La rivalidad de dos amigos
Koeman matiza que es el entorno y no el equipo de Rijkaard el que va sobrado
Fue el hombre más buscado por el entorno del Barça en mayo de 2003. Todo el mundo daba por sentado que Lluís Bassat ganaría las elecciones y que Ronald Koeman, entonces técnico del Ajax, ocuparía el banquillo del Camp Nou como legítimo heredero de la saga holandesa iniciada 30 años atrás con Rinnus Michels. Pero sucedió que, contra pronóstico, venció Joan Laporta y se negó a pagar un traspaso por el hombre que dio la única Copa de Europa al Barça y a abonar después la ficha que reclamaba Guus Hiddink. Entonces, horas antes de la verbena de Sant Joan, apareció de la nada y para perplejidad del entorno Frank Rijkaard, conocido como jugador por su brillante currículo en el Milan y cuyos méritos como entrenador se limitaban a tener la dignidad de haber dimitido como seleccionador de Holanda en 2000, tras ser eliminada en las semifinales de la Eurocopa, y haber descendido a Segunda al Sparta de Rotterdam.
Han pasado menos de tres años y parece una eternidad porque la figura de Rijkaard, un hombre sereno, elegante y con nervios de acero para dominar un club convulso como el Barça, ha crecido como la de un gigante en el Camp Nou. No tiene en el templo azulgrana una estatua como la de Koeman, pero se ha ganado el respeto por el juego del equipo, la Liga ya ganada, los títulos que se intuyen y por contagiar su paz. Hoy, el destino de estos dos holandeses cruciales en la historia del Barça, nacidos en 1962, Rijkaard en Amsterdam y Koeman en Groningen, se cruzarán en el estadio de la Luz tras haber iniciado juntos su carrera a principios de la década de 1990 en el Ajax. Sus caminos se separaron: Rijkaard triunfó en el Milan (ganó dos Copas de Europa) y Koeman en el PSV (otra) antes de recalar en el Barça. Los dos formaron el eje de la defensa de la Holanda que ganó la Eurocopa en 1988 y, años después, fueron ayudantes de Guus Hiddink en la selección. Por compartir, hasta frustraron por separado y partida doble al Benfica: Rijkaard marcó el gol que le dio al Milan la Copa de Europa de 1990 y Koeman, con el dream team, eliminó en semifinales al Benfica.
Mito intocable en el imaginario azulgrana, Koeman encaró el reencuentro con el Barça con palabras amables, pero el domingo sorprendió. Poco antes, ya avisó de que no se cerraba las puertas del Madrid. "He notado que en Barcelona en determinados momentos van un poquito sobrados. La euforia es comprensible pero los títulos se ganan en el campo", afirmó. No es fácil que algo perturbe a Rijkaard, capaz incluso de pedir al Camp Nou que aplauda a Mourinho. "Koeman ha estado muchos años en el Barça y creo que se refería al entorno. El club y el equipo siempre somos respetuosos con los rivales", explicó Rijkaard antes de volar a Lisboa. "Estoy acostumbrado a que se me malinterprete", aclaró Koeman, con gesto grave. "Somos amigos, hemos llegado al éxito por distintos caminos, tenemos caracteres diferentes pero no fuimos juntos al mismo colegio", ironizó en alusión a Rijkaard. "El Barça vive un momento fantástico. Su mejor virtud es el equilibrio y tiene calidad para ganar la Champions", añadió. Sin ganas de líos y con cierta apatía, Rijkaard repitió en Lisboa su concepto del respeto y se limitó a decir: "¿Mi duelo con Koeman? Estoy a la expectativa a ver qué pasa". Se enfrentaron en Elche en 2004 en un amistoso. Rijkaard ganó la partida (2-1).
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