansan de ver cómo faltan plazas para alojarlos en centros de la Generalitat. "Tengo más de media docena [de niños] que suplico que los saquen de su casa, ya que la tutela en una residencia es la única oportunidad que tienen de salir del ambiente en el que están metidos". Pero la respuesta suele ser siempre la misma: "dan largas y dicen que no hay plazas". Y lo peor es que en algunos casos, los pocos que hay se están reconvirtiendo, según apuntan.
"Llevamos tres años pidiendo la tutela de cuatro hermanos, especialmente dos"
Un ejemplo de ello es lo sucedido con la residencia de menores de El Cabanyal. Hasta el verano pasado acogía a unos veinte chavales de la zona y servía de colchón para las necesidades del barrio. Los niños estaban cerca de sus familias y del colegio, a la vez que tenían sus necesidades cubiertas y un entorno normalizado. A principios del verano Bienestar Social decidió reconvertir el centro en un lugar donde acoger a chavales inmigrantes. El resultado fue "vestir a un santo para desvestir a otro", señalan desde el colegio.
Con el cierre del centro, la mitad de la veintena de chavales, aquellos que no tenían familiares que pudieran acogerlos, fueron realojados en otras instituciones similares. Pero el resto volvieron con sus familias, una decisión muy criticada desde asociaciones que trabajan con los chavales y el colegio, y que interpretan como una nueva muestra de la falta de plazas.
Ayer la ONG Cooperación Social Universitaria, integrada por estudiantes de la Universidad Politécnica de Valencia y con años de trabajo en el barrio, puso como ejemplo lo sucedido con tres de estos niños que fueron devueltos "automáticamente" a sus padres.
En junio de 2005, poco antes del cierre de la residencia, la comisión técnica que evalúa la situación de los chavales decidió que la madre podía hacerse cargo de ellos. Algo que choca a los voluntarios que trabajaban con estos niños. "¿Si la situación de la madre era la misma, cómo puede ser que de un día para otro pueda ser apta para tutelar a los tres niños?", se preguntan.
A partir de entonces la situación de los chavales cayó en picado. "Se notó muchísimo, se habían estabilizado a nivel emocional, educativo y su estado cada vez fue a peor", señala Jorge Aguilar, responsable de la asociación. Desde el colegio coinciden en ello. "Cuando comenzó el colegio en septiembre no vinieron y fuimos a su casa", recuerdan, "venían sin desayunar, sin lavar y la madre reconocía que no podía hacerse cargo de ellos".
Con otros tres hermanos y en una barriada, las Casitas Rosas, castigada por el narcotráfico y la delincuencia, la situación de los chavales se complicó hasta el punto de que el mayor llegó a tener un incidente con la Policía. El 21 de febrero, la madre ingresó en prisión por un delito de narcotráfico y los chavales volvieron a un centro. "Están en estado de shock", comentan los estudiantes que trabajan con los menores, que sostienen que si hubiera habido plazas donde alojarlos se les hubiera evitado el recorrido que hicieron para acabar de nuevo en un centro de Bienestar Social.
Fuentes de la consejería sostienen que no hay menores desatendidos que no tengan un recurso a la medida de sus necesidades, ya sea una plaza en un centro, un familiar o una familia de acogida. E indican que las decisiones de retirar y conceder tutelas sólo están vinculadas a las necesidades de los menores y la situación que presente la familia.
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