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La fascinación por los números primos

Esther Ferrer es la performance. Desde aquella interpretación en San Telmo, en 1967, su trabajo se ha centrado en esta práctica, efímera, en la que, generalmente, el protagonista es el propio cuerpo del artista. "Siempre he dicho que yo soy mi modelo más barato y el que tengo más a mano", comenta quien cayó en la fascinación de la performance porque no deja huellas. "Bueno, no dejaba, porque ahora todo el mundo las fotografía o las fima. Si con alguna mía se quiere recoger como documentación, lo acepto, pero prefiero las fotos al vídeo".

Y continúa hablando con pasión de su principal expresión: "En la performance, estamos yo y el otro, es la obra abierta por excelencia. Sabes cómo empieza pero nunca cómo acaba, porque ahí esta la intervención posible del otro". Pero desde hace un tiempo, otro asunto inquieta a la donostiarra: los números primos y el número pi. "Los números me han fascinado desde siempre, pero sobre todo la serie de los primos, que vinculo con la formación del universo, otra de mis pasiones. Es un terreno que no tiene nada que ver con el trabajo plástico; cuando estoy trabajando con esto, todo lo demás me parece completamente trivial".

Durante la conversación, Ferrer intercala palabras en francés, que dan la impresión de que su vinculación con su San Sebastián natal se ha reducido. Todo lo contrario: vuelve con frecuencia al País Vasco, donde residen algunos de sus nueve hermanos y donde, a pesar del tópico de que nadie es profeta en su tierra, tiene un reconocimiento claro y merecido. El Koldo Mitxelena organizó no hace mucho una exposición con su obra y se ha contado con ella para un parque de esculturas en Vitoria.

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